Hacia el abismo de los sueños

Nota publicada en la sección Cromo del diario El Observador

El 18 de diciembre de 1994 Jean-Marie Chauvet, Éliette Brunel y Christian Hillaire encontraron una pequeña cavidad entre las rocas mientras recorrían las curvas del río Ardèche en Francia. Tras adentrar sus sentidos a través de las piedras por las que se colaba un suspiro de aire, descubrieron una gruta que modificaría la percepción que tiene el ser humano de sí mismo para siempre: la cueva de Chauvet. En su película documental “La cueva de los sueños olvidados”, Werner Herzog considera que observar las pinturas rupestres que descansan sobre las paredes de esta caverna es como dialogar con los orígenes del alma humana moderna. Esas expresiones del mundo sensible a través de las manos de unos de los más antiguos Homo Sapiens registrados hasta la fecha (el hallazgo data de hace 35 mil años) son la prueba de cómo el arte ha siempre eternizado los sueños profundos de la especie humana. ¿Pero estos descubrimientos son un producto del azar o están ligados a las pasiones que motivaron a un trío de exploradores?

Resulta que tanto Chauvet, como Brunel y Hillaire compartían una misma afición de nombre confuso: la espeleología. Del griego spelaion que significa “cueva”, esta ciencia estudia las formaciones geológicas que se generan naturalmente por debajo de la superficie terrestre. Aunque las primeras exploraciones hacia las profundidades de la Tierra se produjeron en el siglo XVII, mundialmente se considera al francés Édouard Alfred Martel como el primer espeleólogo y padre de la espeleología moderna. Martel publicó en 1894 su obra “Les abismes” y fundó en 1895 la  Sociedad Espeleológica de Francia, horadando así el túnel a través del cual los franceses pasaron a llevar la linterna de esta nueva ciencia.

Desafiando al abismo

El jueves 9 de mayo de 2019 se llevó a cabo en el Museo de Historia Natural Dr. Carlos A. Torres de la Llosa una conferencia sobre espeleología a cargo de integrantes del CEUMI  (Centro Espeleológico Uruguayo Mario Isola), centro que brindará este mes un ciclo de cuatro encuentros acerca de esta rama del conocimiento. Los espeleólogos Gaspar González, Pablo Piriz e Ismael Lugo sostuvieron en la charla que la era de exploración de la Tierra aún no ha terminado e invitaron a los presentes a “superar el miedo a la oscuridad” para adentrarse en los mundos que se esconden bajo la superficie. Según los exploradores las cuevas más prometedoras son aquellas de más difícil acceso, ya que cuanto más estrecha sea la cavidad de entrada, más probabilidades hay de que la posible gruta que esconde no se haya visto alterada por el ingreso de material externo. Las cavernas más desafiantes son aquellas que descansan en los fondos marinos, por lo que esos rincones son los menos conocidos por la humanidad, pero son las denominadas cavernas kársticas las que constituyen la mayor línea de exploración espeleológica por su gran atractivo. Estas cavidades subterráneas se caracterizan por estar constituidas de extensas galerías ramificadas que suelen estar atravesadas por corrientes de agua. Las rocas calcáreas en estas cuevas sufren un proceso de disolución química que tiene como consecuencia el depósito de carbonatos y la generación de espeleotemas, como las conocidas estalagmitas y estalactitas.

Aunque la belleza de estos paisajes arquitectónicos naturales deja absorto a cualquier aventurero, el tránsito por túneles que conducen a ellos no carece de dificultades. Gaspar González, primer montañista en Uruguay y hoy apasionado por la espeleología, contó a Cromo que esta actividad exploratoria no es para amantes de la adrenalina y que para evitar situaciones de riesgo es necesario siempre obligarse a mantener la calma. Uno de los principales peligros dentro de una caverna es perderse, por lo que González dijo que siempre suele llevar en el mameluco pequeñas flechas fluorescentes para ir señalizando el camino, así como suele asegurarse de llevar consigo linternas y varias baterías. Otras de las dificultades que acechan en el abismo son la estrechez y la verticalidad de los pasadizos, por lo que hay que cuidarse de no quedar atrapado, así como el contacto permanente con el agua que implica riesgos de hipotermia. Esto envía a otra amenaza en lo profundo: a varios metros bajo tierra puede pasar desapercibida la lluvia, y las crecidas subterráneas suelen ser muy repentinas. Por otro lado, la actividad kárstica puede ser peligrosa por la presencia de sustancias químicas en el aire que pueden ser tóxicas si son inspiradas, así como las esporas de hongos o los excrementos de los murciélagos. “Pero con otros compañeros cerca el peligro disminuye”, admitió el explorador.

Desde el corazón

Uno de los atractivos más grandes que presenta esta ciencia para Gaspar González es la posibilidad de hacer amigos alrededor de todo el mundo con los que comparte la misma afición. Contó que alrededor de la espeleología se formó toda una cultura internacional fundada en la interacción entre muchas disciplinas. Aunque no es una ciencia académica, ésta se nutre de muchas ramas del conocimiento como la topografía, la geología, la arqueología, la antropología, la biología, o la paleontología. Por ejemplo, la paleopalinología estudia en estas cavernas, a través del análisis de fósiles de granos de polen y esporas, los cambios climáticos a través de la historia del planeta, y los zoólogos hoy en Uruguay están estudiando en estas cuevas el sistema inmunitario de los murciélagos vampiro, sumando argumentos a favor de la conservación de estos roedores voladores. Al final de una expedición, la ciencia que gana protagonismo es la topografía, ya que el principal resultado de estas aventuras es un mapa que ilustra los caminos recorridos. Por estar siempre en contacto con otras ciencias y favorecer la colaboración entre las mismas, afirmó González que “la espeleología te abre a ser una persona autodidacta y a estar escuchando a todas las personas por igual; te hace estar despierto, te hace ser preguntón, indagador e inquieto intelectualmente”.

Para los amantes de esta profesión, la investigación está muy ligada al contacto emocional con los espacios descubiertos y con los procesos de estos descubrimientos. “De alguna manera vamos dejando en nuestro marco cultural el mundo emocional de lado en favor de la ciencia y de la técnica – dijo González – cuando en realidad somos seres emocionales y la espeleología es una experiencia sensorial”. En la conferencia en el Museo de Historia Natural se dedicó un espacio especial al explorador boliviano Mario Jaldín, referente e inspirador de Gaspar González por su pasión por las cavernas. La nobleza y humildad con las que Jaldín comparte sus experiencias conmueve al espeleólogo uruguayo, quien se mostró deseoso de contribuir a difundir el trabajo de su par boliviano ya que considera injusto que el esfuerzo lleno de amor de una persona se extinga en las sombras. “Los espeleólogos hacen hazañas físicas y psicológicas que están impulsando el conocimiento del ser humano más allá y atravesando barreras increíbles – dijo el excursionista – pero son personas normales que se mantienen en un submundo, no suelen salir en los medios; la espeleología simbólicamente está en la oscuridad”.

Esta ciencia de los viajes subterráneos implica un asiduo entrenamiento de técnicas con cuerdas que simulan situaciones de verticalidad, las cuales se pueden realizar tanto en árboles de copa grande como en puentes o en barrancos de cerros. Aunque esta profesión implique un exigente trabajo físico,  Gaspar González insistió en que esta ciencia no es un deporte e hizo hincapié en el trabajo psicológico que representa la exploración de una caverna diciendo:

“Dos de los condimentos principales de la aventura son la incertidumbre y el miedo. De hecho creo que la incertidumbre es lo que genera miedo, ¿no? Pero tampoco se busca que desaparezcan, porque son cosas que impulsan. Aprendemos un montón de cosas para vivir el miedo y la incertidumbre sin morir en el intento. Lo incierto, si bien da miedo, es algo que impulsa, que nos lleva hacia adelante. Porque la incertidumbre está allá, allá adelante. El miedo nos hace cuidarnos un poquito más y no ser temerarios. Los temerarios hacen cosas peligrosas sin miedo. Nosotros, las hacemos con miedo y con cuidado”.

Bruno Gariazzo

Más monedas para seguir jugando

Nota publicada en la sección CROMO del diario El Observador

La industria de los videojuegos en sus más de 40 años de existencia se ha convertido en la más importante industria del entretenimiento. Dos desarrolladores de videojuegos en Uruguay cuentan cómo el crecimiento de esta industria y de sus estrategias de mercado influyen en la experiencia de los jugadores

El juego ha acompañado desde siempre al ser humano durante su evolución. Ya sea en forma de deportes que permitían la diferenciación social y la explotación de capacidades elementales para la guerra, ya sea en forma de infinitas partidas de naipes para combatir el aburrimiento durante las largas travesías a bordo de un barco, la actividad lúdica ha sido una constante dentro de la historia de la humanidad. Y no es exclusiva del Homo sapiens:todos los mamíferos usan el juego como la principal herramienta educativa durante los primeros años de vida. De entre todas las formas que ha adoptado este uso de la imaginación con el fin de entretenerse, hay una que llama la atención especialmente en la actualidad: los videojuegos. De ser una actividad estigmatizada confinada a “salones de maquinitas” que poco tenían que ver con el Sol, los videojuegos pasaron a ocupar hoy una parte importante de la vida de millones de personas y hoy forman parte de una industria millonaria que ya superó en tamaño a las industrias a las industrias del cine y de la música combinadas. Para comprender más cómo funciona este relativamente jovenmercado del entretenimiento, Cromo dialogó con dos desarrolladores de videojuegos  en Uruguay: Rodrigo Alem, director de ARF Game Studio y docente de la Licenciatura en Animación y Videojuegos de la ORT, y Emiliano Sierra, joven desarrollador que ganó en 2015 el Concurso Nacional de Videojuegos.

Una cuestión de comunidades

Durante sus más de 40 años de evolución, los videojuegos han conocido una expansión enorme de su mercado. Según Sierra, esta expansión se debe, por un lado, a que la base de personas que jugaron videojuegos desde su infancia ya está formada por adultos con el poder adquisitivo para invertir en este mercado, y por otro lado al surgimiento de todo un nuevo ecosistema de juegos descargables en dispositivos móviles inteligentes. A través de los celulares los juegos de video se masificaron y llegaron a todos esos sectores que se mantenían alejados de las consolas o de los arcades. Son sectores que en general demandan juegos menos exigentes y que permitan una sensación de satisfacción más inmediata. Son lo que se conoce como los “jugadores casuales”. “Son propuestas más simples desde el punto de vista de las mecánicas, lo que las hace más accesibles”, explicó Sierra.

En opinión del joven desarrollador, los videojuegos ya trascendieron de ser una mera forma de entretenimiento para volverse “una plataforma de medios más”. En efecto, los juegos no sólo se utilizan para distraerse, sino también con fines educativos, informativos e incluso publicitarios, siempre teniendo al factor interactivo como “punto fuerte”. Tradicionalmente una imagen estereotipada del “gamer” era la de aquél individuo aislado de la sociedad, pero nada puede estar más alejado de su realidad actual. Alrededor de un videojuego se generan grandes comunidades cuyos individuos se mantienen constantemente en contacto. Es el caso de juegos como League of Legends o World of Warcraft. Estas comunidades no sólo están formadas por jugadores, sino también por meros espectadores de la experiencia de juego, y aunque podrían recordarnos a fenómenos similares que ocurren en el mundo cinematográfico, Sierra consideró que el fenómeno presenta sus características propias que lo alejan del cine. “La palabra clave para entender la diferencia entre el cine y los videojuegos como medios de entretenimiento es «interactividad»”, dijo el desarrollador. El videojuego es performativo, permite controlar la experiencia de una narrativa, y eso lo hace mucho más potente que una película en la generación de comunidades. “Con el videojuego se genera un diálogo, mientras que con el cine no hay un diálogo, hay un monólogo y uno después reflexiona sobre eso”, opinó Sierra.

Una gratuidad costosa y adictiva

Esta formación de comunidades es el pilar que explica la forma en que las empresas de videojuegos construyen actualmente sus estrategias de monetización. Antes de buscar obtener un beneficio económico a partir de un juego, es necesario que alrededor de éste haya crecido toda una comunidad de usuarios dispuestos a pagar por la experiencia de juego. El mercado más grande pertenece a los juegos de smartphones, y en estas plataformas la ley general es la del “free to play”, es decir juegos cuya descarga es gratuita pero cuyo beneficio depende del dinero que los jugadores inviertan dentro de la aplicación para obtener diferentes artículos. “Es sumamente atractivo hacer un juego gratuito para generar la cantidad de descargas necesarias – explicó Rodrigo Alem – y después viene el reto de monetizar al usuario una vez que ya está adentro”.

Aquí las estrategias de monetización se bifurcan: por un lado existen los contenidos llamados “cosméticos” que no modifican la experiencia del juego sino sólo la apariencia de los personajes, y por otro lado existe lo que se llama “pay to win” (paga para ganar). Esta última forma de monetización considera Emiliano Sierra que es la más polémica, ya que brinda ventajas a los jugadores que estén dispuestos a invertir dinero en el juego. La prohibición de esta práctica se encuentra en discusión en varios países, y según Sierra es algo que está cada vez más en desuso debido a que genera disgusto dentro de las comunidades de jugadores. “Las experiencias del juego se ven dañadas por estos modelos porque son modelos de monetización y no de juego, no están pensados para que el juego sea más divertido o equilibrado sino para maximizar las ganancias”, explicó Sierra. Esta forma de monetización atenta entonces contra la propia diversión del juego, columna vertebral del mismo, por lo que termina deteriorando a las comunidades que son esenciales para que el videojuego funcione en el mercado. 

Para Rodrigo Alem la primera forma de monetización a través de la compra de artículos dichos “cosméticos” dentro del juego está lejos de ser inocua. Aunque estas compras digitales no afecten específicamente la experiencia de juego, sí que generan divisiones y tensiones dentro de las comunidades de usuarios. “Un cambio cosmético, aunque no afecte la jugabilidad, afecta al jugador que lo compra y a otros jugadores en el sentido que definís quienes son los «VIP» y quienes no”, afirmó Alem. El director de ARF Game Studio puso como ejemplo lo que sucedió durante el concierto virtual que brindó el DJ Marshmellow dentro del famoso juego “Fortnite”: en un momento del evento, el músico pidió a los jugadores que mostraran su mejor paso de baile, un festejo común en este videojuego competitivo. El problema radica en que muchos de estas danzas se destraban pagando por ellas, por lo que enseguida se fragmentó la comunidad entre los que podían (o querían) pagar y los que no. “Sigue siendo cosmético, no afecta las mecánicas del juego, pero es un tipo de depredación del consumidor a través del contenido, y al jugador se lo pone en un tremendo estado de ansiedad”, manifestó Alem. Por otro lado el desarrollador aclaró que es muy difícil mantener una maquinaria tan gigante como Fortnite sin recurrir a este tipo de estrategias de mercado. “Una persona de 20 años la puede dejar pasar, pero el problema es que Fortnite lo juegan pibes de 12 años”, agregó Alem.

Otro factor importante a tener en cuenta al analizar estas estrategias manejadas por las empresas de videojuegos para generar beneficios económicos es la adicción que muchas veces fomentan hacia los juegos que comercializan. El factor de la adicción es particularmente preocupante dentro del mercado de juegos específicamente diseñados para telefonía móvil. Contó Sierra que estos juegos buscan ser amenos al hacer miles de veces la misma tarea, el jugador siendo recompensado con animaciones y sonidos que buscan ser placenteros y generar satisfacción. “Es muchas veces más parecido a un “amansa-loco” que a un juego, pero para el público para el que está orientado funciona bien como un objeto de descarga”, comentó Sierra. El joven desarrollador comparó la estrategia de monetización de estos juegos con las de un casino: “las adicciones en sus bases son muy similares, son como bichos de la misma especie”. Ambos mundos aun así presentan sus diferencias según Sierra: mientras que en el casino lo que más engancha al jugador es la posibilidad de ganar dinero, los videojuegos de celular buscan hacer adictiva la propia experiencia de juego. Rodrigo Alem va más lejos al igualar ambas experiencias: “los que son ludópatas, al final del día no están necesariamente buscando dinero, están buscando el “rush” de hormonas buena onda en la cabeza que les genera el haber ganado algo”. En un mercado que está cada vez más saturado, estas estrategias se hacen cada vez más agresivas y frecuentes. “Estás generando situaciones donde alguien con tendencia a adicciones puede caer”, opinó Alem.

El espectáculo interactivo

La experiencia de juego no sólo se ve afectada por estas tácticas de monetización, sino también por el propio crecimiento desorbitante de la industria. Emiliano Sierra compara el fenómeno que viven los videojuegos con el fenómeno que vivió el cine de Hollywood: “hoy por hoy hay juegos más espectaculares pero hay menos variedad, menos apuestas riesgosas, menos espacio para la creatividad”. Al evolucionar la tecnología, también aumentaron los requerimientos para desarrollar juegos que sorprendan visualmente a los usuarios. Son necesarios equipos de personas cada vez más grandes, mayores cantidades de dinero, y por ende es más difícil que las grandes empresas se animen a arriesgarse a perder ventas. Los juegos que considera Sierra que toman más prestado este modelo de producción hollywoodense son los denominados “juegos triple A”. Son las mayores apuestas multimillonarias de los gigantes de la industria. A estos juegos Sierra los llama “los Uncharted”, ya que en su jugabilidad tienen todos en la base el diseño original de la saga de juegos llamada “Uncharted”. “La gente está dispuesta a comprar el mismo juego una y otra vez siempre y cuando la temática y la historia sean distintas – explicó Sierra –  Es un poco lo que pasa con Hollywood: las películas de acción son bastante predecibles porque la estructura que las sostiene es más o menos la misma”.


Por su lado, Rodrigo Alem considera que estos juegos triple A tienden a imitar la realidad percibida, a buscar el hiperrealismo, como una forma de justificar la carrera tecnológica en la que están sumergidas las empresas de videojuegos. “Los triple A tienen que justificar el hecho de tener que hacer maquinarias cada vez más potentes, de que tienen que seguir explorando tecnología nueva”, opinó Alem. Gran parte de esa justificación proviene, según el profesional, de la experiencia inmersiva que estos juegos prometen al consumidor, pero personalmente él prefiere experiencias diferentes a la realidad que percibe diariamente: “Yo personalmente prefiero toda la vida una estética mucho más estilizada que una estética realista; me aburre el hiperrealismo porque si quiero hiperrealismo ya tengo el mundo real”. Sin embargo ciertos géneros se ven más beneficiados por el hiperrealismo que otros, como es el caso de los juegos de terror, y además esta fidelidad gráfica con la realidad atrae, según Sierra, a todo un sector de consumidores más cercano al mundo del cine que al de los videojuegos. “Es todo un público que no va a jugar a algo que no sea visualmente impactante porque lo que buscan es eso; son personas que están acostumbradas a ver películas y que empiezan a jugar a juegos porque ahora los juegos se parecen cada vez más a películas”, agregó Sierra.


Según Emiliano Sierra, esta postura frente a este modelo de mercado hollywoodense y frente al hiperrealismo varía de una cultura a otra. “El jugador japonés, por ejemplo, es más abierto a interpretaciones más abstractas de las cosas, cuando el jugador occidental por ahí está buscando un cierto nivel de realismo y de impacto visual”, comentó el joven desarrollador. Pero este hiperrealismo tan en boga actualmente es un arma de doble filo al exigir proyectos mucho más ambiciosos y costosos. “Se vuelven juegos más grandes, y al volverse más grandes se vuelven juegos menos flexibles desde el punto de vista creativo”, afirmó Sierra.

Las nuevas apuestas  

La búsqueda de este hiperrealismo y de experiencias de juego más inmersivas está directamente emparejado al auge de la realidad virtual. En un deseo de maximizar la interacción, las empresas de videojuegos se encuentran ensayando diferentes experiencias que hacen uso de esta tecnología. Sin embargo, ninguno de los dos entrevistados cree que la realidad virtual se vuelva un estándar entre los jugadores. “Creo que es algo que tiene ahora auge porque es una especie de sueño se tenía en los 90 y que recién ahora está la tecnología para concretarlo”, opinó Emiliano Sierra. Por su parte, Rodrigo Alem comparó esta tecnología con una atracción de Disney World: está bueno como una experiencia breve “pero subirse a la montaña rusa durante tres horas no está tan bueno”, opinó.

Por último, los dos desarrolladores se mostraron desconfiados con respecto a las apuestas que varias de las mayores empresas de tecnología se encuentran haciendo por los videojuegos por streaming. En efecto, Google planea lanzar al mercado su plataforma Stadia a finales de este año, y Microsoft ya ha anunciado que su nueva consola Xbox apunta justamente a explotar esta tecnología. Mientras que hace varios años que la industria no vive verdaderos cambios paradigmáticos como el salto del 2D al 3D, Sierra considera que esta apuesta hacia el streaming podría significar otro de estos cambios, esta vez en lo que respecta al acceso a los videojuegos más que a la jugabilidad en sí misma. “Si eso se instaura y funciona bien, se generaría un cambio radical en cómo  los juegos se monetizan y cambiarían así las condiciones de mercado”, opinó. Sin embargo, considera que existen un montón de cuestiones técnicas que funcionan como limitantes para que ese panorama sea real.

En el mismo sentido se expresó Rodrigo Arim, quien considera que una de las principales limitantes con las que se van a encontrar empresas como Google y Microsoft va a ser el ancho de banda de los usuarios. Aunque estas apuestas pretenden beneficiarse de las nuevas posibilidades que brindará la tecnología 5G, no todos los jugadores tendrán el mismo acceso a esta tecnología y no todos poseen los mismos contratos con sus respectivas compañías de telecomunicaciones. Los videojuegos por streaming exigirían un consumo de datos muchísimo mayor al streaming más tradicional de películas, y una mala conexión comprometería la experiencia de juego. “No digo que no hayan planes ilimitados de acá a los próximos 10 años, pero históricamente nunca hubo contratos de ese estilo a precios que no sean en planes empresariales”, argumentó Alem.

Bruno Gariazzo

El agro: entre la paz y la guerra

Nota publicada en el diario La República

La vida es un sistema complejo. La materia se crea, se descompone, sus componentes se intercambian, se reorganizan, la materia se destruye y se recrea nuevamente. Durante 3 500 millones de años la vida se ha desarrollado en un sistema robusto basado en la interconexión profunda de sus elementos. Hoy ese complejo sistema está colapsando, y el principal responsable no es más que uno de sus macrocomponentes: el ser humano. Este curioso ser vivo ha evolucionado aprendiendo a través de la manipulación de su entorno los secretos más insospechados de la naturaleza que permite su existencia, y con cada nuevo descubrimiento su ego creció hasta alimentar la ambición de suplantar con sus inventos a la naturaleza misma. Ante la creciente degradación de los ecosistemas terrestres por la voracidad de su modo de vida, la especie humana de pronto se ve tensionada entre dos alternativas para su futuro: o cambia su lógica de producción para conectarse con su ambiente y revertir los daños, o continúa moviéndose en la misma dirección compensando su destrucción a través de la creación de un ambiente sintético en un laboratorio.

Con esta disyuntiva comenzó el doctor en Biología Molecular y Celular Claudio Martínez Debat su conferencia denominada “Uruguay Natural y Transgénico”, brindada el pasado 15 de agosto en el Museo de Historia Natural Dr. Carlos A. Torres de la Llosa. “Estamos en la cruz de los caminos y no hay mucho tiempo”, sentenció el investigador, quien es docente en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República y director del Laboratorio de Trazabilidad Molecular Alimentaria (LaTraMa). Antes de meterse de lleno en el tema que titulaba su conferencia, Martínez se preocupó por acercar a su audiencia a la inmensa complejidad que caracteriza lo que llamamos “ecosistema”, una inmensa complejidad de la que aún no entendemos más que una mísera fracción. Complejidad que no es exclusiva de nuestro planeta, ya que “todo en el universo evoluciona y, a gran escala, podríamos decir que todo está vivo”, reflexionó el científico. Dentro del histórico árbol de la vida todas las ramas están conectadas. Todos los seres vivos compartimos un mismo ancestro común en la base de dicho árbol, ancestro que la comunidad científica coincidió en nombrar “LUCA”, y por ende todos los seres que habitan la Tierra tienen en común aunque sea una parte de su genoma (conjunto de genes que compone el material genético de un organismo). Para ilustrar esto Martínez informó al público presente que cada persona comparte un 10% de su genoma con el de una lechuga.

Pero no sólo de secuencias de ADN se trata esta conexión holística. De nuestros ancestros no sólo heredamos una secuencia lineal de código genético, sino también los mecanismos que regulan la expresión de este código. Estos mecanismos se engloban dentro de lo que se conoce como “epigenética”, y éstos dependen primordialmente del medio ambiente. Una secuencia de ADN puede estar presente en un organismo pero no lograr expresarse con efectos observables. Se dice que estos genes inactivos están “silenciados”, y su activación podría ser asociada a encender un interruptor. Estos mecanismos de regulación epigenética están muy vinculados al contexto en el que vive un individuo, al estrés al que éste es expuesto, y por ende suelen estar relacionados con los estados de ánimo de una persona o con el desempeño de una planta en su crecimiento. Pero los mecanismos epigenéticos no solo dependen de la propia maquinaria molecular de cada organismo, sino que en estos procesos es fundamental la interacción cooperativa con organismos que suelen ser considerados enemigos del ser humano: los microbios, como los hongos y las bacterias. Los microbios que componen nuestra “flora natural”, con los que compartimos nuestro cuerpo, son fundamentales para protegernos contra patógenos (los microbios “malos”), para digerir nuestra comida, y también para regular la expresión de nuestros genes. Una parte de estos microbios los heredamos de nuestros padres, la otra proviene de los alimentos que consumimos y del aire que respiramos. El microbioma es así fundamental para nuestra buena salud, y éste depende en gran parte de nuestra relación con el ambiente. Para ayudar a entender hasta qué punto estos microbios son importantes, Martínez comentó que se ha demostrado que algunos estados de depresiones crónicas se han logrado tratar por medio de trasplantes fecales.

Claudio Martínez es biólogo, docente, académico, científico. Fotografía hecha en uno de los laboratorios de la Facultad de Ciencias. Montevideo – Uruguay 04 de setiembre de 2014

Con esta introducción buscaba Claudio Martínez esbozar hasta qué punto nuestra existencia está íntimamente conectada con el medio ambiente, y cómo la más mínima alteración del mismo puede traer consecuencias nefastas para nuestra especie. En una sociedad en la que la ciencia y la técnica avanzan a pasos agigantados, se encuentran en desarrollo biotecnologías y tecnologías (Martínez remarcó la próxima tecnología 5G de redes móviles) que afectarán nuestra vida considerablemente y cuyo impacto en la salud es poco estudiado, “ya que es difícil encontrar médicos que se interesen en estos temas”. “Todo en la naturaleza tiende a la homeostasis, todo tiene un rol determinado, la biomasa es finita, y la idea de que podemos alterar el sistema de forma infinita es un error que nos va a llevar a un callejón sin salida”, pronunció seriamente el investigador. La mayor parte de los secretos de la naturaleza aún no los conocemos, y si nos convencemos de que podemos suplantar todo lo natural por un artificio, estos secretos quedarán enterrados bajo nuestros inventos.

Una de estas tecnologías hila finamente dentro del extenso y denso tejido de la vida: la transgénesis. Esta técnica consiste en manipular el material genético de un organismo para obtener de él características que no sería posible obtener por medio de cruzamientos con otros organismos sexualmente compatibles. Un organismo genéticamente modificado (OGM) es por ende un organismo que presenta en su genoma ADN proveniente de otra especie con la que no puede reproducirse sexualmente. Para generar plantas transgénicas, el ADN a transferir es primero clonado en bacterias que luego se utilizan para “transformar” células vegetales de la especie de interés, las cuales luego se cultivan y seleccionan (mediante marcadores presentes en el ADN clonado) para generar individuos completos.

Hoy en día existen más de 180 millones de hectáreas de cultivos transgénicos distribuidos en 28 países del mundo, cinco de los cuales concentran el 90% de esta área. América Latina es la segunda mayor productora de cultivos transgénicos después de América del Norte, y hasta 2013 Uruguay se encontraba en el décimo puesto de los mayores productores mundiales de transgénicos con 1,5 millones de hectáreas cultivadas, puesto que hoy pertenece a Bolivia. La mayor fracción de esta área sembrada corresponde a cultivos de soja, maíz, algodón y canola (en Uruguay únicamente los dos primeros), y los genes incorporados a estas plantas buscan predominantemente conferirles por un lado la capacidad de sintetizar toxinas bacterianas con efectos insecticidas, sobretodo para proteger los cultivos de las larvas de lepidópteros (orden de las mariposas y polillas), y por otro la capacidad de resistir la aplicación de herbicidas como el glifosato. Esta última característica es la buscada en el 85% de los cultivos transgénicos.

Las principales miradas positivas sobre la producción de cultivos transgénicos se encuentran centradas en el crecimiento económico y la dinamización del sector agropecuario, atrayendo inversiones extranjeras, impulsando innovaciones tecnológicas, y generando nuevos puestos de trabajo. Sin embargo, esta reestructuración social agraria favorece a los grandes emprendimientos sobre los más pequeños y familiares, y éstas miradas optimistas evitan posarse sobre los posibles riesgos en la salud y el medio ambiente a mediano y largo plazo. Cabe destacar que la producción de transgénicos se encuentra concentrada en manos de las grandes empresas multinacionales, las mismas empresas que realizan la mayoría de los estudios de seguridad e inocuidad y que solicitan la liberación comercial de los OGM. Además, como sucede en la mayor parte de los países, en Uruguay esta evaluación de riesgos suele desarrollarse en laboratorios, no incluyendo investigaciones y ensayos en el campo.

Según Claudio Martínez, los argumentos a favor de la inocuidad de los alimentos transgénicos suelen estar fundados por un lado en la precisión de las técnicas de ingeniería genética, y por otro en las similitudes entre las composiciones proteicas de los organismos modificados y de sus homólogos no modificados (osea los naturales). Pero la expresión “ingeniería genética” para el investigador es un oxímoron, ya que las técnicas de transgénesis no son exactas y “la vida no soporta ser ingenierizada”. Aunque los nuevos métodos de transmisión de construcciones genéticas como la tecnología CRISPR/Cas9 sean más específicos, éstos no dejan de ser imprecisos, ya que no es posible determinar con seguridad en qué sitios se insertará el transgen en el ADN receptor. La inserción del gen que interesa transferir a un organismo es azarosa y completamente sujeta a probabilidades, por lo que, por más que sepamos que nuestro gen se insertó en el sitio deseado del genoma por observar las características esperadas, es imposible saber en qué otros sitios se incorporó. La localización del transgen en sitios inesperados puede así producir efectos insospechados sobre la expresión genética del organismo modificado. Son estos mismos eventos de inserción inesperada que no son tenidos en cuenta por los estudios que buscan similitudes entre los OGM y los organismos naturales. Por encima de esta incertidumbre se encuentra también el hecho de que frente a la presencia de un ADN foráneo el genoma tiene a reordenarse, aunque eso signifique modificar la secuencia de ADN original, por lo que “se estarían aprobando alimentos que en diez años pueden ya no ser los mismos”, apuntó Martínez.

El director de LaTraMa subrayó de esta forma que nos encontramos frente a una dudosa veracidad cuando se afirma que los alimentos modificados genéticamente son idénticos a los no modificados, partiendo del punto de que someter a las plantas a ingeniería genética equivale a someterlas a condiciones de estrés. Esto ya de por sí modifica su epigenética, y por ende la expresión de sus genes y su composición en proteínas. En efecto, una de las técnicas más empleadas en la producción de transgénicos a nivel industrial es la denominada “biolística” o “biobalística”, que consiste en bombardear a las células vegetales con micropartículas de oro o tungsteno recubiertas del ADN a transferir. Otro argumento favor de los OGM que Martínez puso bajo la lupa es aquél referido al potencial que tienen los alimentos transgénicos para combatir el hambre de poblaciones humanas en el mundo, potencial que permanece en silencio en vista de que el 75% de los alimentos de estas poblaciones provienen de los pequeños productores y de que la mayor parte de la soja transgénica producida actualmente “alimenta a los chanchos de China y a las vacas de Europa”. Según el científico, la cantidad de alimentos producidos es suficiente para alimentar con creces a la población mundial y el verdadero problema se encontraría en la distribución de estos alimentos y en las lógicas de mercado que la sustentan. En este escenario, América Latina se ha vuelto en los últimos años una gran plataforma de abastecimiento de materias primas para los mercados globales.

Frente a este panorama, Claudio Martínez dijo que la comunidad científica se ha vuelto “un campo de batalla”. Aparte de las investigaciones serias que intentan arrojar luz sobre estos temas, se encuentra en juego todo un “tráfico de influencias” con la publicación de los llamados “poison papers” (trabajos de investigación “venenosos” por cargar con intenciones ocultas) detrás de los cuales se encuentran científicos que fueron financiados por grandes industrias que desean ver respaldadas sus posturas. Pero la asociación con la guerra no la usó Martínez sólo para referirse a las luchas académicas, sino que remarcó cómo todas las relaciones que tiene el ser humano con la naturaleza están atravesadas por un campo semántico belicoso (la “biobalística” podría ser un ejemplo irónico). Según el científico, la humanidad siempre le ha declarado la guerra a todo lo que entorpece o enlentece sus actividades y ambiciones económicas: guerra contra la mal denominada “maleza”, contra los insectos, y contra los microbios. “No hay guerra en la naturaleza – opinó Martínez – competencia sí, pero no guerra. Si estamos en guerra con la naturaleza directamente nos perdemos de conocer sus secretos y le declaramos la guerra a nuestros propios alimentos, ya que muchos elementos que combatimos son aliados epigenéticos”.

Esta actitud guerrera del ser humano respecto a su entorno queda en evidencia en la principal ventaja agrícola de los cultivos transgénicos sobre los cultivos tradicionales: su resistencia al uso de herbicidas. Aunque una de las promesas de los cultivos transgénicos era que permitirían utilizar menos productos químicos para combatir plagas y el estorbo de otras hierbas, la realidad es que el aumento en el uso de transgénicos se vio acompañado de un aumento exponencial en la aplicación de agrotóxicos. Entre el año 2000 y el año 2014 el uso de glifosato en nuestro país se multiplicó por diez, y aún mayor fue el incremento en el uso del ácido 2,4-diclorofenoxiacético, herbicida mejor conocido como 2,4 D que es mucho más nocivo para la salud que el primero. Las cargas masivas de agrotóxicos aplicadas a los cultivos no sólo permanecen en el suelo, sino que también quedan remanentes en los granos. Incluso estos herbicidas son utilizados para desecar las plantas antes de cosecharlas para facilitar el trabajo, por lo que es probable encontrar restos de estos compuestos químicos en los alimentos que llegan al mercado. “Se han vuelto condimentos no declarados”, ironizó Martínez. Actualmente pueden encontrarse rastros de estos herbicidas en el agua de ríos, en el agua de lluvia y hasta en el aire, pero aún no existen estudios en Uruguay para detectar estos rastros en la sangre humana.

Los cultivos transgénicos son en definitiva para el investigador una tecnología más dentro del modelo productivo del agronegocio, modelo que no considera los riesgos de explotar y alterar indiscriminadamente los recursos naturales que en la base de esta lógica de producción son considerados infinitos. Los cultivos genéticamente modificados pueden volverse “malezas” de cultivos posteriores, pueden conferir sus resistencias a herbicidas e insectos a otras especies vegetales emparentadas, y pueden seleccionar resistencias a las toxinas Bt en insectos que podrían volverse nuevas plagas. De la misma forma, el uso indiscriminado de herbicidas podría seleccionar plantas resistentes que no son de interés agrícola. Esto sin contar la modificación evidente de los paisajes y las pérdidas de biodiversidad de los ecosistemas. Por otro lado, este abuso en la aplicación de agrotóxicos no sólo desgasta los suelos, sino que también favorece el crecimiento de cianobacterias (las cuales producen microsistinas tóxicas para el ser humano) en contra del crecimiento de otras bacterias benignas. De hecho, herbicidas como el glifosato son ricos en fósforo, mineral que enriquece el medio de crecimiento de las cianobacterias y que es utilizado por las mismas para realizar la fotosíntesis.

Aunque no existan en la actualidad técnicas agrícolas que no representen un perjuicio para los ecosistemas terrestres, Claudio Martínez Debat se mantuvo positivo con respecto a la existencia de alternativas. Una de las soluciones que planteó para evitar exposiciones involuntarias a herbicidas como el glifosato es aplicar bicarbonato de sodio a las comidas, el cual se descubrió recientemente que permite extraer gran parte de los plaguicidas de los alimentos. Martínez se encuentra a la cabeza del Núcleo Interdisciplinario Colectivo TÁ (Transgénicos y Agroecología) junto a la ingeniera agrónoma Maria Ines Gazzano Santos, colectivo que busca evaluar el impacto sobre los alimentos del modelo productivo actual y del uso de transgénicos y agroquímicos. La agroecología es una ciencia reciente que busca asociar los postulados de la ecología al diseño de nuevos modos de producción agrícola que sean sostenibles en el tiempo. Martínez considera que esta mirada hacia un futuro sustentable es esencial si queremos conservar la naturaleza como la conocemos y seguir evolucionando de forma orgánica y no de una forma artificial transhumanista. Estamos en el cruce de dos caminos. Sólo resta decidir qué camino preferimos transitar.

Bruno Gariazzo

Huellas de luz

Nota publicada en la sección CROMO del diario El Observador

La artista Manuela Aldabe cuenta el proceso detrás de la exposición de cianotipia presente en el EAC y explica el valor actual de esta técnica fotográfica experimental.

La formación de un laboratorio botánico

Si nos interesamos por el origen etimológico de la palabra “tecnología”, descubrimos que ésta está formada por las palabras griegas “techné”, que significa arte, técnica u oficio, y “logos”, que nos envía al discurso, al estudio o al razonamiento. Quien dice “arte” se encuentra entonces diciendo “técnica”, y el artista que domina y pone en práctica el conjunto de saberes que encierran a una técnica se encuentra haciendo tecnología. A partir de la Revolución Industrial, la ciencia ha sorprendido al ser humano continuamente con innovaciones tecnológicas cuyos saberes son cada vez menos abarcables para la lógica del ciudadano promedio. Todos utilizamos tecnología que se ha vuelto indispensable en el día a día, pero cuyos secretos de funcionamiento ignoramos en su mayoría. ¿Cuántas personas pueden describir rigurosamente los procesos que se encuentran actuando cada vez que presionan el botón (táctil o mecánico) para tomar una fotografía en su cámara digital o en su teléfono celular?

Leonardo Carreño

Lo mismo se cuestionó la artista Manuela Aldabe cuando decidió abandonar su cámara digital y comenzar a trabajar con una de las más antiguas técnicas de fotografía: la cianotipia. Actualmente se encuentra en exposición en el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC), antigua cárcel de Miguelete, el resultado de una serie de talleres que realizó mensualmente Aldabe entre mayo y diciembre del 2018 en conjunto con los responsables de la huerta “La Quinta”. Esta huerta surgió como un movimiento que buscaba generar un núcleo de integración social para el barrio, y cuando la artista se enteró de su existencia, no tardó en interesarse en emprender un proyecto en conjunto. La actividad consistió en un registro fotográfico de las hojas de cada planta presente en la huerta, en cada una de las etapas de su desarrollo. Mientras los participantes del proyecto aprendían los secretos de una técnica fotográfica tradicional y artesanal, la fotógrafa aprendía los secretos del cuidado de una planta.

En efecto, Aldabe dijo a CROMO que desde pequeña tiene una relación cercana con el mundo de las plantas debido a que su padre es ingeniero agrónomo. “La planta como ser misterioso e imprescindible en la vida lo tengo muy cercano por mi padre”, dijo, “pero aun así no soy muy buena cultivando”. Por este motivo, su trabajo junto a sus compañeros de La Quinta le resultó muy enriquecedor. Todo lo que encierra a Aldabe tiene un fuerte compromiso comunitario y su fotografía busca implicar al espectador desde lo social. Este caso no es la excepción, ya que uno de los aspectos que más llamó su atención fue el carácter integrador de la actividad que tenía lugar en la huerta. En este sentido, lo artesanal de la técnica fotográfica seleccionada no sólo facilita el acercamiento de toda persona interesada dentro de una misma experiencia de taller, sino que a su vez lleva a todo el grupo a compartir un mismo lenguaje alrededor de la técnica empleada. Y esta actividad atrajo a toda una diversidad de personajes, entre los que se encontraron botánicos, transeúntes, ancianos que frecuentan ese espacio, artistas y hasta el mismo cuida coche de la cuadra.

Una técnica que privilegia el contacto

 La artista afirma que gran parte de su obra está relacionada con la conexión, con el contacto, por lo que viene trabajando “la necesidad de captar la energía de los objetos sin cámara, cada vez con menos intermediarios”. Es importante por ende que los materiales y objetos con los que trabaja toquen el soporte en el que quedarán impresos. Antes de inmortalizar la silueta de las plantas de esta huerta, la fotógrafa ha trabajado con las impresiones de prendas de mujeres víctimas de feminicidio, presentes en su última exposición llamada “Toco tu piel”, así como con la fotografía del vestido de novia de Delmira Agustini (también víctima de feminicidio). Es importante para ella entonces la búsqueda de una “memoria de los objetos” a través de la huella que dejan eternizada para nuestros sentidos.

Según Aldabe, “es la propia temática de la obra la que termina dando la técnica a emplear, y en esta ocasión la cianotipia y la botánica van muy bien”. Ambas ciencias están emparentadas para la creadora ya desde sus propias necesidades: tanto la cianotipia como la botánica necesitan de la luz del sol. Además, una de las pioneras en esta técnica fotográfica fue precisamente una botánica, Anna Atkins, quien publicó el primer libro de documentación fotográfica. Aprendiendo esta técnica directamente de quien la creó en 1842, John Herschel, amigo de su familia, Atkins la utilizó como una alternativa para realizar los dibujos con los que llevaría un registro de las diferentes especies de plantas a documentar. La propia Aldabe considera que este  tipo de técnica se acerca más al concepto original de la fotografía que la moderna foto digital, ya que ella entiende a la fotografía como un “dibujo de luz”.

De hecho, la cianotipia es un procedimiento a través del cual se obtiene una imagen de color azul, negativo de un objeto que ha sido apoyado sobre un soporte embadurnado previamente con un material sensible a la luz ultravioleta. Este arte consiste en mezclar dos sustancias químicas, ferrocianuro de potasio y citrato de amonio y hierro, para luego pintar con la mezcla un soporte (puede ser papel, tela o lienzo) en varias capas superpuestas. Al exponer el preparado a la luz del sol, el hierro presente en el material sensible reacciona a los rayos UV y se adhiere al soporte (se dice que “precipita”) adquiriendo un color llamado “azul de Prusia”, muy similar al cian (de ahí el nombre de la técnica). En todas aquellas regiones del soporte donde no haya llegado la luz, por estar cubiertas por el objeto a fotografiar, la mezcla no reaccionará. Finalmente lo último que resta para obtener una fotografía es lavar el material con agua para eliminar toda la sustancia que no se haya adherido. Es la etapa de revelado.

Mucho más que un click

Según Manuela Aldabe, gran parte del atractivo de la fotografía es su relación con la vida misma, ya que no sólo es importante la luz, sino que “las sombras también son necesarias”. “Yo suelo decir que la cianotipia es muy romántica”, dice Aldabe, “porque cuando las toca el sol estas sales se abrazan al soporte y se quedan unidas en una fotografía”.

Por una lado, la artista decidió comenzar a usar la cianotipia por necesidad ya que deseaba trabajar con obras más grandes (de 8 a 15 metros) y la fotografía digital le resultaba engorrosa y aburrida. Por otro, a Aldabe le pareció que una técnica más artesanal transmitía una enseñanza: “no todo en la vida se hace con un click y todo conlleva una construcción”. Tanto en este tipo de fotografía antigua como en el cuidado de una huerta lo más importante siempre es el proceso, y eso es lo que hizo de este taller un ámbito de laboratorio. Para tomar la simple fotografía de una hoja es necesario preparar los químicos, el material sensible, pintar el soporte, y después todo el preparado debe reposar al sol entre diez y veinte minutos. “Tenemos que estar atentos observando durante todo el proceso”, dice la fotógrafa, “por eso se habla en este caso de fotografía experimental”. “Hoy estamos muy anclados a las computadoras”, continúa, “y la vida se ve cada vez más desprovista de verde, de conexión con lo que manipulamos, y de acá (de la huerta) nos vamos con un objeto tangible, que existe”.

Manuela Aldabe contó a CROMO que el grupo responsable de las obras de esta exposición ya quedó seleccionado para llevar a cabo el mismo taller que el año pasado pero con otras técnicas fotográficas. Esta vez las técnicas a implementar incluirán la antotipia, que utiliza el material fotosensible propio de las plantas, la copia sobre clorofila, y la goma dicromatada, que utiliza sales de cromo sobre goma arábiga.

Bruno Gariazzo

Una amistad milenaria e insustituible

Nota publicada en la sección CROMO del diario El Observador

En vista de la nueva integración de un halcón robotizado al grupo de aves rapaces destinadas a la cetrería en el Aeropuerto de Carrasco, Cromo se comunicó con el cetrero Mauricio Rattin para conocer más sobre el pasado y el futuro de este arte milenario .

A lo largo de su evolución, la relación del ser humano con su entorno se ha visto marcada por un progresivo dominio ejercido sobre la naturaleza para adecuar ésta a la eficiencia de sus actividades. Desde el uso del buey para el arado de los cultivos hasta el servicio prestado por la mula para el transporte de carga, otros animales han servido al Homo sapiens desde los albores de su razón. Pero no todos los animales que acompañaron a este primate durante su historia han sido meramente esclavos de sus fines. Muchos se han visto beneficiados a su vez por la colaboración, generándose así amistades milenarias que hoy caen fácilmente bajo la denominación de “mascotas”. El perro, “el mejor amigo del hombre”, sería el ejemplo más evidente, pero existen otros menos célebres, que no son comúnmente considerados ¨mascotas¨ y cuya relación con el humano es sorprendente: las aves rapaces.  

La llamada “cetrería” es el arte de cazar empleando aves de presa entrenadas, como halcones o gavilanes. En esta procura de alimento, ambas especies, el ser humano y el ave, se veían beneficiadas, desarrollándose así una simbiosis que fue definida por el naturalista Félix Rodríguez de la Fuente como “la primera vez en que el hombre no sometió al animal al yugo y al látigo”. Esta práctica se cree se expandió desde Asia, ya que era frecuente entre las poblaciones nómadas de mongoles descendientes de Genghis Khan. Introducida en Europa Occidental a través de las invasiones godas, la cetrería se popularizó durante la Edad Media como un medio de diferenciación social. En diálogo con Cromo, el cetrero uruguayo Mauricio Rattin contó que en esa época “los grandes halcones eran volados por los nobles, a diferencia de los pequeños halcones o gavilanes que podían ser utilizados por los miembros del clero”. El declive de esta forma de cacería comenzó con el surgimiento de las armas de fuego, pero aunque los avances técnicos mitigaron su popularidad, la cetrería fue declarada en 2010 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad  por la UNESCO.

Patrullando desde los cielos

Actualmente, Mauricio Rattin forma parte de un equipo de cinco cetreros que trabaja desde el 2008 controlando la fauna presente en el predio del Aeropuerto de Carrasco. La primera vez que se utilizaron aves rapaces para realizar controles biológicos en aeropuertos fue en los años 70 en España, por el ya mencionado Félix Rodríguez de la Fuente. “Nosotros brindamos las herramientas prácticas al programa de control aviario y fauna «Guardianes de los Cielos», donde se estandariza el servicio en función de la normativa que es impartida por Organización de Aviación Civil Internacional (OACI)”, informó Rattin. Básicamente, su trabajo consiste en utilizar toda una batería de métodos, tanto reactivos como preventivos, para desalentar que se instalen en la zona animales que puedan significar un peligro para el aterrizaje y despegue de los aviones. Entre los métodos preventivos se encuentran los trabajos de manejo del ambiente, como el drenaje de acumulaciones de agua que podrían atraer a la fauna, censos que permitan conocer el uso del espacio aéreo del aeropuerto por las aves, y el control biológico con técnicas de cetrería. En cambio, los métodos reactivos incluyen el uso tanto de pirotecnia, como de perros de acoso de la raza Border Collie y de aves de presa. Recientemente se agregó un nuevo elemento a estos métodos: un robot que intenta parecerse a un halcón peregrino como para usarlo de manera intercalada con las aves de carne y hueso.

Camilo Dos Santos
Camilo Dos Santos

La empresa Cetrería del Sur , a la que Mauricio Rattin pertenece, no sólo trabaja para el aeropuerto, sino también para el área agrícola e industrial controlando las poblaciones de especies consideradas plagas, como la paloma doméstica o la cotorra. “Buscamos generar una zona insegura para la fauna y así reducir su presencia dentro del predio – explicó el cetrero – ya que por el miedo natural a sus depredadores, reducen su tránsito y permanencia en el sitio para preservar su existencia”. Como lo que motiva a las aves rapaces a cazar es la posibilidad de alimentarse, eventualmente se le debe permitir alcanzar al menos a una presa, pero principalmente se busca ahuyentar a la fauna y no cazarla. Para cubrir un mayor abanico de especies presas, se utilizan diferentes especies de aves cazadoras, como ser el halcón aplomado, el halcón peregrino, el gavilán mixto y el águila mora. Al tener diferentes modalidades de vuelo y de caza, cada una cubre diferentes sectores del espacio aéreo. El gavilán mixto, por ejemplo, es una especie que es muy versátil y es utilizada para la modalidad de bajo vuelo, partiendo desde el puño o desde el vehículo del cetrero en vuelo directo a perseguir las presas. En cambio, el halcón peregrino caza desde las alturas y es el animal más veloz del planeta, superando los 340 kms por hora cuando se lanza en picada tras su alimento. Son dos tipos de vuelo completamente diferentes que tienen utilidades específicas dentro del trabajo de los cetreros en el aeropuerto. “El halcón peregrino caza por altanería, busca ganar altura realizando vuelos concéntricos sobre el cetrero, y el cono de ataque que puede cubrir es mucho mayor que un gavilán que vuela a 20 o 50 metros – afirmó Rattin – El halcón aplomado tiene una cola muy larga que les sirve como un gran timón que les permite maniobrar en persecuciones directas detrás de la presa, algo que el peregrino no puede hacer porque está diseñado para la velocidad, su estructura anatómica no está hecha para eso”.

Camilo Dos Santos

El total del plantel de las aves utilizadas por Cetrería del Sur está conformado por aves reproducidas en cautiverio en el propio Aeropuerto de Carrasco y aves rehabilitadas que proceden de diferentes Organizaciones, ya sea porque se criaron desde pequeñas con seres humanos y no se reconocen con otros de su especie, o porque tienen alguna lesión o discapacidad física que no les permitiría cazar y sobrevivir en un medio salvaje. En total el plantel suma cerca de 40 aves que guardan una impronta especial hacia sus entrenadores. El entrenamiento de cada uno de estos animales se produce por medio de reflejos condicionados: por su conducta natural,  el ave termina asociando al cetrero con su proveedor de alimento o de presas. Por medio de un sistema de recompensas (o de ausencia de las mismas), finalmente el animal comprende qué comportamiento debe adoptar para obtener su comida. “Una vez que te acepta el ave como su compañero de caza, ya se forma un equipo de trabajo”, comentó Rattin. La mayor parte de las cacerías son simulacros, ya que se utilizan señuelos con forma de ave a los cuales se les ata un pedazo de carne, pero el estilo de vuelo de ataque es percibido a la distancia por el resto de la fauna,  la cual se alerta y se retira.

Camilo Dos Santos

El caso del Aeropuerto de Carrasco es bastante particular por el lugar geográfico en el que se encuentra, rodeado de bañados y de zonas protegidas. A dos kilómetros de la costa, cerca de lagos artificiales y del parque Roosvelt, el terreno del aeropuerto es un lugar atractivo para una gran variedad de especies. Como el ecosistema es diverso, la fauna que allí se instala es diversa también y está protegida por ley. Esto implica un desafío para los cetreros, ya que “hay que buscar un permanente equilibrio entre las reglamentaciones internacionales que exigen el mitigar el riesgo de impactos con fauna en las operaciones y las leyes locales que la protegen y prohíben  su caza entre otras medidas, siendo las que frecuentan el predio mayormente clasificadas como prioritarias para la conservación”, dijo el especialista en cetrería. El ingreso de un ave a las turbinas de un avión puede ser desastroso, pero los riesgos son mayores durante el despegue que durante el aterrizaje. “La fauna en un aeropuerto es un peligro latente, no se puede evitar, pero debemos garantizar una buena gestión de esos peligros, donde el objetivo sea la mitigación del riesgo que genera”, aseguró Rattin. El Aeropuerto de Carrasco, basado en reglamentaciones internacionales aprobadas por la autoridad aeronáutica, maneja como indicador aceptable de seguridad operacional 1 impacto cada 1000 operaciones. Según los registros, en el acumulado de los últimos 10 años el indicador promedio fue de 0.14 impactos cada 1000 operaciones, lo que respalda el buen trabajo que se realiza las 24 horas, todos los días del año.

Camilo Dos Santos

El juguete nuevo

Acerca del halcón robótico recientemente agregado al plantel de aves rapaces, Mauricio Rattin consideró que es una herramienta más dentro de otras, y que de ningún modo el aparato podría sustituir a uno de sus halcones o gavilanes entrenados. Según el entrenador, el atractivo que representa el terreno del aeropuerto para las especies de fauna es muy grande como para que desistan de habitarlo si no se les presenta una buena razón para hacerlo. “Si utilizaramos solamente un halcón robótico y no se caza nada, es probable que la fauna identifique que no es un peligro real, y con el tiempo empiece a perder efecto”, explicó Rattin. Esta ave mecanizada, diseñada por una empresa colombiana, es un aeromodelo radiocontrolado que fue modificado en su estructura para parecerse lo más posible a la silueta de un halcón peregrino en vuelo. Los cetreros uruguayos se vieron interesados en incorporar esta tecnología innovadora como una forma de no quedar desfasados con respecto al resto del mundo, ya que el robot se está comenzando a utilizar a nivel internacional, aunque el de Carrasco es el primero en la región. Asegura Rattin que este halcón es muy efectivo para ahuyentar especies migratorias que tendrán con él un único encuentro antes de proseguir su ruta. Sin embargo, por el efecto de acostumbramiento antes mencionado, esta tecnología no sería del todo eficaz si lo enfocamos al uso sólo con especies locales. “En nuestro caso, tenemos un altísimo porcentaje de especies residentes, especies que intentan permanentemente establecerse, como los teros que encuentran en el aeropuerto las condiciones propicias – informó el cetrero. «Si utilizáramos solamente este método, probablemente se generaría un acostumbramiento a corto plazo”.

Camilo Dos Santos
Camilo Dos Santos

Para operar con esta herramienta, el equipo de Cetrería del Sur necesita aún una licencia de la Dirección Nacional de Aviación Civil e Infraestructura Aeronáutica (DINACIA) del Ministerio de Defensa Nacional. Cuando obtengan el permiso, la idea sería utilizar el halcón robótico de manera intercalada: normalmente se emplearían las aves “reales”, pero se optaría por la artificial por ejemplo en el verano, en horas cercanas al mediodía, cuando el calor puede ser agobiante para las aves. “Pensando en su bienestar optaríamos por no volarlas (a las aves) y usar esa herramienta de cetrería robótica”, contó Rattin. El entrenador de halcones sostiene que “esta tecnología no podría nunca reemplazar a un arte de 4 mil años de antigüedad”, y, aunque reconoció lo interesante de la sinergia entre ambas herramientas, declaró que “no es el sustituto de nuestros halcones”. Aunque la tecnología avance en su imitación de la naturaleza, la relación de mutuo beneficio generada entre dos especies durante miles de años de evolución no debería de ser algo despreciable. Al respecto, Mauricio Rattin describió cómo es la relación entre un ave rapaz y su entrenador:

“Para ser cetrero se necesita de mucha vocación y sobre todo mucho amor por la naturaleza. Si esto realmente no te apasiona es imposible que lo puedas sostener en el tiempo, porque tener un ave para cetrería requiere de trabajo diario y cuidados permanentes. Cuando te dedicas a entrenar un ave rapaz, tenés que ser 100% responsable y saber que no es una mascota, que va a depender enteramente de vos. Siempre debemos pensar en el bienestar de nuestras aves, que son con las que trabajamos y con las que convivimos; son parte de nuestra vida cotidiana”.

Bruno Gariazzo

Tras la máscara de la locura

El vacío tras la facción

El rostro es una pantalla misteriosa. Como Alicia cuando atraviesa el espejo, atravesar el rostro de un otro equivale a aventurarse dentro de una versión retorcida de nuestras propias emociones. El rostro es una fachada a la vez que un reflejo distorsionado sobre las aguas agitadas de un subconsciente lleno de preguntas. Pero plantearse estas cuestiones, poner en duda nuestro propio rostro y el de los otros, es el primer paso para caer en las profundidades de aquello que la medicina nunca se ha cansado en denominar «locura». Pero, ¿qué significa volverse loco para el común de los conscientes mortales? Significa hundirse en la inconsciencia, explorar las sombras de ese instinto que tanto miedo da al ser natural que busca escapar de su propia naturaleza a través de construcciones del pensamiento. El lenguaje pone orden al caos natural y permite evolucionar al ser humano dentro de su ilusión estructurada. Pero entre los andamios no deja de reptar el miedo, ese flujo negruzco que pocos se atreven a mirar y a través del cual corre la verdad. No es casual que antaño hayan sido incinerados como locos herejes aquellos que se atrevieron a salir del andamio para explorar sus miedos. Hoy muchos de esos mismos locos son llamados «científicos». Otros son llamados «enfermos».

Quien se atreve a desafiar el orden establecido siempre ha sido rápidamente apartado de la sociedad, ya sea encerrado en un calabozo para que sus pensamientos y comportamientos no infecten a otros, ya sea ubicándolos en un escenario para que su locura se diluya en espectáculo. De esta segunda opción nace la figura del payaso, del bufón de la corte, de ese ser cuya única función es liberar las tensiones que son producto de ese orden que tanto interés tiene El Poder por mantener en la población. Pero la sonrisa del payaso puede parecer (¿en apariencia?) forzada, y es en esta puesta en cuestión de la verdadera emoción que esconde ese rostro que radica el miedo histórico de los ojos avispados ante este personaje. ¿Se está realmente riendo o está obligado?  ¿Es un mero acto de seducción que oculta intenciones siniestras? Y luego del son está la risa, ese reflejo espasmódico ante la desgracia ajena y el absurdo. Ese cortocircuito en el andamiaje del orden consciente que derrumba todo el cuidadoso constructo del lenguaje y une a los humanos en lo más instintivo de su naturaleza. Un himno a la muerte que en vez de lamentarla y temerle, como lo hace el llanto, la celebra. Tanto el llanto como la risa son respuestas al miedo más primitivo, el miedo al vacío de la inexistencia. Mientras el llanto es un llamado de auxilio frente a ese miedo al abismo, la risa es una completa negación del mismo, una provocación que busca alejar a la muerte seduciéndola. Y es el reconocimiento de la esencia de esa provocación lo que despierta el terror hacia el payaso y a quien se ríe sin razón aparente. Pero después de todo lo que he expuesto, ¿existen realmente rastros de razón detrás de la risa? De ningún modo. Allí está su valor liberador. La risa es para la razón lo que el caos es para el orden.

La aventura fuera de los andamios de la cordura

La aventura por desenmascarar al orden divino de la humanidad para exponer los engrasados engranajes sobre los que ésta se sostiene se extiende a lo largo y ancho de la historia del arte humano. Aunque esta aventura ha tenido momentos de mayor o menor posibilidad de expresión, siempre ha existido algún que otro ser valeroso que se ha atrevido a saltar fuera de la estructura para estudiar los monstruos que según la leyenda habitan los intersticios del sentido. Encontramos algo de estos aventureros en personajes cínicos como Diógenes, en representaciones del desorden y de lo grotesco como las obras de los pintores holandeses Pieter Brueghel y El Bosco, o como las proyecciones pesadillescas de un Goya alienado, o incluso en los relatos sombríos de un Edgar Allan Poe. Pero sin remontarnos siglos atrás, recientemente la cultura popular ha sacado por medio del cine nuevamente una carta que es símbolo de caos: la carta del Joker. Pero lo que nos interesa particularmente de esta carta no es sólo su función de «todo vale» en un juego de naipes, sino el personaje que sonríe entre los límites de este comodín, y más específicamente aún el personaje que cobró vida fuera de este naipe en los cómics creados por el escritor Bill Finger y los dibujantes Jerry Robinson y Bob Kane.

Apareciendo por primera vez en 1940 en la primera novela gráfica protagonizada por el justiciero oscuro llamado «Batman»,  el personaje de «El Guasón», antagonista del primero, no ha cesado de sufrir modificaciones a lo largo de los años. Su evolución se vio acompañada de un trasfondo psicológico cada vez más complejo y profundo cuyos resortes se vieron atacados repetidas veces por la censura, la cual sus marionetistas debieron sortear sacrificando por ello en ocasiones la esencia de lo que buscaban expresar. El último paso en esta evolución lo dio la película «Joker» dirigida por Todd Phillips, producida por el genio de Martin Scorsese, con guión de Scott Silver, y protagonizada por Joaquin Phoenix, quien tuvo la tarea de encarnar a este villano de historieta en los orígenes de su locura (¿o cordura?).

A diferencia de otras versiones anteriores de “El Guasón” (así se hace llamar este genio del crimen), el personaje diseñado por Phillips, Phoenix y las pinceladas de Scorsese, es víctima de una enfermedad mental, producto en parte de los malos tratos que sufrió durante su infancia. Esta decisión no es de mi particular preferencia, ya que, a mi gusto, justificar las acciones de este personaje desquiciado a través de un cuadro clínico, que incluso podría ser heredado genéticamente, quita profundidad a la metamorfosis psicológica que sufre el personaje en su transición de simple civil a mente criminal. Pero para comprender mejor la complejidad de la psicología de este villano es menester recorrer su evolución a través de las mentes creadoras detrás de sus diferentes representaciones.

La evolución de la psicología del caos

No existe un consenso dentro de la historia ficticia del universo de “El Caballero Oscuro” (el Hombre Murciélago) sobre el origen del Joker. En sus inicios, El Guasón era un asesino serial que dejaba en la escena del crimen a sus víctimas con una sonrisa mutilada en el rostro, acompañadas de una carta (un comodín) como su marca personal. A comienzos de los cincuenta se buscó darle un origen a la apariencia del personaje, por lo que El Guasón pasa a ser un experto criminal que en un intento de huida de la autoridad (Batman) se arroja en una fosa con residuos tóxicos que le terminan obsequiando una piel blanquecina, un pelo verduzco y una amplia sonrisa descarnada. Pero los cómics siendo aún considerados un pasatiempo de niños por los altos cargos de la cultura norteamericana, las fuerzas puritanas del  Comics Code Authority forzaron a que El Joker abandonara el escenario para aparecer nuevamente en la cómica serie televisiva de 1966, siendo protagonizado por Cesar Romero y perdiendo los rasgos sádicos de su personalidad para volverse un simple bufón para la audiencia.

No fue hasta 1973 que volverían a verse sus tintes homicidas, cuando el artista Neil Adams y el escritor Dennis O’Neil decidieron revivir la versión original del personaje para el cómic n°251 de Batman. Esta vez El guasón ya no era simplemente un psicópata asesino que gusta de reír desenfrenadamente frente a sus víctimas y perseguidores, sino que se transformó en un genio criminal, volviéndose para el héroe Batman lo que James Moriarty es para el detective Sherlock Holmes. Esta nueva versión gustó tanto a los lectores de cómics que atrajo la atención de otros realizadores de novelas gráficas cuyas obras solían alejarse del mundo del entretenimiento de superhéroes. Fue gracias a tres fuerzas creativas de estos inspirados realizadores que el universo de los cómics de Batman dio un salto hacia la profundidad psicológica de la que hace gala hoy en día.

Por un lado se encuentran el guionista y dibujante Frank Miller, mente creativa detrás de los cómics «Sin City» y «300», quien en 1986 generó para DC Comics su propia versión del Caballero Oscuro en una serie de cuatro publicaciones llamada «Batman: The Return of the Dark Knight». En esta versión, Miller decidió traer de nuevo a un veterano y psicológicamente desgastado Batman para limpiar las calles de una Ciudad de Gótica más violenta que nunca. Bruce Wayne (Bruno Díaz para los latinos) es perseguido por la pesadilla de la muerte de sus padres, germen de su odio hacia el crimen y gatillo de su transformación en el Hombre Murciélago, alter ego cuya formación Miller asocia a la película de El Zorro que el pequeño Bruce se encontraba viendo en el cine momentos antes de la muerte de sus progenitores.

En «El Regreso de El Caballero Oscuro», El Guasón despierta repentinamente de un estado catatónico en el Asilo Arkham (hospital para enfermos mentales de Gotham que a su vez funciona como cárcel de máxima seguridad)  tras enterarse del regreso de su némesis, y convence a su psiquiatra de que le permita demostrar públicamente la cura de su psiquis. Se presenta así como un villano redimido frente a las cámaras del set de un programa de televisión. Resultado: todos los presentes en el estudio de TV, excepto el redimido, terminan muertos. De allí el Joker va dejando un regadero de muertes que conducen a Batman hacia su trampa. La versión de este payaso de Miller, oscura y retorcida, es el reflejo distorsionado y macabro de la última actualización del personaje. Un personaje demencial, de suma inteligencia y cuya máxima ambición es regar el caos a su paso.


Esta visión oscurecida de los héroes y villanos de Ciudad Gótica inspiró por otro lado a Alan Moore, guionista de «Watchmen» y «V de Venganza», quien junto al ilustrador Briand Bolland ideó una de las más aclamadas novelas gráficas de este universo gótico de DC. «Batman: The Killing Joke «, publicada en 1988, plantea un retrato más complejo de la psicología tanto del héroe como del villano, imaginando a ambos personajes como los dos lados de la misma moneda. Como es costumbre en las obras de Moore, este cómic está impregnado de la dualidad entre los conceptos del «Bien» y del «Mal», ambos conceptos siendo mostrados como intrínsecamente ambiguos. Tanto Batman (el «Bien») como El Guasón (el «Mal») son el producto de experiencias traumáticas y se encuentran unidos por el destino dentro del mismo círculo vicioso: ninguno es capaz de vencer al otro y ambos dependen mutuamente el uno del otro de forma inevitable. Batman representa el orden y el miedo sobre el que éste se sustenta, mientras que El Guasón representa el caos y la locura que lo fomenta.

En esta ocasión, El Joker ya no es tan solo un genio psicópata, sino que es un antihéroe con un propósito: demostrar a la humanidad como cualquier persona, por más cuerda que parezca, puede perder el control frente a las injusticias sociales y transformarse en «El Guasón». La historia del origen del personaje retoma la idea de un ladrón que cae en un gran recipiente de desechos químicos, solo que esta vez éste se encuentra enredado en un robo en el que accede a participar como una forma de ayudar económicamente a su esposa embarazada. Se trata de un ingeniero que trabajaba antiguamente en la misma planta en la que se produce su accidente, la cual había abandonado para dedicar su vida a su vocación de comediante.  Tras su fracaso en el mundo de la comedia, decide ayudar a una banda de criminales a ingresar a la planta de procesamiento en la que trabajaba a cambio de parte del motín, pero en medio del atraco el fracasado comediante cambia de opinión al enterarse de la muerte de su esposa. El personaje es forzado a continuar igualmente con el plan, y, al ser sorprendido por las fuerzas del Bien (Batman), se produce el fatídico accidente que no sólo provocará la metamorfosis de su apariencia física sino también la de su psiquis.

Este origen es puesto en duda por el propio villano en el cómic alegando en un momento que su historia bien puede ser una de esas de “múltiple opción”. A partir de su metamorfosis el Joker busca generar la misma transformación en otras personas sometiéndolas a desgracias similares a las que él enfrentó en su vida. En este cómic Moore hace del payaso un villano nihilista y opone a través del mismo a la ley y su lucidez con el crimen y la locura. Esta misma locura es puesta constantemente en duda a través de los diálogos que mantienen de igual a igual los polos opuestos del Bien y el Mal, como si estos diálogos fueran los dos lados de un mismo espejo. La propia dualidad entre el Bien y el Mal termina licuándose en este cómic en un momento en que tanto el villano como el héroe terminan riéndose al unísono tras un chiste del primero.



Por último, cabe destacar la inspiración creativa del guionista Grant Morrison y el dibujante Dave McKean, quienes llevaron al héroe con orejas de murciélago a lo más oscuro de la psicología humana encerrándolo en la peor de las pesadillas. En “Batman Arkham Asylum: A Serious House On Serious Earth”, novela gráfica publicada en 1989, el villano payasesco toma el control del ya mencionado asilo para lunáticos y obliga al caballero oscuro a permanecer un día entero aislado junto a todos los reclusos liberados. El cómic inspiró una serie de videojuegos con el mismo nombre cuya trama toma prestado el inicio de la novela para luego desprenderse de ella y tomar sus propias direcciones. Esta serie de videojuegos ambientada en Arkham presenta en la voz del Joker a Mark Hamill, actor que ya había interpretado al personaje en otras series animadas y cuyo desempeño merece mención y reconocimiento.


En la historia de Arkham Asylum, Batman es enfrentado a sus peores miedos, el personaje al comienzo admitiendo incluso que teme sentirse como en su hogar cuando las puertas del asilo se cierren sobre él. Así, el héroe enmascarado es posicionado en el mismo lugar que el resto de los “dementes” que habitan esta casa de la locura, y siendo lo único que lo diferencia del resto su particular inteligencia. Pero entre estos muros que desafían la cordura existe otro personaje tan inteligente como él, El Guasón, quien se transforma dentro de su ambiente en psicólogo del héroe, exponiéndolo a sus más profundos miedos y haciéndolo dudar de sí mismo al cuestionar el orden que tanto defiende. En este cómic el Joker, además de ser despiadado e inteligente, demuestra tener un profundo apego por El Hombre Murciélago, apego que bordea la obsesión amorosa, ya que considera al héroe como el único ser que comprende su peculiar forma de percibir el mundo. Pero no sólo de diálogos y situaciones se compone una novela gráfica, y en este caso es imprescindible resaltar el arte abstracto de Dave McKean, el cual brilla por el empleo de diversos medios al servicio de un denso simbolismo. Dibujo a lápiz, pintura, fotografía, collage y trazos difuminados son utilizados para zambullir al lector dentro de la niebla espesa del sinsentido. 



Una gran pantalla amenazante

Trasladar cualquiera de las puntas de esta tríada creativa a la gran pantalla es todo un desafío, no sólo al ingenio artístico, sino al ingenio burocrático necesario para vencer los filtros de la censura hollywoodense. El primero en aventurarse en tal tarea fue el director Tim Burton quien en 1989 llevó al cine al héroe de Gotham interpretado por Michael Keaton, con la actuación de Jack Nicholson en el papel de El Guasón. Burton se inspiró en la versión oscura de los cómics de Batman de finales de los 80 para construir el universo de sus dos películas ambientadas en Ciudad Gótica, y, aunque estas obras cinematográficas están muy suavizadas en comparación con las novelas gráficas que las inspiraron, nunca antes el público había visto películas tan sombrías de superhéroes. Las versiones de Burton incluso toman rasgos cómicos propios de la serie televisiva de Batman de los años 60, el Joker interpretado por Nicholson mostrándose como un personaje hilarante y bailarín, aunque pierda por momentos su gracia para dirigir una mirada asesina hacia sus enemigos. Luego de dirigir dos películas sobre el Hombre Murciélago, Burton se retiró de Ciudad Gótica y dio paso a otros directores que se despegaron de la profundidad de los cómics de Miller, Moore y Morrison, dejando tras de sí unas películas que, aunque puedan ser entretenidas, son olvidables.



Otro concepto diferente  trajo al cine el director Christopher Nolan con su trilogía de “The Dark Knight”, protagonizada por Christian Bale en el traje del héroe y cuya adaptación del personaje del Joker en su segunda película fue aclamada por la crítica. En “The Dark Knight”, el payaso es interpretado por Heath Ledger en una actuación que pasó inmediatamente a ser rival de la interpretación de Jack Nicholson, pero con una construcción menos cómica, más oscura y despiadada del villano estrella de DC. El origen del personaje de El Guasón en la versión de Nolan poco importa, es más, ni siquiera el personaje parece recordarlo. Aquí se pone por encima de todo el nihilismo de este genio criminal, quien lo único que desea es presionar los botones necesarios para luego sentarse a observar cómo toda la sociedad es consumida por el caos. Sin escatimar en los elementos tomados de la “Santa Tríada del Murciélago”, Nolan desafió la censura y expuso los lados más retorcidos de esta relación conflictiva entre el héroe y el villano. La película llegó a tener tal repercusión que inspiró la denominada “Masacre de Aurora” en 2012, episodio durante el cual un hombre disfrazado abrió fuego en una sala de cine de Colorado (Estados Unidos) contra el público que asistía al estreno de la película “The Dark Knight Rises”, tercera entrega de la trilogía de Nolan, causando doce muertes y más de cincuenta heridos.



Esta lamentable situación explica el miedo que generan en el pueblo americano las proyecciones en la gran pantalla de lo más oscuro del ser humano. Al llegar a un público masivo, los miedos pueden jalar el gatillo equivocado. Es este mismo miedo que llevó recientemente a las familias de las víctimas de esta masacre a manifestarse en contra de la última película que buscó encarnar los orígenes del sonriente villano en el actor Joaquin Phoenix. Aunque la versión de El Guasón orquestada por Todd Phillips me parece, como ya expresé antes, bastante adulterada con respecto a la construcción de la tríada creativa de los años 80 de la cual bebe, esto no significa que una nueva aparición de este personaje en la pantalla grande no signifique una nueva ventana abierta hacia el significado oculto de la locura. Con guiños a películas de Scorsese como “Taxi Driver” y “The King of Comedy”, Phillips nos presenta a Arthur Fleck, un aspirante a comediante que vive en una Ciudad Gótica decadente durante los años 70. Fleck vive con su madre, quien vive sus últimos alientos y se sustenta con lo poco que gana su hijo trabajando como clown.

Aunque su sueño es brillar sobre un escenario, Arthur Fleck se encuentra lejos de dominar el sentido del humor… bah… lejos de dominar cualquier relación con otro ser humano. Y aquí es donde a mi juicio pierde densidad psicológica el personaje, porque esta dificultad para sociabilizar está fundada en una enfermedad mental que padece y que existe fuera de la ficción. Su condición clínica, que psiquiatras entrevistados gustan denominar “crisis de epilepsia gelástica”, hace que el personaje estalle en risas incontrolables en momentos tristes, trágicos o incómodos. Fleck hasta lleva consigo una tarjeta para informar a sus conciudadanos sobre el mal que padece. Pero la enfermedad (con alucinaciones y todo) pasa así a funcionar como una excusa perfecta para las acciones que pervierten al personaje durante el desarrollo de la película, transformándolo en un enfermo que es víctima de la violencia y el desinterés de una sociedad en descomposición.

Aunque me parece interesante el nuevo planteo de Phillips, considero que justificar las motivaciones de este villano a través de un diagnóstico médico hace caer toda la construcción psicológica levantada por Moore, Morrison y Miller en una simplificación de la locura que ha sido tan típica a lo largo de la historia de la humanidad. Frente al retrato de este personaje retorcido el público se ve así fomentado a llevar el siguiente razonamiento: “claro, está loco”, y de esta forma evita buscar las raíces de la psicología de El Guasón en su propia psiquis. La enfermedad mental aleja al enfermo del común de los mortales, lo pone en exhibición, y así, al igual que busca hacer Batman, el espectador encierra al villano como única garantía del orden, y el discurso sobre sus causas se diluye en la lucidez más cotidiana.

Pero el personaje de El Guasón de la tríada Miller-Moore-Morrison surgió justamente para poner en cuestión esta lucidez de lo cotidiano, para poner al orden social en el pedestal de la enfermedad y volverlo responsable de la condición del inadaptado. Además, el personaje interpretado por Joquin Phoenix (quien por cierto deslumbra por su actuación) carece de la genialidad superdotada que hacían de El Guasón un ser temible y perverso a lo Moriarty (aunque todavía es muy pronto para asegurar que esta faceta no sea explorada por el actor en el futuro), y sus motivaciones para delinquir terminan pareciendo una respuesta frente al sueño frustrado de ser el centro de la atención. Sin embargo la película de Todd Phillips no deja de lado este recorrido psicológico antes expuesto y hasta toma prestadas varias referencias a los cómics de Alan Moore y Frank Miller, como ser la profesión original del Joker y la escena del show televisivo, si bien en la médula de la trama el director haya buscado alejarse del universo ficcional de las novelas gráficas.


El fantasma de una demencia floreciente

Es cierto que el ver en el cine a un personaje tan despiadado como el archienemigo de Batman necesitó sus buenas cuotas de adiestramiento de los mecanismos de censura de Hollywood, pero es interesante señalar que el personaje del Joker no salió de la galera mental de Bob Kane y Bill Finger por una inspiración divina, sino que estos creativos tomaron directamente la idea del mundo cinematográfico: una antigua película inspirada en la novela de Victor Hugo “El hombre que ríe”. La película del mismo nombre fue dirigida por el director expresionista alemán Paul Leni en colaboración con Carl Laemmle, fundador de Universal Studios, durante el ocaso del cine mudo y el nacimiento del sonoro. Estrenada en 1928 y transformándose en una de las últimas películas mudas memorables, “El hombre que ríe” nos sitúa en la Inglaterra del siglo XVII y nos presenta la vida de un joven desgraciado llamado Gwynplaine, quien de niño, en un acto vengativo del rey Jaime II, fue separado de su padre, perteneciente a la nobleza, y entregado a los llamados “compradores de niños”. Éstos eran grupos de comerciantes que acostumbraban realizar operaciones quirúrgicas en los chicos para deformarlos y luego venderlos como atracciones de feria. En manos de estos comerciantes el pequeño Gwynplaine adquiere un rostro desfigurado en una macabra y amplia sonrisa que jamás podrá borrar, condenado eternamente a transmitir hilaridad.

El niño escapa, rescata en su huida a una pequeña bebé abandonada que sufre ceguera, y ambos son rescatados y acogidos por una caravana de cómicos. Así crece el personaje condenado a hacer reír por siempre a los otros sin importar sus sentimientos. Incluso cuando recupera su condición de noble e intenta hacerse respetar por los de su clase social, lo único que logra despertar en el otro son risas. Gwynplaine se enamora en esta historia de la mujer ciega que rescató de pequeña, única persona que logra ver al ser humano que se esconde más allá de su rostro desfigurado. La obra original de Victor Hugo, que data de 1869, cuenta cerca del final de la historia con un discurso que un Gwynplaine indignado expone ante la Cámara de los Lores, denunciando cómo la riqueza y la alegría de los allí presentes se alimenta de la pobreza y la desgracia de quienes no tienen derecho a estar bajo el mismo techo. Dejo aquí un fragmento de tal monólogo:

“Milores, vosotros estáis arriba. Muy bien, hay que creer que Dios tiene sus razones para eso. Poseéis el poder, la opulencia, la alegría, el sol inmóvil en vuestro cénit, la autoridad sin límites, el goce exclusivo, el inmenso olvido de los otros. Sea. Pero hay algo por debajo de vosotros, y tal vez por encima. Milores, vengo a daros una noticia: el género humano existe. (…) El sufrimiento no es una palabra, señores dichosos. En cuanto a la pobreza, he crecido en ella, he tiritado en invierno, he sentido el hambre, he sufrido el desprecio, he padecido la peste, he bebido la vergüenza. Y la vomitaré ante vosotros, y ese vómito de todas las miserias salpicará vuestros pies y resplandecerá.”

Al finalizar su discurso, El hombre que ríe siente sollozos trepar por su garganta, pero, como su única expresión es la sonrisa, lo único que llega a la superficie no es un llanto, sino una risa deformada. Y ese el puntapié que libera la explosión en risas de toda la nobleza presente. La tensión liberada, el sentido de todo el discurso perdido, y todas las palabras diluidas en el vacío del inconsciente. Es lo que el propio Victor Hugo llama en su novela “la demencia floreciente”. ¿Resulta familiar la escena? Es la misma escena que se produce cuando el personaje de Arthur Fleck intenta hacerse escuchar en el show televisivo de Murray Franklin: desesperado, Fleck expone el dolor que significa ser ignorado e incomprendido, pero lo único que logra inspirar en su audiencia es la risa. Es una audiencia preparada para reír, pero no para poner en cuestión su risa.


La resaca del paraíso perdido

Vemos así que el germen que dio vida al personaje de El Guasón ya se encontraba sembrado en la segunda mitad del siglo XIX, esa época en la que los artistas se encontraban en pleno proceso de liberación personal y de exploración fuera de los andamios trillados por lo establecido. Podría decirse que el Joker es parte de esa resaca que dejó el Romanticismo en los espíritus más desencantados de la sociedad humana, ese fantasma de la utopía frustrada que ha transformado la lírica en sable envenenado de juicio. El sueño romántico de la libertad consumada en cálida armonía se choca con una corriente de injusticia fría, condensando la lluvia ácida que corroe el alma de los artistas de la autodestrucción, aquellos que buscan perturbar el orden que aborrecen desintegrándose en una explosión. La misma chispa de desorden que permitió la construcción del archienemigo de Batman (así como la metamorfosis de Arthur Fleck en El Guasón) es la que dio nacimiento a los llamados “poetas malditos” franceses como Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud o Paul Verlaine, esos fanáticos de los versos que vivían zambullidos en los vicios de la noche disparando sus flechas líricas por doquier.

El propio Jim Morrison podría ser considerado una encarnación de los poetas malditos en el siglo XX. No es de extrañar que “Las Flores del Mal” de Baudelaire fuera (y aún es) señalado como un libro maligno y peligroso, cuando entre sus páginas asoma eso a lo que más le teme el ser humano: el lenguaje deconstruido hasta sus cimientos, la ausencia del sentido, lo absurdo de una vida moribunda, y el instinto sexual y el asesino en perversa comunión. En pocas palabras: la locura fuera de los rieles. La misma fuerza destructora del sentido común es la que motivó al dramaturgo francés Antonin Artaud a crear su “Teatro de la Crueldad” como una forma de inyectar un mensaje en su público buscando perturbarlo. Un joven Artaud escribió: “Yo quisiera hacer un libro que altere a los hombres, que sea como una puerta abierta que los lleve a un lugar al que nadie hubiera consentido en ir, una puerta simplemente ligada con la realidad”. Para este poeta del teatro el arte era una revolución, y para lograr revolucionar al público su arte debía de revolver entrañas. Y reivindica la purificación de las mentes corroídas por la contradicción al decir: “el público creerá en los sueños del teatro, si los acepta realmente como sueños y no como copia servil de la realidad, si le permiten liberar en él mismo la libertad mágica del sueño, que sólo puede reconocer impregnada de crueldad y terror”.

Muchos artistas han intentado y seguirán intentando proyectar lo más oscuro de la mente humana como única forma de desenmascarar a la cordura y limpiar el nombre de la locura. Todos los actores que han interpretado al personaje del Joker han encontrado su forma personal de sacar a relucir esa sombra de la razón. Antonin Artaud, luego de haber sido encerrado en un hospital psiquiátrico por haber pasado demasiado tiempo sumergido en el surrealismo, publicó un ensayo sobre la vida de otro lúcido tachado de enfermedad: Van Gogh. Quizás la última versión de El Guasón interpretada por Joaquin Phoenix sirva como una alerta acerca de lo que puede germinar de un exceso de individualismo regado sobre una semilla necesitada de atención. Y con atención me refiero al amor de sus otros seres semejantes, a quienes, por más rostros postizos que porten, la semilla de la locura aún reconoce como seres de la misma especie. El peligro reside en el momento en el que esta semilla ya deja de reconocerse como miembro de su especie. En ese preciso momento la locura florece.

Bruno Gariazzo

El poder oculto de la biodiversidad

Nota escrita para la sección CROMO del diario El Observador

El pasado lunes 22 de abril se celebraba el Día Internacional de la Madre Tierra, una fecha especial impulsada por el senador estadounidense Gaylor Nelson en 1970 y que, desde entonces, se celebra anualmente como una forma de generar conciencia a nivel global sobre la importancia de proteger nuestro planeta. La iniciativa de Nelson marcó el nacimiento de los movimientos ambientalistas modernos y abrió el camino para que tuviesen lugar la Cumbre de la Tierra de Estocolmo en 1972 y el Acuerdo de París firmado el 22 de abril del 2016. En ambas instancias se hizo énfasis en la responsabilidad que tiene el ser humano respecto de su entorno y de su implicancia en el denominado Calentamiento Global. Una suma de factores que son fruto de la actividad humana ponen en peligro la vida sobre la Tierra: la contaminación de la atmósfera y del agua, el crecimiento exponencial de nuestra población y el aumento de residuos plásticos en los océanos. Pero hay un factor cuya importancia suele pasar desapercibida para una gran fracción de la población: la pérdida irrecuperable de la biodiversidad.

El pasado jueves 25 de abril se llevó a cabo en el Museo Carlos Alberto Torres de la Llosa una presentación sobre los efectos de la forestación en la diversidad de aves de nuestro país de la mano del Licenciado Pablo Fernández. La charla fue la primera actividad del ciclo «Conversando de Nuestra Fauna 2019» organizado junto a la Sociedad Zoológica del Uruguay, y en ella el licenciado expuso lo que constituyó su investigación para realizar el trabajo de grado con especialización en ecología de la Licenciatura en Ciencias Biológicas de la Facultad de Ciencias.

Ambientes sustituidos

La presentación comenzó informando que cerca del 50% de la superficie terrestre sin congelar ya ha sido modificada por el hombre, lo que significa que gran parte de algunos ecosistemas del planeta se han visto alterados y fragmentados. Esto se postula como una de las principales causas de la crisis global de la biodiversidad, la cual puede entenderse como la riqueza en número de especies animales y vegetales que habitan un ecosistema determinado. En efecto, las actividades agrícolas y ganaderas traen consigo la sustitución de ciertos ambientes naturales por otros, provocando el desplazamiento de muchas especies que bajo estas presiones corren el riesgo de extinguirse.

El bioma que es insignia del Uruguay es el pastizal o pradera, y, según el estudio realizado por el grupo de investigadores del que Pablo Fernández forma parte, muchas especies de aves que habitan este bioma están viendo su existencia comprometida a causa de la alteración o sustitución de su hábitat natural principalmente por la agricultura, urbanización y más recientemente por  la actividad forestal. Fernández recordó a los presentes que se deben de distinguir la forestación rural antigua, aquella que da protección al ganado, de la forestación industrial moderna, aquella destinada mayoritariamente a producir papel y que se ha visto incrementada en los últimos 30 años. Recordó también que la forestación no es un ecosistema aislado, lo que presentaba un desafío para el estudio, sobre el cual contó:

“En realidad partíamos de la base de que no teníamos conocimiento sobre lo que nos íbamos a encontrar. Fuimos con un método objetivo a relevar paisajes forestales y ver qué nos encontrábamos. Pero no sabíamos nada de las especies beneficiadas o desplazadas, esas eran, entre otras, las preguntas que teníamos para plantear la investigación”.

“En ese sentido – continuó Fernández – es importante resaltar aspectos positivos de esta actividad, ya que, a diferencia de la gran mayoría de las actividades agrícolas que se realizan en el campo, las empresas forestales han abierto “las porteras” a los biólogos en Uruguay a través de convenios con Facultad de Ciencias y a través de trabajos de consultoría para lograr los estándares de certificación. Esto ha permitido generar avances en el conocimiento de los efectos de esta actividad en la biodiversidad.”

La investigación consistió en establecer diferentes puntos de conteo (unos 600) de especies de aves en diferentes regiones delimitadas dentro de estos tres ambientes mencionados, llevándose un registro de las mismas cada 10 minutos. Para evaluar el impacto de la actividad forestal en la biodiversidad de aves a escala Paisaje (en ecología una escala ubicada entre lo regional y lo local), se analizó el número de especies en función de un gradiente creciente de forestación en diferentes paisajes agroforestales del Uruguay. Los resultados obtenidos demuestran que a medida que aumentan las áreas forestadas, menor es el número de especies especialistas de los pastizales. Dentro de las aves que se verían entonces desplazadas por esta actividad industrial se encuentran la perdiz, el ñacunda y la ratonera aperdizada. Aun así, durante un estudio paralelo realizado por otro equipo, se logró captar con cámaras varios ñandús, y hay algunos registros en Brasil y uno en Uruguay de ejemplares anidando dentro de áreas forestadas, por lo que esta especie, especialista de pastizal, podría ser capaz de adaptarse a este nuevo ambiente.

Por otro lado, la falta de diferentes estratos de la vegetación en las áreas forestadas (es decir de árboles, arbustos, y sotobosque de diferentes alturas) podría estar explicando la baja diversidad de aves que allí pueden habitar, en comparación con los bosques nativos. Teniendo en cuenta que en Uruguay habitan 23 especies de aves amenazadas a nivel global, muchas de las cuales están asociadas a nuestros pastizales, al final de la exposición el licenciado manifestó la importancia de valorar y de conservar nuestras praderas, y recordó que, de las 14 áreas protegidas de nuestro país, ninguna representa a este bioma. Para esto planteó como fundamental que se compatibilicen los slogans “Uruguay Natural” y “Uruguay Productivo”.

Un juego de equilibrios

En diálogo con Cromo, Pablo Fernández cuenta que existen varias posturas entre los científicos con respecto al rol que deben cumplir las ciencias naturales frente a las ciencias políticas, sociales y económicas: mientras que unos opinan que todas deben trabajar juntas desde el mismo lugar, otros consideran que el científico se tiene que encargar sólo de generar el conocimiento, siendo tarea de los políticos el aplicarlo para el mayor beneficio de la sociedad. “Sin duda lo ambiental es algo que a nivel político es un debe”, continuó explicando el investigador, “se tiene que manejar porque es una de las dimensiones que se encuentra repercutiendo en las otras dimensiones, sociales y económicas, a nivel local y global”.

Cuenta el investigador que el manejo de ecosistemas “es un concepto no tan nuevo que habría que tratar de incorporarlo lo antes posible. Razones sobran. Son sabidos todos los problemas que hay a nivel global. Algunos pueden creer que son exageraciones, pero hay datos sobre la mesa que son irrefutables”.

La activista sueca Greta Thunberg, de 16 años, dijo en diciembre del 2018 ante la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas (COP24): “Solo hablan sobre seguir adelante con las mismas malas ideas que nos metieron en este desastre, incluso cuando lo único sensato que pueden hacer es poner el freno de emergencia”. Con sus palabras firmes dejó a un montón de líderes sin palabras, remarcando la necesidad de que los problemas medioambientales sean puestos en palabras mayúsculas dentro de los discursos políticos.  

Para ayudar a comprender mejor la amenaza que se esconde detrás de una pérdida global de biodiversidad, Pablo Fernández explicó que el mayor riesgo reside en la incertidumbre. “Estar perdiendo así nomás información que demoró miles de millones de años en evolucionar, que se encuentra funcionando activamente en los ecosistemas, me genera preocupación, justamente porque no sabemos el grado de importancia de lo que estamos perdiendo”, dijo Fernández, “es el argumento número uno que se me ocurre para invitar a reflexionar”. Resulta que cada especie cumple una función específica en un ecosistema, pero que esa función puede ser respaldada por otra especie en caso de que la primera se pierda. El problema surge cuando son tantas las pérdidas que deja de ser posible esa compensación, de forma que la red se destruye. Podríamos asociarlo al juego “Jenga” (¡jugando a ciegas!), y quien lo conoce sabe qué sucede si se quita la maderita equivocada. Cuando los discursos políticos siguen dirigidos a un aumento de la producción, brilla la necesidad de compatibilizar estos discursos con la conservación de los recursos. “Según muchos autores estamos en la sexta extinción masiva”, apuntó el ecólogo, “hay muchas cosas en juego, pero lo más peligroso me parece que es no saber cuánto es lo que está en juego”. 

Bruno Gariazzo

Un terror infundado

Nota escrita para la sección CROMO del diario El Observador

“Los dientes puntiagudos, los labios voluptuosos, manchados de sangre… Todo ello era suficiente para producir escalofríos de terror, y su cuerpo sensual, visiblemente carente de alma, era como una burla diabólica de lo que fuera en vida el cuerpo de Lucy”. Estas palabras preceden al asesinato del personaje de Lucy en la novela “Drácula” de Bram Stoker, personaje que se transforma en un ser abominable e inmortal luego de una mañana en la que dos orificios rojos son encontrados en su cuello. Aunque los vampiros no representan más que una ínfima parte del enorme grupo de los murciélagos, los mitos y las historias como la de Stoker han sido suficientes para infundir un profundo miedo hacia estos animales en nuestra cultura. El pasado jueves 4 de julio, el biólogo Santiago Chitaro brindó una charla en el Museo de Historia Natural Dr. Carlos A. Torres de la Llosa sobre la importancia de la conservación de los murciélagos en nuestro país, y, en diálogo con Cromo, explicó en qué sentido el temor hacia estos mamíferos voladores es totalmente infundado.

Un terror que aletea en la noche

Chitaro forma parte del Programa para la Conservación de los Murciélagos de Uruguay (PCMU), se encuentra muy vinculado a los exploradores de cavernas del Centro Espeleologico Uruguayo Mario Isola (CEUMI), y considera que el terror que envuelve a sus objetos de estudio parte principalmente de la superstición. La asociación en las culturas occidentales de los murciélagos con las tinieblas y el peligro aparece reiteradas veces tanto en forma de relato oral, como de forma oral y escrita. Más allá de la sombra del conde Drácula y su séquito de seres chupa sangre con fobia a la luz del Sol y a las estacas, los murciélagos son proyectados en la Biblia como “aves inmundas”, y en “El Paraíso Perdido” de John Milton el propio Satanás aparece representado en una ilustración de Gustave Doré con las alas de estos animales. El Caballero de la Noche (mejor conocido como Batman) utilizaba a su favor el profundo pavor de las personas hacia estas criaturas para luchar contra el crimen. Saliendo de nuestra cultura, los mayas asociaban a los murciélagos con el dios Camazotz, dios de la noche, la muerte y el sacrificio. En cambio, curiosamente dentro de la mitología China éstos suelen estar relacionados con las hadas y ser símbolos de buena suerte, longevidad, salud, felicidad y prosperidad. Esta visión oriental agrada a Chitaro, quien considera que la negatividad que recae sobre los murciélagos es injusta, sobre todo teniendo en cuenta que, de entre las 1100 especies que de ellos existen, sólo tres son las temidas especies vampiro.

En efecto, más del 70% de las especies de murciélagos del mundo son insectívoras y frugívoras, es decir que se alimentan respectivamente de insectos y frutas. Luego las hay polinívoras (se alimentan de polen), carnívoras (de carne) y piscívoras (de peces), pero sólo una ínfima parte es hematófaga: son las bebedoras de sangre, las responsables de las historias de vampiros y de las interpretaciones demoníacas de la existencia de estos seres voladores tan diferentes al común de las aves. Pero es precisamente por su diferencia que han inspirado a lo largo del tiempo tanto miedo: era difícil explicarse para las antiguas culturas humanas qué eran esas extrañas criaturas nocturnas, en apariencia ciegas pero que de alguna forma lograban guiarse en la penumbra. Hoy se sabe que se guían a través de lo que se conoce como “ecolocación”: gracias a las contracciones de una laringe más ancha que la de otros mamíferos, los murciélagos son capaces de emitir ultrasonidos (sonidos de alta frecuencia) que, al rebotar en diferentes objetos o presas y llegar hasta sus oídos, les aportan información acerca de las distancias que los separan de sus objetivos u obstáculos, logrando construir verdaderos mapas tridimensionales de los espacios que circundan.

Aunque para Santiago Chitaro el aspecto de los murciélagos está lejos de ser amenazante, muchos considerarían que las facciones de su rostro podrían explicar parte del rechazo que sufren, pero esto podría ser una reacción secundaria estimulada por la representación de varios de nuestros demonios a su imagen y semejanza. Por otro lado, la mordedura de un murciélago vampiro es particularmente temida desde el descubrimiento del virus de la rabia, ya que estos mamíferos, al igual que muchos otros, son también transmisores de esta enfermedad. Pero, según Chitaro, las probabilidades de que un murciélago muerda a una persona son ínfimas, y más ínfimas aún son las posibilidades de que justo ese murciélago sea portador del virus de la rabia. Los vampiros son pocos, suelen alimentarse de la sangre del ganado y las presencia de personas suele ahuyentarlos, por lo que esta fobia a la transmisión de enfermedades por la mordedura de un murciélago lo único que trae como consecuencia es la matanza en masa de colonias enteras de animales inofensivos. “Creo que el miedo por trasmisión de enfermedades es más una excusa que una justificación, ya que son poquísimos los casos de contagio a otros animales, y muchísimo menos a humanos”, opinó el biólogo.

La conservación del incomprendido

Su apariencia podrá confundirnos, pero Chitaro afirma que los murciélagos presentan muchas más semejanzas con los seres humanos que diferencias. “Generalmente le tememos a lo que nos puede dañar, pero también a lo que no entendemos, nos resulta incómodo o es muy distinto a nosotros a primera vista – explicó el investigador – Con los murciélagos pasa algo parecido: son animales que si bien son distintos a los humanos en apariencia, no son más diferentes de lo que es un hombre de un conejo”. El nombre científico de este grupo de mamíferos, Chiroptera (quirópteros), proviene de las palabras griegas cheir, que significa “mano”, y pteron, que significa “ala”. En efecto, el ala de un murciélago en verdad es un brazo y una mano modificada con dedos muy largos unidos por una membrana denominada “patagio”. Al igual que los humanos, viven en grandes colonias de miles a millones de individuos que cooperan entre sí con comportamientos altruistas, como por ejemplo a través del cuidado de crías por madres ajenas o la colaboración entre machos en la defensa de las hembras. Estos comportamientos sociales son utilizados la mayoría de las veces por los humanos cuando desean deshacerse de una colonia de murciélagos: como éstos comparten su comida y se acicalan mutuamente, a los exterminadores les basta con atrapar a uno, envenenar su pelaje y devolverlo a la colonia a la espera de que se extienda el veneno entre sus pares.

Pero la conservación de los quirópteros no es sólo importante por la empatía que pueda significar el parecido que guardan sus sociedades con las nuestras, sino que su existencia aporta beneficios tanto a los ecosistemas que comparten con ellos los seres humanos como a la propia economía de nuestros recursos. De hecho, como la mayoría de los murciélagos son insectívoros, éstos controlan a las poblaciones de plagas que puedan afectar a los cultivos agrícolas, como es el caso de coleópteros (escarabajos) o dípteros (moscas), además de luchar contra insectos que comúnmente son transmisores de enfermedades como son los mosquitos. Estos animales también son importantes polinizadores de plantas que florecen durante la noche y, en otros países, también funcionan como dispersores de semillas fundamentales para la conservación de los ecosistemas. “¿Quién sabe cuántos más beneficios estamos obteniendo de ellos sin que lo sepamos? – se cuestionó Chitaro – He allí una de las razones por las que debemos seguir estudiándolos para poder entender las interacciones positivas que existen entre murciélagos y humanos”.

Existen actualmente 23 especies registradas de murciélagos en Uruguay, ocho de las cuales están catalogadas como “vulnerables” o “muy vulnerables” por su escasa presencia en el país y su delicado estado de conservación. Algunas de estas especies son el murciélago orejudo oscuro (Histiotus velatus), el murciélago dorado (Eptesicus diminutus ), el murciélago de orejas anchas patagónico (Eumops patagonicus) y el murciélago de línea blanca (Platyrrhinus lineatus). Las principales amenazas que hoy sufren los quirópteros son la perturbación de sus colonias, la destrucción y modificación de sus refugios y/o hábitats por la forestación o la exterminación (quema) “sanitaria”, la persecución por falta de información, los parques eólicos, que constituyen un  riesgo potencial por colisión, y el uso de agrotóxicos.

Como principal consejo para ayudar a conservar a este grupo tan particular de mamíferos, Santiago Chitaro recomienda antes que nada informarse antes de actuar. “Es la clave para protegerlos – aseguró el biólogo – Lo demás va de la mano del respeto que tenemos que tener hacia estos animales como hacia cualquier especie en nuestro país”.

Bruno Gariazzo

La proyección de la risa

Artículo publicado en el diario La República

Un piano rodando libre cuesta abajo a través de una calle desierta; un hombre que se resbala y cae al suelo por culpa de una cáscara de banana inoportuna; infinitas persecuciones entre ladrones y policías, entre amantes y entre ofensores y ofendidos; golpes en la cabeza, golpes en la rodilla, objetos pesados que caen lastimosamente sobre el dedo gordo de un pie al descubierto y los saltos adoloridos del afectado. Todos son elementos típicos de la comedia como hoy la conocemos, y sobre todo son elementos de la comedia cinematográfica que siguen haciendo reír a personas de todas las edades más allá de las adversidades.

Los orígenes del cine cómico se remontan a los albores del arte de las imágenes en movimiento y sus primeros trazos son responsabilidad de los propios creadores del cinematógrafo: los hermanos Lumière. De la misma forma que éstos crearon sin buscarlo el arte más importante del siglo XX, también incursionaron por pura casualidad en el género de ficción y en la comedia con su breve corto llamado «El regador regado». La travesura de un niño que corta el flujo del agua de una manguera para luego devolvérselo en la cara a un regador desconcertado inauguró en el cine el uso de los recurrentes «gags» y del género «slapstick», es decir ese género plagado de bromas visuales y golpes que tanto furor hizo, primero en Francia y más tarde en Estados Unidos.

Cabe destacar que el cine nace en una cuna fuertemente inspirada en la Comedia Francesa que toma rasgos claramente extraídos del espacio teatral. Las actuaciones payasescas de los actores franceses como André Deed, quien bebió del genio de las primeras fantasías cinematográficas George Méliès, encuentran su exponente a comienzos del siglo XX en la figura de Max Linder. De nombre real Maximilien Gabriel Leuvielle, este actor protagonizó a un personaje salido de la aristocracia, un caballero refinado vestido de frac, bastón y galera, que se veía enredado en las más ridiculizantes situaciones. Obras como «Max pedicuro», «Max y la quinina» o «El casamiento de Max» despertaban la hilaridad de un público que disfrutaba de ver en situaciones embarazosas a un representante de una clase social prestigiosa. Max Linder fue el primer gran cómico del cine, capaz de generar una histeria colectiva cuando se lo creyó muerto en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, a cuyas filas fue movilizado.


La explosión de la guerra obligó a muchos artistas a emigrar a los Estados Unidos, incluido al querido Charles Chaplin, a quien Max Linder reemplazó en la productora norteamericana Essanay en 1916. Desgraciadamente, las sonrisas que este cómico inspiraba no se correspondían con la depresión que le terminó quitando la vida junto a su esposa, con quien se suicidó en 1925 en el país de las oportunidades. A la sombra de Max Linder ya había crecido en esos años otra gran estrella del «star system» americano: Michael Sinnott, mejor conocido como Mack Sennett. Junto a la actriz Mabel Normand y a la productora Keystone, Sennett popularizó las delirantes persecuciones entre automóviles, entre personajes a través de tejados, las caídas estrepitosas, los tortazos con tartas de crema, y todos esos elementos tan comunes en las caricaturas animadas hasta el día de hoy.


Pero no se puede hablar de los orígenes del cine de comedia sin hablar del ya mencionado Chaplin ni de su ingeniosa forma de mezclar la risa con un involucramiento social admirable. Procedente de una familia judía de actores, Charles Chaplin fue víctima de la pobreza en la que se sumió Inglaterra luego de la Gran Guerra. Este escenario de hambruna y desconsuelo en el que vivió el artista fue inspiración para su película «El Chico» de 1921, así como para su discurso a favor de la paz y la cooperación de los pueblos que da su personaje en la película «El Gran Dictador». Junto a la troupe de pantomima liderada por Fred karno, Chaplin legó a tierras norteamericanas para pasar a unirse a la Keystone de Mack Sennett en 1913. El genio de Chaplin no tardó en desviarse del sendero trazado por Sennett para comenzar a delinear su propio camino artístico, que como ya hemos dicho está marcado por un fuerte compromiso social. De esta forma, Chaplin se embarcó con su personaje de Charlot en una aventura dirigida por la risa que buscaba destruir las instituciones establecidas, revolucionar los roles adjudicados a las clases sociales, y, por sobre todas las cosas, ubicar al amor entre los seres humanos como única máxima legítima a perseguir por la sociedad. Todos los roles de poder son por él puestos en ridículo: jefes de empresas, policías, nuevos ricos lujosos y matones fornidos son llamados a enfrentarse a este enclenque personaje sin miedo a las jerarquías.


Otro de los exponentes de la comedia del cine mudo que es menester nombrar es Buster Keaton. Joseph Frank «Buster» Keaton fue conocido como «cara de piedra», o «cara de palo» en España, por su aspecto impasible y su rostro inexpresivo frente a las más disparatadas situaciones. Esta inexpresividad contrastaba con las exageradas gesticulaciones que caracterizaban a los comediantes de la época, quienes debían transmitir hilaridad en ausencia de cualquier sonido. Pero lo más asombroso de este personaje era su capacidad de salir ileso de las circunstancias más riesgosas, habilidad que lo caracterizaba desde pequeño y que originó su apodo. Caer desde una altura considerable aferrado a un andamio que se desploma, viajar sobre el extremo delantero de una locomotora a toda velocidad, o salvarse de ser aplastado por la fachada de una casa por estar ubicado justo en el hueco dejado por una de sus ventanas, son solo unas de sus más conocidas peripecias. El propio Chuck Jones, guionista y caricaturista responsable de los Looney Tunes, reconoció que Buster Keaton inspiró a personajes de la talla de Bugs Bunny.


Como hasta el momento todos estos comediantes estaban acostumbrados a trabajar para el cine mudo, sus actuaciones pendían más que nada de la pantomima, es decir de la expresión a través de gestos y no de palabras. El cine sonoro vino a cambiar este paradigma completamente, por lo que en un inicio el mismo Chaplin puso el grito en el cielo, y actores como Buster Keaton que no pudieron adaptarse a la nueva tecnología quedaron en el olvido. Sin embargo, sin el sonido no hubiese sido posible el conmovedor discurso que brinda Charlot en «El Gran Dictador» al sustituir por accidente la figura de Adolf Hitler. El cine sonoro también dio nuevo aire a actores como Oliver Hardy y Stan Laurel, dúo mejor conocido en España y Latinoamérica como «El gordo y el flaco», ya que de la contraposición del acento sureño de Hardy y del acento inglés de Laurel surgió un novedoso factor de comicidad desconocido hasta el momento en el cine. Otro dúo que se alimentó del diálogo en pantalla fue el compuesto por Bud Abbott y Lou Costello, dúo cuyas conversaciones hilarantes ya habían comenzado de forma radiofónica, remarcando la importancia que significó la inclusión del sonido en el cine como puerta a toda una nueva gama de artistas. Por primera vez era posible hacer del lenguaje hablado la base de la comicidad en la pantalla, lo que enriqueció y dio carisma a las actuaciones de comediantes como el mexicano Mario Moreno, mejor conocido como Cantinflas. Las maneras ocurrentes de escapar de situaciones comprometedoras a través de la profunda intrincación de las conversaciones fueron, gracias al personaje de Moreno, pronto conocidas en Latinoamérica y el mundo como «cantinfladas».





 Los sonidos de los golpes, explosiones y caídas enriquecieron la comedia tanto en dibujos animados como en actores caricaturescos como Los Tres Chiflados.  La música en conjunción con el sonido de diferentes instrumentos de la dirección artística dieron otro puntapié a la imaginación al servicio de la risa, como lo demuestran la escena de Jerry Lewis con sus dedos bailoteando sobre una máquina de escribir invisible o los porrazos delirantes de Tom y Jerry, el Pato Lucas o el Coyote y el Correcaminos. El sonido también abrió la puerta a los diálogos embebidos del absurdo que lanzaron a la fama a los Hermanos Marx, Groucho, Chico, Zeppo y Harpo, quienes sorprendieron a anteriores comediantes de la pantalla por sus locos discursos y películas que ponen a prueba todo atisbo de sentido, como «Sopa de ganso» y «Una noche en la ópera». Con unas cejas y un bigote engrosados con pintura, un habano en la esquina de la boca y chistes a grandes zancadas, Groucho Marx delineó el humor que sería de inspiración a comediantes célebres como Woody Allen.


Tanto personajes de carne y hueso como personajes creados desde cero a través del dibujo se alimentaron de los pioneros de la risa proyectada. La pantalla comenzó a funcionar gracias a su trabajo como un espejo distorsionado en el que podíamos apreciar versiones ridículas de diferentes actores sociales como de nosotros mismos. Las caídas, los golpes, las persecuciones, y las palabras fuera de toda fórmula pasaron a ser esos elementos que ayudan (y ayudarán en el futuro) a liberar las tensiones cotidianas de la olla a presión que constituyen nuestras sociedades humanas.





Bruno Gariazzo

El gran garrote digital

La guerra comercial que enfrenta a Estados Unidos y China tiene a todo el mundo atento desde hace más de dos años. El año pasado el gobierno norteamericano aplicó aranceles de 25% a la importación de productos chinos por un valor de 50 mil millones de dólares anuales, y estos impuestos amenazan con aumentar considerablemente si China continúa sin querer modificar la estructura de su economía abriendo su mercado interno a empresas extranjeras. El veto que este año impuso el ejecutivo del presidente Donald Trump a la comercialización de las empresas de su país con la compañía de telecomunicaciones Huawei ha tensionado las relaciones comerciales internacionales, y las empresas que más se ven afectadas son aquellas especializadas en la fabricación y distribución de tecnología. 

La inclusión de Huawei en la lista negra de Estados Unidos se encuentra justificada por supuestas actividades de espionaje de esta firma en beneficio de China, y, aunque la afectada niega tajantemente estas acusaciones, varias empresas, entre ellas Google, han decidido suspender sus negocios con Huawei, tanto en lo que respecta a hardware como a software. Esta decisión dejaría a la multinacional china sin acceso a todas las aplicaciones que son propiedad de Google, como Chrome o Google Maps, así como impediría que la empresa hiciese uso del sistema operativo Android. Ante este panorama, Huawei prepara actualmente un colchón sobre el cual caer desarrollando su propio sistema operativo, llamado Hongmeng, el cual estaría disponible ya en 2020 y promete tener las mismas funciones (o mejores) que Android. 

Por su lado, el gobierno chino no muestra interés de participar activamente de esta guerra comercial, pero ya ha manifestado públicamente que no dudará en luchar con uñas y dientes en caso de que el gobierno de Washington se muestre empecinado en intensificar las tensiones. Cuando en mayo de este año Estados Unidos subió los aranceles a productos chinos, el gobierno de Pekín decidió subir sus tarifas a bienes estadounidenses en 60 mil millones de dólares. Por otro lado, Huawei contribuye en gran medida con la empresa norteamericana Apple, gran parte de la fabricación de sus iPhones dependiendo de compañías chinas, por lo que una decisión del gobierno chino de imponer los mismos vetos a sus empresas nacionales podría significar un duro golpe para la firma de Steve Jobs. Esto sin contar que China ya ha amenazado con prohibir las exportaciones a Estados Unidos de metales de tierras raras, un grupo de 17 elementos con capacidades magnéticas que son fundamentales para la industria tecnológica y de los cuales cerca de la mitad de los suministros del planeta descansan en territorio chino. Con China gobernando el 86% de la producción de estos metales, utilizados por ejemplo en productos como baterías recargables, imanes, y varios componentes de telefonía celular, la jugada de respuesta a las políticas de Trump podría dar vuelta el tablero.

Frente a todas estas represalias de Washington para presionar a su mayor economía rival, varias empresas afectadas se han visto obligadas a mudar su producción fuera de China. Y la decisión no sólo concierne a compañías chinas y americanas, sino que debido a un juego de interrelaciones están involucradas un montón de otras industrias ajenas a las dos nacionalidades en disputa. Un ejemplo de esto son las empresas taiwanesas como Foxconn y TSMC, las cuales fabrican componentes para los celulares de Apple y que tienen gran parte de su producción radicada en el gigante asiático. Viendo una amenaza en la subida de los precios de sus productos en el mercado estadounidense y por ende una pérdida importante de sus ganancias, muchas empresas se apresuran inquietas a deslocalizar gran parte de su industria fuera de China, por lo menos aquella fracción que esté específicamente encargada de suplir la demanda del mercado americano. La empresa taiwanesa Pegatron ya ha movido el año pasado varias de sus fábricas a Indonesia, y recientemente, según The Wall Street Journal (WSJ), la compañía de entretenimiento Nintendo tiene planes de migrar la parte de su producción que abastece a Estados Unidos a otros países del sudeste asiático en caso de que las amenazas de Trump se materialicen. El mismo plan tiene entre manos la compañía Apple.

Todos estos movimientos de fábricas entre fronteras modificarían los esquemas de producción y distribución de las más grandes industrias del mercado, afectando indudablemente a la economía mundial. Pero la realidad tangible de este escenario no se sabrá hasta que se haya producido la cumbre del G20 agendada para el 28 y 29 de junio de este año, en la cual el presidente de Estados Unidos pretende tener una reunión con su par chino, Xi Jinping. Sería luego de este encuentro que Donald Trump decidiría si poner o no en práctica su amenaza de imponer aranceles a productos chinos por una suma de al menos 300 mil millones de dólares. En la cumbre del G20, la cual reúne a los países más industrializados y emergentes del planeta, se discutirá asimismo si aplicar o no nuevos impuestos a las mayores empresas de tecnología del mercado, impuestos que estas firmas deberían pagar aunque el servicio que vendan sea fuera del país en donde están instaladas físicamente. Uno de los países que ya se encuentra ansioso con imponer estos impuestos a los dueños de las tecnologías de la información es España, aunque todavía no es seguro cómo sería el proceder para imponer la nueva normativa. 

FILE PHOTO: U.S. President Donald Trump and China’s President Xi Jinping meet business leaders at the Great Hall of the People in Beijing, China, November 9, 2017. REUTERS/Damir Sagolj/File Photo

Tanto estas decisiones del G20 como las decisiones particulares del gobierno de Estados Unidos amenazan con modificar profundamente el ecosistema global de la industria de la tecnología. La propia Google ha advertido a Trump de los peligros que puede suponer el que su empresa se vea arrastrada por el veto a Huawei, alegando que esto puede realmente comprometer la seguridad de los norteamericanos. Según el coloso de la Internet, es difícil que el sistema operativo desarrollado por Huawei equipare en seguridad al de Android, lo que podría desperdigar dispositivos más vulnerables por Estados Unidos, vulnerables no sólo frente a ataques cibernéticos chinos, sino de cualquier otro país. Por otro lado, teniendo en cuenta el historial de la industria china, es probable que Hongmeng realmente logre equiparar o superar a Android, por lo que las sanciones a Huawei y la prohibición de que sus smartphones dependan de Android podrían terminar favoreciendo a la economía China al empujarla a dominar el mercado. 

Sin embargo, esta guerra comercial afecta a ambos lados: tanto la industria de la tecnología china como la estadounidense dependen mutuamente la una de la otra. No sólo los gigantes de telefonía inteligente americanos poseen gran parte de su fuerza de producción en China, sino que Huawei también depende tanto del software norteamericano como del hardware de empresas como Broadcom, Western Digital o Skyworks. Pero en esta lucha en la que los dos gigantes del mundo se desgarran uno al otro, los más perjudicados son los propios usuarios. El ecosistema oligopólico de la industria tecnológica hace que los consumidores no puedan depender de una sola compañía ni de un sólo país. En efecto, en este mundo cada vez más globalizado es muy difícil que los dispositivos de los que haga uso un individuo pertenezcan 100% a una misma firma o economía nacional: el sistema operativo podrá ser Android o Windows, pero quizás el ordenador o el celular sea fabricado en China. Un aumento de las sanciones en ambas partes de la contienda significaría inevitablemente un aumento de los precios de los productos tecnológicos para todos los consumidores. En el mejor de los casos, si las fronteras se cerraran con los dientes apretados, se generarían grandes burbujas de economías truncas que poco tienen que ver con los ideales del liberalismo, y el usuario no tendría más opción que elegir a qué bando pertenecer. Por lo pronto, el futuro de este complejo ecosistema tecnológico aún es incierto. Habrá que esperar para saber qué decisiones se toman en la cumbre de las economías más poderosas del mundo. Mientras tanto, el mundo permanece alerta.

Bruno Gariazzo