El pensador camerunés Dominique Wolton considera que las redes sociales como Facebook o Twitter son enemigos de la democracia, ya que, a diferencia de los medios masivos de comunicación como la televisión o la radio que unen al pueblo bajo una misma visión, éstos medios fragmentan a la población en diferentes grupos que persiguen sus propios intereses. Esta no fue la opinión de Fabio Gándara cuando creó en 2011 un grupo de Facebook que reuniendo una primera veintena de miembros deseosos de publicar su indignación terminó transformándose en un movimiento social que adquirió dimensión internacional. Primero bautizado como “Plataforma de Coordinación de Grupos Promovilización Ciudadana” y luego como “Democracia Real Ya (DRY)”, este grupo de Facebook fue el promotor de la manifestación conocida como “15M Español”, movilización convocada para el 15 de mayo de 2011 que superó con creces las expectativas reuniendo a cerca de 50 mil personas.
Levantando la bandera del apartidismo, fue una oportunidad para tomar decisiones en conjunto y de forma independiente con respecto al poder de los medios y de las instituciones políticas y económicas. La convocatoria evolucionó en la formación de grandes campamentos que ocuparon las principales plazas en todo el país durante días, siendo reconocido el fenómeno internacionalmente como “el movimiento de los indignados“, en honor a la obra del pensador alemán Stéphane Hessel. Uno de los fines primordiales de esta movilización era el de desmentir el mensaje oficial difundido por los medios masivos de comunicación, este acusado de apoyar los intereses de aquellas personalidades investidas de poder político. “Si nos movemos los de abajo, los de arriba caerán”, era algo que podía leerse en las pancartas de los manifestantes. Al adquirir rasgos de partido político, el movimiento del 15M español comenzó a perder prestigio y a atraer las acusaciones del entorno, pero es indudable que éste fenómeno marcó una nueva forma de hacer política y sembró el camino para que las generaciones futuras logren hacerse escuchar por encima del discurso legitimado de los medios masivos. A través de una iniciativa política originada en un grupo virtual se inspiró a habitantes de otros rincones del mundo entero a organizarse en la búsqueda del respeto de su derecho a aportar su voz frente a las decisiones que conciernen la gestión de sus propias vidas. Movimientos como Occupy Wall Street en Estados Unidos y LUCHA en la República Democrática del Congo son ejemplos de esto. Podemos preguntarnos así, con respecto a la visión de Wolton, si la transmisión de un único mensaje universal es realmente un factor democratizante, ya que, más allá de lograr la unificación de la población, también fomenta la formación de masas sin forma que persiguen los intereses de unos pocos. Las redes sociales aparecerían entonces no sólo como medios alienantes y fragmentadores de las sociedades, sino también como una posibilidad de hacer valer cada individualidad en la búsqueda de objetivos democráticos comunes.
Pero lo más llamativo de este fenómeno de “Los indignados”, es la manifestación artística que lo atraviesa en todo momento. La plaza de la Puerta del Sol se transformó durante aquél mes de campamento de multitudes en una olla efervescente de creatividad. Todos los manifestantes hicieron uso de su individualidad para exteriorizar en forma de música y colores sus ideas y deseos. Pancartas con dibujos y lemas, fotografías y videos innumerables, estructuras montadas y desmontadas constantemente, grafittis colmando los muros; todo lo imaginable cobraba vida a través de miles de manos unidas por un mismo propósito. Todo el material creativo acumulado durante esos 28 días de ocupación fue recolectado luego de levantado el campamento y luego exhibido en un museo oficial como una genuina obra de arte. ¿Y cómo podría un artista vinculado a las instituciones deshechar un material con tal riqueza histórica e interés popular? El artista José Abajo Izquierdo dice: “La puerta del Sol fue un gran cuadro”. Y cada una de las personas involucradas en el movimiento fue entonces una pincelada.
El artista polaco Artur Zmijewski quiso a su vez representar en la bienal de Berlín este auge del arte revolucionario moderno realizando una exposición en honor al movimiento Occupy Wall Street, lo que desembocó, a causa de las protestas de los propios activistas homenajeados, en la reestructuración de todo el sistema administrativo y jerárquico de la institución de la bienal. Una vez más se demuestra que el arte moderno es esencialmente revolución. Es un grito desesperado por hacerse oir. Un sueño interconectado en una nueva era que no soporta las contradicciones de un orden que tiene sus bases en una lógica desbordante de hipocresía. El 15M español es entonces no sólo una muestra del poder que la población en su conjunto tiene dentro de la nueva Sociedad de la Información, sino que también representa un cambio de paradigma en el ámbito del arte que deja de ser una cosa a ser contemplada acariciandose la barbilla para transformarse y ser reconocido como un motor activo de la expresión de las individualidades que toda democracia debería buscar representar.