Revolución anónima

En sus principios, este arte no convencional fue exponente de la libertad de expresión en las ciudades al escapar a toda autoridad y por su característica anárquica en cuanto que no estaba regulado institucionalmente. Este arte destaca por la total libertad de sus autores y por su autonomía.  Ningún organismo regula su circulación por las calles ni prohíbe los mensajes perturbadores o las críticas sociales, y esto ha hecho que el arte urbano se transforme en los últimos años en una herramienta de expresión y presión política con cada vez mayor fuerza. Pero este carácter prohibido de este tipo de arte que por un lado fomenta a los propios artistas a llevarlo a cabo, por otro también tiñe sus obras de tonos violentos que rondan el vandalismo. Esta situación ha cambiado en los últimos años al hacerse el arte urbano más cotidiano y familiar. Los ciudadanos al mostrar su apoyo a los artistas callejeros han logrado transformar lo que antes era un mensaje de rebelión violenta contra un sistema represivo a lo que es hoy un mensaje que ayuda a los transeúntes a soportar plácidamente el día a día al saber que en sus reivindicaciones internas no están solos. Pero es esta aceptación del arte callejero como un verdadero arte por la sociedad lo que terminó logrando su mediatización masiva, su entrada al mercado y así también la pérdida de su libertad intrínseca a su concepto original. Se ve así absorbido por la publicidad y por las instituciones embebidas de la lógica mercantil.

 Aun así, el street art sigue y seguirá siendo una de las principales formas de comunicación alternativa y de contracultura que difunden a través de los senderos transitados por millones de personas desesperanzadas camino a sus respectivos trabajos los sueños y anhelos de una utopía común. Micaela Villalba, en su artículo “El arte urbano como forma de expresión“, compara al arte callejero con el movimiento dadaísta, ya que según ella ambos están en contra de todos los códigos y esquemas establecidos en el mundo del arte. Ambos movimientos veneran lo espontáneo, lo caótico, la libertad de lo aleatorio y lo irracional del sin sentido. Tanto el dadaísmo como el arte urbano utilizan la ironía para denunciar las contradicciones del orden social vigente y utilizan el arte como una herramienta de protesta y como forma de comunicación de un espíritu de indignación. Aun cuando muchos artistas callejeros denuncian con su arte los riesgos de la era digital para la humanidad en su conjunto, las nuevas tecnologías de la comunicación no sólo ayudan a desproveer de contenidos este tipo de arte al hacerlo masivo, sino que ayuda a conectar instantáneamente mensajes cargados de contenido en cuanto efectivamente los hay. Un ejemplo de esto es el proyecto uruguayo desarrollado por los diseñadores Santiago Alonso y Caro Curbelo, acompañados por el desarrollador Sebastián Borrazás, que busca a través de su sitio online StreetArt conectar todos los murales y graffitis de Montevideo. El sitio utiliza la tecnología de los mapas de Google para permitir a los usuarios asociar la imagen de una expresión de arte callejero a su ubicación en el mapa de la ciudad, permitiendo así no sólo conocer a los autores de las obras, sino también el considerar a la ciudad entera como un gran museo de artes visuales. Como dijo el profesor Ricardo Klein a los alumnos de la Licenciatura de Artes Visuales de la Universidad Católica del Uruguay refiriéndose al arte callejero: “es una expresión urbana que no es solo artística, sino que maneja relaciones simbólicas y tiene que ver con el desarrollo de la ciudad”.

One day in Dismaland

Bruno Gariazzo

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