Nota publicada en el diario El Observador
En medio de la emergencia sanitaria desencadenada por la llegada del coronavirus al país, la comunidad científica nacional se ve obligada a redirigir sus fuerzas y su actividad de pronto aparece como una prioridad
Al principio se le quitaba importancia; no era más que un problema ajeno y aislado que salpicaba cada tanto alguna conversación. Las imágenes de los tapabocas comenzaron a multiplicarse hasta volverse memes. ¿Qué no se vuelve un meme hoy en día? Si un presidente puede ser un meme, ¿por qué no el mito del coronavirus? Cuando menos se lo esperaba, el meme ya estaba tocando a la puerta, pero siempre hay cosas más importantes que atender. El mito se desdibuja, pero la máquina nunca se puede detener. ¿Y si algo la obligase a detenerse y los mecanismos no estuviesen preparados para soportar el cimbronazo? La reacción fue en cadena: las advertencias y respuestas de unos países contagiaron a otros vecinos como quien contagia una gripe en un medio de transporte público. “Pandemia”, repiten las pantallas de los celulares. Los gobiernos declaran la “emergencia sanitaria”, las fronteras se cierran, la autoridad se cierne y las calles se vacían: ahora el miedo florece (pero nada detiene los memes). ¿Y quiénes se vuelven los principales protagonistas de esta película apocalíptica? Aquellos en quienes se cree pero que pocas veces son enfocados como es debido: los científicos. Los médicos, los biólogos, los bioquímicos, los químicos, esas especies que rara vez aparecen en televisión sin ser interpretados por actores de elenco. En estos tiempos de crisis son ellos que acaparan el escenario y todos los demás ciudadanos descienden del mismo para escucharlos. Pero, ¿este protagonismo no debería de ser compartido más allá de la adversidad? Esto mismo es lo que opina el Doctor en Medicina y en Ciencias Biológicas Rafael Radi, quien es también presidente de la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay y director de Director del Centro de Investigaciones Biomédicas de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (UdelaR).

Al rescate en tiempos difíciles
En diálogo con Cromo, Radi explicó que toda la logística de funcionamiento de los laboratorios experimentales de todo el mundo se está viendo afectada por esta situación actual de emergencia, y que son los países que presentan una comunidad científica local más robusta aquellos que logran compensar más eficazmente el golpe. El programa de investigación que en estos tiempos dirige Radi en la Facultad de Medicina y que reúne a más de 35 científicos está abocado a estudiar las bases moleculares de distintas enfermedades así como del proceso de envejecimiento, por lo que implica un trabajo con un enfoque experimental que necesita de organismos vivos, ya sean células animales, microorganismos infectivos o animales como roedores que se mantienen en un bioterio. El mantenimiento de estos organismos a su vez necesita del aprovisionamiento regular de raciones para alimentarlos e insumos para un adecuado control veterinario. Las medidas de aislamiento social afectan también a los proveedores de estos insumos y de los reactivos necesarios para avanzar en las investigaciones, por lo que las actividades científicas de todo el mundo se ven enlentecidas, y la vida de los animales de muchos bioterios lamentablemente muchas veces debe de ser sacrificada. “Hay toda una cadena de suministros, de distribución de material biológico y de insumos que se está rompiendo”, informó el Director del Centro de Investigaciones Biomédicas. La suba del dólar también es un factor de preocupación, dice, ya que los subsidios nacionales que recibe la comunidad científica son sumas en pesos cuando la mayoría de los equipamientos e insumos que se necesitan en un laboratorio provienen de países que los venden en dólares o en euros.

Aunque las actividades de investigación tanto de la UdelaR como de otras instituciones científicas tratan de mantenerse en pie, el trabajo experimental se ha reducido al mínimo, se han fomentado los trabajos a distancia a través de Internet (lo que, según el especialista, se ve favorecido por la buena conexión que posee Uruguay), y los investigadores intentan concentrarse por el momento en el procesamiento de los datos acumulados previamente a la pandemia y en la escritura de los informes correspondientes. “Este tiempo de paréntesis lo estamos usando para tratar todo lo que tiene que ser procesado, todo lo que está disponible para ser integrado a la literatura universal, todo lo que tengamos que hacer para ponernos al día al máximo”, remarcó Radi. Pero por fuera de ese paréntesis a sus proyectos profesionales, los científicos uruguayos están redireccionando fuerzas, reactivos y equipamientos de laboratorio para ponerlos al servicio de los diagnósticos de infecciones con coronavirus. En este momento se están recolectando datos acerca de la cantidad de materiales disponibles en el país relacionados a las distintas etapas del diagnóstico de este virus. “En el futuro se verá cómo todo ese esfuerzo se recupera total o parcialmente, pero el foco está puesto ahí ahora”, informó Radi.
Por su parte, el Doctor en Biología Molecular Juan Cristina, quien fue también decano de la Facultad de Ciencias entre los años 2010 y 2018, contó que no sólo se están redirigiendo materiales y esfuerzos físicos e intelectuales, sino también una suma importante de fondos. Cuando recién había comenzado la pandemia en China, informó Cristina, su laboratorio destinó 10 mil dólares para comenzar las investigaciones necesarias para fortalecer una respuesta preventiva, a los que se sumaron otros 35 mil dólares que aportó la UdelaR. También fue necesario redirigir fondos destinados a la enseñanza debido al cambio de un formato de educación presencial a uno a distancia en línea que debía satisfacer a un total de 155 mil estudiantes en todo el país. “Es un desafío formidable, y va a seguir habiendo redirección”, sostuvo. Más allá de que el personal presente en los pasillos de las facultades y dentro de los laboratorios se redujo a un mínimo, el dos veces decano de la Facultad de Ciencias dijo que las medidas sanitarias llevadas a cabo actualmente en estas instituciones educativas no difieren mucho de las usadas cotidianamente, aunque éstas se hayan vuelto más exhaustivas. Combatir al virus no precisa de desinfectantes especiales, por lo cual las medidas de seguridad adoptadas no son diferentes a las recomendadas por la Organización Panamericana de la Salud, que son las mismas que las difundidas por el Ministerio de Salud Pública (MSP). Eso sí, el trabajo de todo el personal encargado del saneamiento dentro de los edificios no es despreciable. “Hay que agradecer a todos los funcionarios de la Universidad que no son docentes porque realmente están muy compenetrados”, apuntó Cristina.

La curiosidad a su servicio
Juan Cristina se encuentra al frente de un equipo de siete personas que trabaja en el Laboratorio de Virología Molecular ubicado en el Centro de Investigaciones Nucleares de la Facultad de Ciencias. El equipo estudia enfermedades virales emergentes de importancia para la región latinoamericana, como las causadas por el virus de la gripe, el influenza, el virus de la hepatitis C, el virus del dengue, que representa un problema grave hoy en día en la región, o el virus zika que estuvo detrás de la epidemia importante desatada en Brasil. Normalmente el equipo trabaja arduamente para poner a disposición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) las cepas virales en circulación en esta región de América Latina siempre que esta organización se encuentre desarrollando nuevas vacunas. “En caso de una virosis emergente como la del coronavirus, lo que tratamos es de entender cómo es el virus, de dónde viene, cuáles son las cuestiones relevantes de su ciclo de replicación, para tratar de contribuir a contestar preguntas básicas que luego puedan ser utilizadas para el desarrollo de diagnósticos y de vacunas contra esos virus específicos”, explicó Cristina.

Tras un convenio con el MSP, hace tres semanas que el equipo de su laboratorio se encuentra trabajando en conjunto con colegas y amigos pertenecientes al Laboratorio de Evolución Experimental de Virus del Instituto Pasteur de Montevideo para lograr el desarrollo de tests de diagnósticos de coronavirus de origen enteramente nacional. El Laboratorio de Evolución Experimental de Virus se encuentra dirigido por el PhD en Ciencias Biológicas Gonzalo Moratorio, quien junto a cuatro más investigadores estudian los procesos de evolución de los virus (en especial los de ARN como el COVID-19) para comprender cómo éstos logran modificar sus estrategias de replicación, de transmisión y virulencia para poder así adaptarse a nuevos hospederos. Este laboratorio forma parte de los “laboratorios G4”, de los que también forman parte el Laboratorio de Biología de Apicomplejos y el Laboratorio de Genómica Microbiana. Hoy trabajan en el Instituto Pasteur 220 personas repartidas en 17 laboratorios, los cuales, según información otorgada por el sector de comunicación del instituto, se encuentran planeando nuevas líneas de investigación orientadas a brindar ayuda para hacer frente a la emergencia sanitaria.

El equipo de Juan Cristina ya había trabajado anteriormente junto al Laboratorio de Virología Molecular del CENUR Litoral Norte de Salto y junto al Laboratorio de Inmunovirología del Instituto Pasteur, dirigido por el Doctor Otto Pritsch al frente de otros ocho investigadores, estudiando los procesos moleculares de acción del Virus de la Leucemia Bovina (VLB), el cual ha causado enormes pérdidas al sector agropecuario. En efecto este virus, que también forma parte de la gran familia de los coronavirus, puede convertirse en una barrera no arancelaria para las exportaciones, ya que muchos países rechazan a todo aquél ganado que presente anticuerpos específicos de ese virus, ya que éstos son indicios de una infección con el mismo. También existen antecedentes de estudios en coronavirus aviares (de aves) llevados a cabo por la sección de genética evolutiva del Instituto de Biología, que junto a los estudios sobre el VLB han servido de modelo para comprender los mecanismos moleculares de replicación de otros virus causantes de enfermedades humanas, por lo que fueron fundamentales en esta búsqueda por desarrollar kits de diagnóstico de infecciones con el COVID-19.

Nunca se sabe en qué puede ser aplicado mañana lo que se descubre hoy, he ahí el valor intrínseco que conlleva todo descubrimiento, así como también la curiosidad que marcó el camino hacia el mismo. Es en el valor de esta curiosidad y de la creatividad a ella ligada que hicieron más énfasis tanto Juan Cristina como Rafael Radi. La ciencia debe de ser curiosa y creativa por definición, ya que ésta debe siempre partir de una duda y buscar soluciones alternativas y originales a un mismo problema. En este momento de crisis es entonces la curiosidad y la creatividad de los científicos las que salen al escenario para ponerse al servicio de la ciudadanía. “Tras la llegada del coronavirus hubo una explosión de creatividad en la Universidad de la República en los más diversos ámbitos, incluso desde la psicología y la sociología, para buscar soluciones y atender una emergencia del Estado”, opinó Juan Cristina.
Más vale estar preparados
La histeria colectiva desatada en la sociedad por la pandemia del coronavirus es para estos dos investigadores un claro ejemplo de lo fundamental que es el tener una comunidad científica formada sólidamente en el país. No sólo brinda a una población soberanía al no tener que depender de los conocimientos técnicos desarrollados en el extranjero, sino que también permite responder rápidamente y con eficacia a situaciones inesperadas como la vivida a raíz del surgimiento del COVID-19. Así como hoy es este virus de alto poder de contagio el que puso el sistema social patas para arriba, mañana puede ser otro virus más letal el que toque a la puerta. Escenarios similares se van a repetir y hay que estar preparados. “Los reservorios animales son enormes, los virus mutan a velocidades muy altas, y la aglomeración de personas y la coexistencia con animales vivos dan muchas chances a los virus animales de adaptarse y afianzarse en el ser humano”, advirtió Rafael Radi. Los países que mejor logran hacer frente a estas situaciones de crisis, según el experto, son aquellos que tienen sistemas sanitarios y científicos robustos a nivel nacional. “Cuando me hablan de Corea del Sur pienso que ese país destina el 6% del PBI a investigación y desarrollo, mientras que Uruguay destina el 0,38% – reflexionó Radi – Entonces cuando me dan ese ejemplo siempre digo que me den la película entera, no sólo la introducción”.

Aunque ambos investigadores consideran que el apoyo brindado a la ciencia por el Estado no es despreciable. Juan Cristina destacó la creación durante el primer gobierno de Tabaré Vázquez de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), o del Sistema Nacional de Investigadores, que hoy cuenta con 211 personas en el área de Ciencias Médicas y de la Salud y con 594 en el área de Ciencias Naturales y Exactas, así como también se creó la Academia Nacional de Ciencias del Uruguay. Aun así, ambos científicos uruguayos creen que la ayuda estatal sigue siendo de mediana a baja y que nunca es recomendable mirar a la ciencia únicamente en el momento en que ya estalló la crisis. Para comprenderlo basta ver la situación en la que se encuentra hoy Estados Unidos, país que carece de sistemas de educación y de salud públicos de calidad como los nuestros, donde el Doctor Anthony Fauci, reconocido epidemiólogo y antiguo mentor de Cristina, se encuentra en constante disputa con el presidente Donald Trump por la falta de medidas y recursos necesarios para hacer frente a la pandemia. Para el dos veces decano de la Facultad de Ciecias, en el Uruguay hace falta una ciencia que sea una política de Estado sin ningún color partidario, ya que la formación de los científicos lleva tiempo y atraviesa varios gobiernos. Por otro lado, Juan Cristina también señaló a los jóvenes estudiantes como el recurso más preciado que tiene un país. “A veces se cree que lo que vale en la ciencia son los aparatos, pero en realidad lo más importante son los jóvenes con formación de alto nivel – argumentó Cristina – Lo que ha estado perdiendo el Estado lamentablemente es eso. Nosotros damos una educación gratuita, formamos científicos de calidad, y si el Estado que en este caso los formó después no los utiliza, entonces va a aparecer otro Estado que sí los va a utilizar y que no tuvo que pagar su formación.” Hacer de la ciencia joven una prioridad se vuelve así más una necesidad urgente antes que un capricho. Nunca se sabe que mal mayor podrá tocar a la puerta en el futuro. Tal vez una vez más la curiosidad pueda salvar al ser humano.