Irresistible como la música humana

Notas publicadas en el diario La República

Entrevista a los músicos uruguayos Leandro Aquistapacie y Fabián Sánchez

A lo largo del siglo veinte, el arte en general ha vivido un proceso de emancipación respecto a toda norma instituida, y ha saltado al veintiuno gritando a todo pulmón «libertad». Aunque el mercado no tarda en absorber toda idea original para producirla en masa en paquetes estandarizados, cada vez son más los artistas independientes que proliferan con una sed insaciable por romper con el status quo y estimular esa chispa libre que existe en todo ser humano. Una de las artes con mayor capacidad de generar esta chispa liberadora de tensiones ha sido desde siempre la música, y artistas como los Beatles, Jim Morrison, Luis Alberto Spinetta, El Príncipe o Eduardo Mateo, han ayudado a marcar este sendero de independencia personal y artística que se extiende hasta nuestros días debajo de nuestros pies. Exponentes de esta libertad creativa son las bandas independientes (dichas «indie») que colonizan a todos los corazones jóvenes desde hace más de 40 años, siendo una de las más influyentes actualmente la banda australiana Tame Impala encabezada por Kevin Parker.

Pero nuestro país también acuna a músicos independientes con gran interés por romper con los órdenes establecidos, algunos de los cuales pudieron descubrirse (o redescubrirse) el viernes 26 de julio de 2019 en la sala de Inmigrantes. Se presentaron en escenario canciones de los discos «Es bebé» y «El sermón de la liberación» del artista Leandro Aquistapacie, así como los temas de «Reflexiones de una Ventana Invisible», primer disco de la banda «Viajes en la Superficie», formada por Gonzalo y Gastón Vivas, Lorenzo Cavalli, Marcos Caula, y su líder y compositor Fabián Sánchez. Mencionar líderes en este caso particular del ambiente artístico uruguayo se hace más que nada por formalidad, ya que los músicos que subirán al escenario este viernes pertenecen a un colectivo y sello discográfico independiente llamado «La Órbita Irresistible», cuyos integrantes intercambian funciones entre proyecto y proyecto, entre banda y banda. Cada grupo musical formado con un nombre característico es la oportunidad para que uno de los miembros de esta órbita ponga sus composiciones a la cabeza del proceso creativo grupal, y los demás dan viento a sus alas sabiendo que luego tendrán su propio turno de volar. Además de «Viajes en la superficie» y Leandro Aquistapacie, las producciones del colectivo se desdoblan en bandas como «Algodón» (vuela la mente de Paul Higgs), «Piel» (vuelan los hermanos Vivas), u «Oso polar» (planea Pedro Duarte). Además de compartir miembros entre sus grupos musicales, la órbita también se caracteriza por un particular estilo artístico, el cual es tan fractal como las múltiples funciones de sus músicos. Psicodelia, pop, rock, blues, jazz, (¿indie?) todo se mezcla en una amalgama de piezas intercambiables que aporta nuevo aire al espíritu uruguayo y que define un único género: la libertad.

Para conocer más sobre el mundo interno de los artistas que volaron junto al aire de sus amigos en Inmigrantes aquél viernes, La República se comunicó con Fabián Sánchez (de 25 años) y Leandro Aquistapacie (de 22), dos amigos y compañeros de trabajo cuyos contrastes enriquecen más a La Órbita que sus concordancias. El interés de ambos por la música surgió en el ámbito del hogar, en una combinación entre influencias de familiares y amigos. Fabián recibió de su padre el palo británico del rock de su época, con discos de bandas como Led Zeppelin, los Beatles, Pink Foyd o Deep Purple, mientras que el palo más castellano lo recibió de su madre, quien escuchaba más a Jaime Roos, Ruben Rada o Alejandro Sanz. De tal palo tal astilla, y así comenzó Fabián a practicar con la guitarra de su padre a los nueve años mientras ya cantaba en el coro de la escuela. «Mi padre tocaba la guitarra hasta que decidió abandonarla para ponerse a estudiar ingeniería» – contó Sánchez – «en esa época (1970) era casi imposible dedicarse a la música y yo creo que ni siquiera se lo cuestionaba». Heredó el instrumento, pero no inmediatamente el entusiasmo por la música.De niño el deporte ocupaba la mayor parte de su energía, y fue recién a los trece, cuando en un disco elegido al azar  rugió la voz de Robert Plant en «Black Dog», que en el compositor de «Viajes en la superficie» se encendió la chispa del artista. «La música y mis sentimientos se cruzaron en el momento exacto» – comentó Fabián -«mis padres se peleaban mucho, eso empezaba a afectarme cada vez más, y fue en ese momento que decidí abandonar el deporte para dedicarme a hacer canciones». Por su parte, Leandro Aquistapacie explicó que su afición por la música se la debe por un lado a un amigo de la escuela, y por otro a la obsesión de este amigo por los Beatles. Con la pasión de su compañero de clase por la mítica banda británica resonando en los oídos, Leandro volvió a su casa en busca de respuestas, y luego de obtenerlas comenzó todo un camino de desarrollo como músico en el que participaron tanto profesores como buenos amigos.


¿Cuál crees que es el mayor beneficio que trae la música al ser humano? ¿Te podrías imaginar un mundo sin música?

Fabián Sánchez: La música es una gran doctrina de catarsis, de liberación de tensiones. Aunque no siempre es así. La música y todas las artes están acompañadas por el contexto en el que vivimos, y este contexto muchas veces nos puede jugar en contra. La ansiedad y el ego son los principales protagonistas de mi contexto actual, es una lucha permanente.Imaginarse un mundo sin música es imaginarse un mundo de represión, sin libertad ni lugar para los sentimientos. Es por esto que elijo hacer música.

Leandro Aquistapacie: Yo creo que la música no tiene aportes ni beneficios más allá de los obvios. Es decir, no cabe pensarla en esos términos. Es una capa más del vivir humano, siempre estuvo y alguien tiene que hacerla. Pensémosla como un oficio. ¿Qué beneficio más allá del obvio tiene el hacer de un carpintero para el ser humano?

¿Considerás al arte un medio de comunicación, de transmisión de ideas? Más allá de la letra, ¿en qué forma representa para vos la música un medio de comunicación que ayuda a conectar con otros?

Fabián Sánchez: Hay personas que no hablan, personas que no pueden adaptarse a la vida que llevamos, y algunas que simplemente no eligen nacer «distintos». Me refiero a personas con patologías a las cuales no me gusta hacer referencia, ni siquiera me agrada referirme de esta forma. Durante mucho tiempo consideré a las palabras como algo superficial e impuro. Supongo que algo de ésto deben sentir aquellas personas que no les gusta hablar. La música permite comunicarte con quién sea, no se necesita cantar o decir algo, la música habla por sí sola con miles de estímulos por segundo. Claro que la comunicación no siempre es positiva, por eso insisto en su relación con el contexto social.

Leandro Aquistapacie: No creo que tampoco sea un medio de comunicación, ni de transmisión de ideas. Si pensara mis canciones como un mensaje, siendo yo un emisor, destinadas a un receptor, haría publicidad. No es que no se cumpla esta ecuación, pero si lo estás pensando así, desde ahí, podes caer en territorios terribles. La música es algo que haces en tu cuarto, después decidís a quien se lo mostrás, y seguramente sufra cambios en el proceso, pero jamás deberían estar éstos supeditados a quién se lo estás mostrando. Es generar un discurso para nadie, dejarlo lo más genuino posible desde un lugar cero de honestidad  absoluta y después decidir qué hacer con él. Mi vida social se ve muy teñida por la música. Muchos de mis amigos actuales fueron inicialmente conocidos por tener una afinidad musical muy grande. Y a partir de eso, muchas de mis actividades tienen una pata musical. Ahora, conectarme con otro a través de la música, me parece una utopía. No por tocar la misma progresión al mismo tiempo considero que se está conectado. Ni tampoco creo que sea una cuestión polar de estar conectado o no estar conectado: es un camino. Hay un valor en intentarlo y en caminar ese camino. Espero estar haciéndolo bien.


¿Qué te importaría comunicar a la sociedad a través de tu música? ¿En qué te gustaría ayudar a través de la misma?

Fabián Sánchez: Mi forma de componer y escribir letras siempre parte de mis experiencias personales. Todos sentimos y vemos las cosas de formas distintas. Es por eso que mis canciones son el reflejo de mi forma de ser y ver el mundo. Esto es lo que quiero para la sociedad, quiero que seamos más fieles a nosotros y no a lo que nos dijeron que debemos ser. Necesitamos vernos a nosotros mismos para poder crecer como personas, conocer nuestros miedos más profundos así como nuestras virtudes.

Leandro Aquistapacie: Creo que no cargamos, ni yo ni ningún músico, la mochila de ayudar al mundo. El mundo se ayuda por otras vías y en otras esferas de la vida. Si lo tuviera que comparar, una canción me parece un pequeño bloque, una cápsula de divinidad. Divinidad religiosa. Creo que es lo más cerca que se puede estar a dios, en el sentido menos cristiano y más espiritualmente amplio posible. En ese sentido, no hay nada para comunicar a la sociedad: la sociedad bebe, si gusta, de ese néctar que proviene de una comunicación que difícilmente sea dedicada para ellos, pero que a pesar de esto fue ofrecida, ofrendada. Y solo me puedo hacer cargo de eso.


¿Cómo surgió el proyecto que dio origen a «La Órbita Irresistible»? ¿Qué rasgo en común destacarías entre las bandas que componen este sello y entre sus integrantes?

Fabián Sánchez: La Órbita Irresistible surge con las nuevas formas de difusión actuales. Las redes sociales y plataformas digitales permiten que cada vez más artistas trabajen de forma independiente sin depender de un contrato discográfico. Fue gracias a esto que Paul Higgs, cantante de la banda Algodón, decidió ponerle nombre a un grupo humano ya establecido por la amistad y objetivos en común. Claramente nuestro rasgo en común siempre ha sido el de la amistad, apuntando a un crecimiento como grupo y como artistas. Si bien tenemos muchas influencias musicales en común, cada proyecto es realmente distinto y único entre sí. Si bien todas parten de una de las bandas más influyentes de la música contemporánea como son los Beatles, somos personas re distintas y eso hace que nuestras canciones tomen diferentes formas.

¿En qué otras bandas y/o proyectos te encontrás trabajando actualmente? ¿Qué destacarías del disco cuyas canciones se podrán disfrutar el próximo viernes en Inmigrantes?

Fabián Sánchez: Actualmente formo parte de varios proyectos: Viajes en la Superficie, Piel, Leandro Aquistapacie, Phoro y también hago canciones bajo mi nombre «Faba Sánchez». El año pasado lanzamos el primer disco de Viajes en la Superficie titulado «Reflexiones de una Ventana Invisible». Para mí éste disco es el comienzo de una nueva era de experimentación y búsqueda de originalidad. Es la real mezcla entre sentimientos oscuros y sentimientos luminosos, generando un contraste y un balance inspirados en el Yin y Yang. Estos aspectos no sólo se pueden escuchar en las líricas, sino también en los diferentes momentos de clímax generados por ritmos de batería y texturas de guitarra.

¿Qué experiencia reciente dentro del mundo musical te gustaría compartir?

Leandro Aquistapacie: De lo más hermoso que últimamente me pasó son dos cosas. La primera fue que Faba, uno de los guitarristas de mi banda y compositor y guitarrista de Viajes en la Superficie, vio el último documental de Scorsese sobre Dylan. Después de charlar un poco, o incluso capaz fue otro día lo que lo hace mejor aún, me dice algo así como “ahora entiendo por donde va esto de la banda”.Y la segunda fue hace muy muy poco. Yo estando de gira en Santa Fé con una obra de teatro en la que toco el piano, y los gurises se juntaron en Montevideo a ensayar sin mí. Algo que ya para mí fue pila. Me mandaron un audio de una canción de una manera súper re-versionada, fresca y nueva. Y yo la escuchaba con el celular pegado a la oreja caminando por Rafaela matándome de risa y hasta llorando un poquito. Creo que acá sí cabe hablar de apropiación y de conexión entre personas.


Entrevista a los músicos uruguayos Germán Geis y Martín García de Zuñiga

El canto de un ave, seguido del de otra con otra tonalidad y brillo. El murmullo de un arrollo que corre sigiloso en su colchón de baja freciencia. Los zumbidos y otras vibraciones de los insectos que se agitan solitarios o en sociedad. El viento que silba y el crugir de las ramas y hojas con su pasar. Todo se mece en la lejanía extasiado por estos susurros de la naturaleza, a los cuales se suma nuevamente la voz de un ave o de algún mamífero extraviado. Uno de estos mamíferos le puso un nombre a esta armonía sonora de la natura:  «música». Este animal bípedo y condenado al pensamiento pronto se sumó a la orquesta natural a través del perfeccionamiento de su voz y de la confección de instrumentos acústicos a partir de los materiales de su entorno. A los oídos de este ser dicho «humano» llegaron entonces, sumadas al viento, el agua, las aves y los insectos, las voces de un violín, una lira y una flauta. Sucedió así algo inesperado: la existencia en su totalidad se transformó en hierofanía. A partir de ese momento mágico los primates del dedo pulgar oponible adoptaron como comportamiento ritual el crear música para los suyos, música para humanos.

«Música para humanos» es el nombre de un grupo de artistas uruguayos interesados por esta historia del homínido y de los sonidos que envuelven su cultura. La banda, formada por Martín García (bajo), Germán Geis (guitarra), Bruno Galli (teclado), Marcelo Galli (batería) y Hernán Barceló (guitarra), desarrolla toda una amalgama de géneros musicales al servicio de la autorreflexión del escucha, géneros que transitan desde el rock progresivo, el jazz, el funk, y el pop, hasta el rap, el hip-hop, la milonga y el candombe. «Creo poder decir sin errarle que todos somos enfermos de Pink Floyd», admitió a La República Martín García, quien contó también que inicialmente se acercó a la música planeando cantar, para luego decantarse por el lado de los instrumentos rítmicos. Todos los integrantes se amamantaron de la cultura musical en sus hogares desde pequeños, y arrastraron fielmente sus gustos tempranos a sus composiciones adultas. «Me encantaba escuchar a mi abuelo tocar la guitarra, veía lo que generaba en las demás personas y comprendí que la música era un vehículo único para expresar emociones que trascienden las palabras, para llegar a una parte emocional y del subconsciente de las personas», compartió con La Republica Germán Geis.

Este último recuerdo de Geis nos envía a una famosa pregunta: ¿es la música un medio de comunicación? En opinión de Germán, es muy probable que la música haya sido de los primeros medios de comunicación que utilizó el ser humano como especie, esta evolucionando desde un código en forma de una serie de golpes hasta una verdadera expresión artística. Sin embargo, la música como concepto le parece una invención del ser humano construida a partir de sonidos y relaciones matemáticas pre-existentes en la naturaleza. De esta forma, el humano habría bebido de un arte que ya estaba presente en su entorno como en sí mismo, ya que, dijo Germán, uno puede reconocer como primer sonido rítmico del ambiente el latido de su corazón, y antes de eso el latido del corazón de su madre.  «Creo que el concepto de música es una creación del ser humano, como el de cultura, por lo tanto un mundo sin música sería un mundo sin seres humanos», sentenció Geis.

Por su parte, Martín García trajo a colación una frase del vocalista Andrew Wood: «enamorémonos de la música, la fuerza que conduce nuestra vida, el único lenguaje internacional, gloria divina». En el mismo sentido, recordó Germán la importancia de la música como medio de comunicación entre dos personas que no hablan el mismo idioma. La palabra «comunicación» proviene del latín «comunis«, que significa «común», y en este caso, para que haya una comunicación, es necesario que tanto el músico como su escucha compartan un código musical en común que está en los orígenes de la especie humana. La comunicación con el otro así es esencial en el trabajo del artista:  «la existencia de un otro es fundamental para mí, la música la hago para mí pero para que sea escuchada por otro, como un acto de amor hacia otra persona», admitió Geis. «Cualquier expresión artistica es una imagen (usualmente momentánea, fotográfica) del alma, de los pensamientos, de las emociones, las preocupaciones que tiene el artista en el momento que la hace» – opinó por su lado Martín – «si otra persona se conecta con esa pisca del interior de otra persona, de alguna forma, ya sea sintiendo empatía o reflejando sus propias experiencias y reflexionando, entonces sin duda se esta estableciendo una comunicación de algún tipo».

Y entonces, ¿qué buscan estos músicos comunicar a través de sus composiciones? Dos ejes parecen dirigir las temáticas de sus canciones: por un lado el cuestionamiento del ser humano como una especie más del ecosistema terrestre, por el otro la importancia de la conexión entre los individuos que componen la humanidad como base de toda solución a sus problemas existenciales. «A veces nos paramos desde un lugar extraño al ser humano, como un extraterrestre que llega a la tierra y comienza a interpretar las relaciones humanas sin formar parte de esa especie» – explicó Germán Geiss – «Desde ese punto de vista extraño se observan muchas contradicciones, hipocresía, como también un afán autodestructivo». Las sociedades humanas estarían así fragmentadas en individuos alienados, incomunicados los unos respecto a los otros, y la música funcionaría como un lenguaje que trasciende naciones y culturas para posicionarse como garante de la interconexión humana a través de la sensibilidad. «La idea es empatizar con las personas que no se sienten cómodas con la situación actual, y también ponernos frente a un espejo como especie, hacer el ejercicio de visualizarnos desde lo extraño y reflexionar sobre lo que somos», continuó el guitarrista.

En este punto es que germina una palabra que es ponderada especialmente por los miembros de «Música para humanos»: la palabra «empatía». «Creo que lamentablemente vivimos en un mundo en que el sistema propicia el egoísmo y el individualismo, porque le es afín a sus fines y muchos de los males que existen en el mundo se dan porque las personas no tienen la capacidad de reflejarse en el otro, de entender sus problemas, sus preocupaciones, sus sentimientos», expresó García. En palabras de Germán Geis:

«Me gustaría que la gente empatice con nuestras sensaciones y que así no se sientan solas. Que compartan nuestras impresiones, disfruten o reflexionen con nuestra música y les sirvan de compañía. Ayudar a que las personas se aventuren en el pensamiento. Me gustaría ayudar a combatir la alienación social, el accionar de las personas como máquinas, como piezas de un engranaje. Que piensen por sí mismas. Contener la ansiedad reinante y estimular el aquí y el ahora. Intentar dejar de ser cuerpos económicamente productivos y políticamente dóciles para buscar concientemente un camino propio, aunque no sea el “más conveniente”.

La música se vuelve de esta forma en manos de estos artistas en un importante vehículo de sentimientos e ideas con la capacidad de movilizar internamente a quien escucha, y quien dice movilización de personas dice fuerza política. Por esto Germán destaca el poder que posee la música para lograr un cambio social. «En todas las dictaduras militares regionales se persiguió a músicos, muchos tuvieron que exiliarse, otros fueron fuertemente censurados y en el peor de los casos asesinados, como fue el caso de Víctor Jara» – expresó el guitarrista – «ese miedo que genera en los gobiernos autoritarios no hace más que confirmar el poder de la música, la fuerza que tiene para hacer llegar un mensaje». Y a esto el bajista remata agregando: «Es bueno ser consciente del poder que tenemos en nuestras manos, y acá voy a hacer otra cita, pero esta ves no de un músico sino de un entrañable personaje del Hombre-Araña, el Tío Ben: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”.



Bruno Gariazzo

Hacia un nuevo lenguaje audiovisual

Nota publicada en la sección CROMO del diario El Observador

Erase una vez un joven que por su belleza extraordinaria enamoraba a hombres y a mujeres por igual. Sin embargo, su excesiva vanidad lo llevaba a rechazar a todo pretendiente que osara tenderle su amor, por lo que un día los dioses decidieron castigarlo haciendo que el joven se enamorara perdidamente de su propia imagen. Así, el muchacho de extrema guapura se zambulló en un estanque en busca del apuesto rostro que le devolvía su reflejo en el agua, muriendo al final ahogado en su propia arrogancia. De su muerte nació una hermosa flor que lleva su nombre: el Narciso.

Con este relato intentaba el poeta Ovidio advertir a los jóvenes de los peligros que aguardan detrás de la obsesión por su propia imagen. Este reflejo engañoso fue asociado por la serie británica “Black Mirror” a la oscura imagen especular que observa desde la pantalla apagada de un celular, imagen antagonista de las brillantes capturas que son publicadas diariamente en las redes sociales.

Las puertas de entrada

La primera y más famosa red social fue creada en febrero de 2004 por el estadounidense Mark Zuckerberg junto a un grupo de compañeros de la Universidad de Harvard, y aunque al principio los miembros de la red se limitaron a estudiantes de dicha institución educativa, ya en 2006 cualquier persona con al menos 13 años podía pasar a ser parte de esa comunidad digital. Revolucionando la forma en que los seres humanos se relacionan y se comunican, Facebook pasó de ser una simple plataforma de entretenimiento a ser una piedra angular en la vida de millones de personas. Sus datos almacenados son usados por multitudes de empresas para realizar estudios de mercado, para conocer de antemano el perfil de sus empleados, o para realizar campañas publicitarias dirigidas a públicos en específico. Los ingresos de la compañía de Zuckerberg provienen casi exclusivamente de los anuncios publicitarios que se cuelan en las pantallas de los más de 2 mil millones de usuarios que esta red social cuenta actualmente, ingresos que ya le han permitido comprar en 2012 y en 2014 a su competencia más directa: respectivamente, Instagram (creada en 2010 por Kevin Systrom y Mike Krieger) y WhatsApp (creada en 2009 por Jan Koum).

Aunque Facebook sigue encabezando la lista de las redes sociales con más número de usuarios, actualmente la plataforma conoce una migración de los más jóvenes hacia las alternativas que ofrecen Instagram o Twitter (servicio de microblogging creado por Jack Dorsey en 2006). Según un estudio realizado en enero de 2019 por Digital 2019 Global Digital Overview , Facebook lidera con 2271 millones de usuarios alrededor del mundo, seguido por YouTube con 1900 millones y WhatsApp con 1500 millones. Aun así, la mayoría de los usuarios de Facebook tienen entre 25 y 34 años de edad, y las cifras caen en picada para aquellas personas menores de 20 años. Por otro lado, Instagram presenta una mayor concentración de usuarios en la franja etaria que se extiende entre los 18 y los 24 años, y cada vez son más los jóvenes de entre 14 y 18 años que se decantan por esta plataforma virtual. Cuando el número de cuentas activas en redes sociales se incrementó en un 67% entre 2014 y 2019, Instagram duplicó su número de cuentas activas en tan sólo dos años y hoy tiene más de 1000 millones de usuarios.

El nuevo lenguaje de la juventud

Durante la presentación del nuevo Samsung Galaxy A en el 2019, el CEO de la compañía surcoreana, Kwon Oh-hyun (mejor conocido como DJ Koh), explicó que Samsung Electronics buscaba satisfacer las necesidades comunicativas de las nuevas generaciones de jóvenes. Según el director ejecutivo, los jóvenes de la era digital están acostumbrados a vivir en “un mundo sin límites”, a compartir contenidos creativos en tiempo real generando nuevas formas de interacción,  y es por esto que llama a esta nueva era “la era en vivo”. Estandartes de esta declaración son aplicaciones como Instagram o Snapchat cuyo principal atractivo es la posibilidad de compartir fotos y videos en tiempo real y de construir así las famosas “historias” de la vida de sus usuarios. Estas necesidades juveniles exigen entonces las mejores cámaras y las mejores pantallas, por lo que los nuevos dispositivos incluso ya vendrán equipados con cámaras preparadas especialmente para sacar selfies (a Narciso le gusta esto).

En diálogo con Cromo, el psicólogo social especialista en redes sociales Roberto Balaguer asegura que las nuevas generaciones se encuentran desarrollando un nuevo lenguaje en donde la imagen es la moneda de intercambio por excelencia. Dice el especialista que mientras en tiempos anteriores el texto primaba sobre la imagen, hoy para los jóvenes el texto es un mero acompañante. “Implica toda una lógica distinta que evidentemente trae emparejadas nuevas formas cognitivas de estar en el mundo”, dice Balaguer, “y en un momento esas generaciones van a ser mayoría y el mundo seguramente empiece a regirse por nuevos parámetros”. Así como el libro o la escritura fueron tecnologías disruptivas en su momento, hoy aplicaciones del estilo de Instagram “van generando de alguna forma nuevas humanidades”.

Más allá del mayor provecho que hacen estas nuevas aplicaciones de las nuevas tecnologías, el psicólogo explica que la migración de los adolescentes desde Facebook  hacia otras redes sociales alternativas se debe también a un deseo por no estar bajo la mirada de sus padres. En efecto, en un principio la puerta de entrada al mundo de las redes sociales siempre fue Facebook, por lo que en esta plataforma se encuentran concentradas las generaciones más antiguas que nunca quisieron mudarse a otro sitio. “La opción entre Instagram o Facebook es como elegir entre una fiesta donde están los abuelos y los padres o una fiesta donde haya solo jóvenes”, comenta el especialista.

Por otro lado, al estar inmersos en un universo donde la imagen y el video predominan, las nuevas generaciones se ven obligadas a mejorar sus habilidades fotográficas y cinematográficas, porque “la presentación, sobretodo en Instagram, es muy importante”. “Es una red que se llama aspiracional”, dice Balaguer, “vos mostrás lo mejor tuyo, no mostrás la parte negativa que de repente aparece en Twitter o en Facebook”. Twitter, que hoy cuenta con 326 millones de usuarios, es más adecuado para hacer política, para presentar quejas, mientras que Instagram “no es un lugar para protestar”, y eso explicaría también la mayor cantidad de adultos mayores de 25 años en esa plataforma de microblogging. Debido a esta presión por ser creativo en la autopromoción, el especialista considera que “las generaciones más veteranas sienten que esas nuevas redes forman parte de un universo que no pega con su manera de estar en el mundo, que es más textual, más vinculada a la letra, al libro”.

Atrapados en la red

En la era de la “aldea global” de la que hablaba Marshall McLuhan, dice Roberto Balaguer que las formas de vida de los más jóvenes se entienden siempre en conexión, y existe en ellos una mayor tendencia a estar pendientes de las vidas de los otros. “Tienen menos centralidad en ellos mismos y están permanentemente monitoreándose y monitoreando el ambiente”, dice el psicólogo. Esta dependencia por la interconectividad se explica según el experto en parte por las necesidades propias a una etapa determinada de la vida: durante la adolescencia el aspecto social es muy importante, y las redes sociales “permiten tener acceso a lo social en el más amplio sentido de forma permanente”. “Es como una droga que cuadra bien con la edad en la que están”, comenta Balaguer.

 El “mundo joven” aparece por ende como un mundo más abierto, más comunicativo y cooperativo, pero no poder sacar la cabeza de adentro de la red trae también sus aspectos negativos. Por un lado los jóvenes pueden llegar a una cantidad mucho más grande de personas que se encuentran a grandes distancias, pero los vínculos que forman con sus seres más cercanos corren el riesgo de volverse más superfluos y carentes de profundidad. Asimismo, cuando lo más importante que se tiene para compartir de uno mismo es el propio reflejo, un reflejo privado de cualquier rasgo negativo, el autoconocimiento y la autocrítica se debilitan en favor de un juego de apariencias efímeras.

Otro rincón oscuro de estas redes es el tipo de acercamiento a la información que ofrecen y facilitan a las nuevas generaciones, las cuales, según Balaguer, ya no se informan a través de medios especializados sino a través de los comentarios de otros miembros de estas sociedades virtuales. De esta forma, los jóvenes están informados de más cosas, de más gente, pero en menor profundidad. “Cuando vos tenés una biblioteca extensa e inmensa, seguramente termines viendo sólo la tapa y el lomo del libro pero no puedas dedicarte a profundizar en el mismo”, destaca el especialista. Con la atención constantemente dirigida hacia estímulos externos en constante transformación, las nuevas generaciones están expuestas a permanentes distracciones que impiden una concentración focalizada. “La estructuración que te propone el medio envía a una atención fragmentada”, agrega Balaguer, “una atención a varios estímulos al mismo tiempo, que te permite tener acceso a varios lugares, pero con la pérdida de la focalización que para algunos temas es necesaria”.

Testimonios de jóvenes uruguayos acerca de las redes sociales

Liceo Iava

Ana Clara Mendez – 18 años

Uso Instagram sobretodo por las fotos. Prefiero un mensaje transmitido a través de imágenes que uno transmitido a través de texto escrito. Yo no tengo Twitter ni tampoco me llama tanto. Cerré el Facebook en 2010. La interfaz me parece más reducida, no tiene tanta gracia.

Iñaki Amondarain – 17 años

Prefiero Instagram por las fotos, pero el Twitter también está bueno porque hablan de pila de problemas polémicos que están pasando. En Instagram no podés hablar de temas polémicos. Twitter aunque sea más escrito permite generar debate. Yo creo que  Facebook lo usan más los mayores porque es más práctico, y capaz que un mayor no sabe mucho usar una cámara, o no entiende cómo está creada la interfaz. Facebook es más amigable para las generaciones más viejas. Si se aburren van y se juegan un jueguito, el típico CandyCrush que les encanta.

Kiara Berttolini – 17 años

No uso Facebook porque me aburrió. Uso Instagram y WhatsApp, pero creo que Twitter es lo que más uso en realidad. Soy fan de muchas cosas de música, entonces me gusta enterarme de eso todo el tiempo. Es también mucho más mundial, entonces a través de ahí me entero de cosas que pasan. Creo que Facebook fue lo más famoso en un momento, entonces por eso fue adonde más adultos entraron, y después les costó cambiar. Aparte de que no son mucho de sacarse fotos o selfies. Por eso no van a usar Instagram.

Emiliano Cima – 16 años

No uso Facebook pero uso Twitter e Instagram. En Facebook hay más gente mayor, las otras dos son más jóvenes, y es lo más simple para informarte. Como Facebook fue la primera red social y todo el mundo la usaba, los más viejos se quedaron ahí y cuando llegaron las otras demoraron en adaptarse. Aparte a mucha gente no le gusta tener a los familiares, a los padres, en una red social.

Micaela Silveira – 16 años

No me llama la atención Facebook. En años anteriores sí pero ahora no le encuentro una función para mí. Uso mejor Instagram porque me comunico con mis amigos. Actualmente hay gente más grande en Facebook. Capaz que cuando los adultos se apropian de una red, es como que se me quitan las ganas. Como que está invadido ahí. Antes con las imágenes  era todo más entre gurises, y nos reíamos y eso. Ahora con los más grandes se vuelve todo más sobre debatir y criticar todo lo que ven. Como que en Facebook se concentraron las críticas y las cosas negativas.

Pedro Alasraki – 16 años

Facebook lo uso más para seguir grupos de algo que me interesa, pero no como red social. Ahora lo único que uso un poco es Instagram, pero ni siquiera tanto, mucho menos que la mayoría de los jóvenes. Y sino me comunico por WhatsApp, que sería creo yo la red social más grande. Y Facebook no lo uso porque no mucha gente lo usa y no es tan cómodo en el celular.  Ahí hay más millennials, gente de entre veinte y tantos, treinta y tantos. Fue la primera red social masiva, y ahí mucha gente vieja lo empezó a usar, no sé si por un tema de modernizarse o por un tema de conocer. Y se quedaron en eso, mientras que los jóvenes siguieron avanzando en otras cosas. En algún momento las generaciones más jóvenes supongo usarán cosas nuevas que nosotros no usaremos. Twitter es para encontrar bardo. Para mí es eso. No está muy bueno en realidad. No hay muchas opiniones fundamentadas, es todo muy superficial. Son personas diciendo boludeces casi siempre. Vos leés los tuits que manda Trump y parece joda.

Tomás Prieto – 17 años

Uso cada vez menos Facebook, más que nada a veces para entrar a algún grupo. Lo usaba para entrar al grupo de «Yu-Gi-Oh!» (juego de cartas), sobretodo para entrar a comunidades… pero últimamente poco. Creo que es más para comunicarse con grupos de personas. Más eventos. Antes usaba Facebook para jugar a los jueguitos. Ahora entro muy de vez en cuando. Uso mucho Instagram, y Twitter también. Instagram lo uso para ver arte sobre juegos, o sobre otras cosas que me interesan, como adelantos de películas.

Sofía Casales – 16

Me gusta más Instagram que Facebook, me entretiene más. También uso Twitter, que te permite relacionarte más con la gente. En Facebook hay más gente mayor, primero porque es más antiguo, y segundo porque no saben los más viejos usar Instagram. Es más difícil de usar. Yo Facebook lo uso para ver memes. Para comunicarme con familiares uso WhatsApp. Las noticias me llegan a través de Twitter.

Leonardo Lopez – 25

Tengo Instagram, Twitter y WhatsApp. Facebook lo uso para armar grupos, para enviar deberes y demás, y chatear con gente, por ejemplo mis padres y mi novia. Instagram lo uso más para subir fotos, no para mostrar todo el tiempo todo lo que hago, pero sí para mostrar algo que me compré, o algún lugar adonde fui, o simplemente una buena foto. Twitter lo uso para seguir a gente famosa, o enterarme de videojuegos o películas. Para noticias utilizo más el Facebook, por ejemplo en el perfil de El País. A veces te da otras noticias de cosas que te interesan. En Facebook hay más veteranos porque a ellos les cuesta usar más la tecnología. Yo como trabajo con gente mayor me doy cuenta de que nunca usan Instagram, porque les cuesta la dificultad de la cámara, cómo subir cosas, y te piden ayuda. Es más complicado. Gente mayor no lo va a aprender de un día para el otro. Tiene que haber alguien atrás de ellos para que entiendan cómo hacer. En WhatsApp y Facebook hay muchos grupos de familias. Hay muchos jóvenes que suben cosas a las redes sociales que no quieren que vean los padres porque después si se enteran se arma conflicto. Instagram y Twitter son zonas más seguras para ellos. 

Multi-ethnic group of young people using digital tablet and mobile phones.

Liceo Elbio Fernández

Valentina Suárez – 16 años

Facebook se volvió una plataforma de padres. Nuestros padres seguían usando Facebook cuando nosotros usábamos Snapchat. No usamos el mail por ejemplo pero usamos WhatsApp. Nuestras generaciones pasan por ahí. Facebook es más de negocio. Twitter también es más para gente que trabaja, como los periodistas o los políticos. Yo le enseñé a mi padre a usar Instagram y Facebook, y entendió mucho más rápido a usar Facebook.  En Instagram todavía hay cosas que no entiende, como cómo sacar un boomerang o cómo subir una historia. 

Joaquín Coronel – 16 años

 Yo en mi caso uso Facebook para trabajar más bien. Como trabajo en fotografía, la gente que me contrata lo hace por ahí, por Facebook, más que por Instagram. Es para gente más grande, que es la que te contrata. Para contactar a alguien laboralmente es mejor usar Facebook.

Agustín Anzvatte – 16 años

Para mí Facebook tiene muchas más cosas, te abruma más. Vos entrás y tenés botones por todos lados. En Instagram no. Las historias de Instagram hay un montón de gente que las detalla un montón.

Liceo Francés

Joaquín Kalichman – 15 años

Yo no uso Facebook por presión social capaz. Nadie lo usa, entonces no me sirve de nada. Estoy usando Instagram sobretodo, mucho más que WhatsApp y Snapchat. Yo cuando me metí en el tema de las redes sociales ya estaban todos en Instagram. Facebook es como para gente un poco más grande que yo. Entonces para mí es por eso que hay menos gente de mi edad en Facebook, por un tema generacional.

Bruno Gariazzo

El gran garrote digital

La guerra comercial que enfrenta a Estados Unidos y China tiene a todo el mundo atento desde hace más de dos años. El año pasado el gobierno norteamericano aplicó aranceles de 25% a la importación de productos chinos por un valor de 50 mil millones de dólares anuales, y estos impuestos amenazan con aumentar considerablemente si China continúa sin querer modificar la estructura de su economía abriendo su mercado interno a empresas extranjeras. El veto que este año impuso el ejecutivo del presidente Donald Trump a la comercialización de las empresas de su país con la compañía de telecomunicaciones Huawei ha tensionado las relaciones comerciales internacionales, y las empresas que más se ven afectadas son aquellas especializadas en la fabricación y distribución de tecnología. 

La inclusión de Huawei en la lista negra de Estados Unidos se encuentra justificada por supuestas actividades de espionaje de esta firma en beneficio de China, y, aunque la afectada niega tajantemente estas acusaciones, varias empresas, entre ellas Google, han decidido suspender sus negocios con Huawei, tanto en lo que respecta a hardware como a software. Esta decisión dejaría a la multinacional china sin acceso a todas las aplicaciones que son propiedad de Google, como Chrome o Google Maps, así como impediría que la empresa hiciese uso del sistema operativo Android. Ante este panorama, Huawei prepara actualmente un colchón sobre el cual caer desarrollando su propio sistema operativo, llamado Hongmeng, el cual estaría disponible ya en 2020 y promete tener las mismas funciones (o mejores) que Android. 

Por su lado, el gobierno chino no muestra interés de participar activamente de esta guerra comercial, pero ya ha manifestado públicamente que no dudará en luchar con uñas y dientes en caso de que el gobierno de Washington se muestre empecinado en intensificar las tensiones. Cuando en mayo de este año Estados Unidos subió los aranceles a productos chinos, el gobierno de Pekín decidió subir sus tarifas a bienes estadounidenses en 60 mil millones de dólares. Por otro lado, Huawei contribuye en gran medida con la empresa norteamericana Apple, gran parte de la fabricación de sus iPhones dependiendo de compañías chinas, por lo que una decisión del gobierno chino de imponer los mismos vetos a sus empresas nacionales podría significar un duro golpe para la firma de Steve Jobs. Esto sin contar que China ya ha amenazado con prohibir las exportaciones a Estados Unidos de metales de tierras raras, un grupo de 17 elementos con capacidades magnéticas que son fundamentales para la industria tecnológica y de los cuales cerca de la mitad de los suministros del planeta descansan en territorio chino. Con China gobernando el 86% de la producción de estos metales, utilizados por ejemplo en productos como baterías recargables, imanes, y varios componentes de telefonía celular, la jugada de respuesta a las políticas de Trump podría dar vuelta el tablero.

Frente a todas estas represalias de Washington para presionar a su mayor economía rival, varias empresas afectadas se han visto obligadas a mudar su producción fuera de China. Y la decisión no sólo concierne a compañías chinas y americanas, sino que debido a un juego de interrelaciones están involucradas un montón de otras industrias ajenas a las dos nacionalidades en disputa. Un ejemplo de esto son las empresas taiwanesas como Foxconn y TSMC, las cuales fabrican componentes para los celulares de Apple y que tienen gran parte de su producción radicada en el gigante asiático. Viendo una amenaza en la subida de los precios de sus productos en el mercado estadounidense y por ende una pérdida importante de sus ganancias, muchas empresas se apresuran inquietas a deslocalizar gran parte de su industria fuera de China, por lo menos aquella fracción que esté específicamente encargada de suplir la demanda del mercado americano. La empresa taiwanesa Pegatron ya ha movido el año pasado varias de sus fábricas a Indonesia, y recientemente, según The Wall Street Journal (WSJ), la compañía de entretenimiento Nintendo tiene planes de migrar la parte de su producción que abastece a Estados Unidos a otros países del sudeste asiático en caso de que las amenazas de Trump se materialicen. El mismo plan tiene entre manos la compañía Apple.

Todos estos movimientos de fábricas entre fronteras modificarían los esquemas de producción y distribución de las más grandes industrias del mercado, afectando indudablemente a la economía mundial. Pero la realidad tangible de este escenario no se sabrá hasta que se haya producido la cumbre del G20 agendada para el 28 y 29 de junio de este año, en la cual el presidente de Estados Unidos pretende tener una reunión con su par chino, Xi Jinping. Sería luego de este encuentro que Donald Trump decidiría si poner o no en práctica su amenaza de imponer aranceles a productos chinos por una suma de al menos 300 mil millones de dólares. En la cumbre del G20, la cual reúne a los países más industrializados y emergentes del planeta, se discutirá asimismo si aplicar o no nuevos impuestos a las mayores empresas de tecnología del mercado, impuestos que estas firmas deberían pagar aunque el servicio que vendan sea fuera del país en donde están instaladas físicamente. Uno de los países que ya se encuentra ansioso con imponer estos impuestos a los dueños de las tecnologías de la información es España, aunque todavía no es seguro cómo sería el proceder para imponer la nueva normativa. 

FILE PHOTO: U.S. President Donald Trump and China’s President Xi Jinping meet business leaders at the Great Hall of the People in Beijing, China, November 9, 2017. REUTERS/Damir Sagolj/File Photo

Tanto estas decisiones del G20 como las decisiones particulares del gobierno de Estados Unidos amenazan con modificar profundamente el ecosistema global de la industria de la tecnología. La propia Google ha advertido a Trump de los peligros que puede suponer el que su empresa se vea arrastrada por el veto a Huawei, alegando que esto puede realmente comprometer la seguridad de los norteamericanos. Según el coloso de la Internet, es difícil que el sistema operativo desarrollado por Huawei equipare en seguridad al de Android, lo que podría desperdigar dispositivos más vulnerables por Estados Unidos, vulnerables no sólo frente a ataques cibernéticos chinos, sino de cualquier otro país. Por otro lado, teniendo en cuenta el historial de la industria china, es probable que Hongmeng realmente logre equiparar o superar a Android, por lo que las sanciones a Huawei y la prohibición de que sus smartphones dependan de Android podrían terminar favoreciendo a la economía China al empujarla a dominar el mercado. 

Sin embargo, esta guerra comercial afecta a ambos lados: tanto la industria de la tecnología china como la estadounidense dependen mutuamente la una de la otra. No sólo los gigantes de telefonía inteligente americanos poseen gran parte de su fuerza de producción en China, sino que Huawei también depende tanto del software norteamericano como del hardware de empresas como Broadcom, Western Digital o Skyworks. Pero en esta lucha en la que los dos gigantes del mundo se desgarran uno al otro, los más perjudicados son los propios usuarios. El ecosistema oligopólico de la industria tecnológica hace que los consumidores no puedan depender de una sola compañía ni de un sólo país. En efecto, en este mundo cada vez más globalizado es muy difícil que los dispositivos de los que haga uso un individuo pertenezcan 100% a una misma firma o economía nacional: el sistema operativo podrá ser Android o Windows, pero quizás el ordenador o el celular sea fabricado en China. Un aumento de las sanciones en ambas partes de la contienda significaría inevitablemente un aumento de los precios de los productos tecnológicos para todos los consumidores. En el mejor de los casos, si las fronteras se cerraran con los dientes apretados, se generarían grandes burbujas de economías truncas que poco tienen que ver con los ideales del liberalismo, y el usuario no tendría más opción que elegir a qué bando pertenecer. Por lo pronto, el futuro de este complejo ecosistema tecnológico aún es incierto. Habrá que esperar para saber qué decisiones se toman en la cumbre de las economías más poderosas del mundo. Mientras tanto, el mundo permanece alerta.

Bruno Gariazzo

Cuando se diluye el origen

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Mi héroe favorito murió en el último capítulo del libro, pero no importa, seguro revivirá en el próximo capítulo de la serie de Netflix. Y quién sabe, es muy probable que incluso estén produciendo una película cuya trama gira enteramente alrededor de su pasado inédito, y en el cómic es imposible que haya fallecido ya que la historia se desarrolla en otra dimensión que potencia sus poderes. Siempre puedo jugar de nuevo cuantas veces quiera el videojuego eligiendo otro camino… pero…  ¿qué más da? Si puedo escribir yo mismo un desenlace alternativo. ¡Mientras esté vivo mi héroe nunca morirá! Así que puedo dormirme tranquilo. Esta es una historia sin fin. ¿Y el comienzo? ¿Qué importa? Ya nadie se acuerda. Buenas noches.

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La expresión “narrativa transmedia’’ fue inicialmente acuñada por Henry Jenkins en 2003 en su artículo “transmedia storytelling” publicado en la revista Technology Review del Massachusetts Institute of Technology (MIT). Investigador de medios y culturas populares, Jenkins también es actualmente un entusiasta profesor universitario de comunicación, periodismo y artes cinemáticas que se ve cotidianamente fascinado por los mundos imaginarios en constante expansión que albergan las mentes de sus alumnos. Como su etimología lo indica, “transmedia” hace referencia a todo relato que atraviesa varios medios (libros, cine, videojuegos, celulares) y plataformas y que se expresa a través de diferentes lenguajes (verbal, audiovisual, musical, escrito, interactivo). La mayoría de las veces se trata de un relato original surgido en un medio específico que luego se expande hacia otros medios en forma de nuevos relatos, desde diferentes perspectivas, pero cuya acción se desarrolla en el mismo universo ficticio. Otras veces el fenómeno surge como un proyecto transmedia desde sus inicios, como es el caso del proyecto “Pandemic 1.0” impulsado por el norteamericano Lance Weiler.

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Un corto de ficción sobre un virus que se expande en la humanidad sirve de puntapié para la verdadera intención del proyecto: que los espectadores participen activamente de la continuación de la historia. Y es que esto es uno de los aspectos que más caracteriza al fenómeno transmedia. La participación colectiva de los usuarios en la construcción del relato es fundamental para entender el fenómeno que describe Henry Jenkins en su investigación y su denominación de estos nuevos consumidores activos como “prosumidores” (fusión de los términos “productores” y “consumidores”). La participación activa de los individuos en la producción de estas narrativas transmedia es lo que distingue según los académicos a estos fenómenos de los denominados “cross-media”, relatos que estarían solamente caracterizados por expresarse en diferentes medios, pero en la práctica los límites que separan a ambos mundos semánticos son muy difusos.

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A través de blogs, plataformas de streaming y redes sociales, los usuarios pueden expandir sus historias favoritas hacia el horizonte que quieran y de la forma que quieran. Según el español Joan Subirats, especialista en ciencias políticas, la revolución digital que conoce actualmente la humanidad, gracias a la evolución de internet y a las nuevas tecnologías de telefonía celular, ha abierto nuevas vías de relacionamiento interpersonal en la sociedad. El alto nivel de conectividad ha permitido la gestación de importantes espacios comunes de intercambio de información y conocimiento que descentralizan y desmercantilizan los procesos creativos, viéndose así directamente beneficiados los espacios de producción artística. Esta democratización de los procesos creativos está marcada por una distribución horizontal de la creación de narraciones, creación en la cual la interactividad y la cooperación son fundamentales para construir estos universos ficticios colectivos.

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Pero la generación colectiva de relatos, el fenómeno del transmedia en sí mismo, no es algo nuevo en la historia de la especie humana. Como explica el argentino experto en ecología de medios de comunicación Carlos Alberto Scolari en su libro “Narrativas Transmedia: cuando todos los medios cuentan”, la evolución de nuestra especie estuvo intensamente marcada por la creación de relatos de ficción, y la transmisión de historias de generación en generación potenció a lo largo del tiempo nuestra capacidad de supervivencia. La narración para el ser humano no es sólo una forma de entretenimiento; es un medio de transferencia de conocimientos entre generaciones que permiten el aprendizaje de nuevas y antiguas formas de mejorar nuestra calidad de vida. En pocas palabras, los seres humanos narramos por un lado para enseñar a otros cómo sobrevivir, pero también para enseñar a otros el arte de vivir. Y las narrativas transmedia nos han acompañado desde siempre: partiendo de los relatos orales, pasando por los dibujos en las cavernas, actuando los cuentos en el teatro, migrando la oralidad hacia la escritura y por último llevando la narración escrita y teatral a la pantalla. “Más que Homo Sapiens somos Homo fabulators”, dice Scolari. Sin ir muy lejos, La Biblia es el relato transmediático por excelencia de las culturas occidentales.

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Pero como dijimos, la participación activa de los prosumidores no es más que una de las facetas de las narrativas transmedia. Este fenómeno se encuentra actuando siempre que una historia pasa de un medio a otro y se transforma en el proceso. Los estudiosos del fenómeno siempre citan los mismos ejemplos ilustrativos: las franquicias como “Pokémon”, “Star Wars”, “Batman”, “Harry Potter”, “The Matrix” o “Resident Evil” son universos transmedia por excelencia.  La franquicia de las criaturas coleccionables comenzó siendo un juego para la consola portátil de Nintendo famosa en los años 90, el Game Boy. En 1996 al joven Satoshi Tajiri se le ocurrió la idea de crear un videojuego de rol inspirado en su pasatiempo favorito de niño: coleccionar insectos. Llevó la idea a Nintendo y así surgió el juego “Pokémon”, que rápidamente invadió los corazones de millones y millones de jóvenes. A partir de la idea del videojuego se creó un juego de cartas, se creó un manga (“cómic japonés” para los desentendidos), y a partir del manga se creó una serie de televisión. La serie hizo explotar la denominada “fiebre amarilla”, y enseguida la franquicia se transformó en una mina de oro para la empresa nipona que debió formar una empresa paralela, “The Pokémon Company”, para poder manejar tal cantidad de dinero.

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La historia se expandió a lo largo de los años hasta el día de hoy, con nuevos juegos, nuevas criaturas, nuevas películas y series, toda una ecología de lo más loca que deja a los fans discutiendo horas sobre la posible biología de cada especie. Algo similar ocurrió con la saga “Resident Evil”: de un videojuego se formaron cómics, películas animadas y con actores, páginas web para intercambio de información entre fans, etc. El caballero de la noche comenzó su historia en la revista Detective Comics n°27 lanzada en 1939, y desde allí ha pasado por todos las versiones posibles. Del cómic a la pantalla chica en una versión humorística, del muñeco de acción al cine negro de Tim Burton, de la serie animada a las películas luminosas y de corte realista de Christopher Nolan, del videojuego de Super Nintendo basado en las primeras películas a los videojuegos de la saga “Arkham” con su propio hilo narrativo. ¡Hasta existe una versión de Batman en la que el héroe se enfrenta a nada menos que los Aliens de Giger!

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portada_jpg_web_rgb_batman_superman_aliensLos universos se expanden, se cruzan, se reconvierten y se vuelven a expandir. Los ávidos espectadores no pueden aguantar las decisiones de los nuevos guionistas y se ponen manos a la obra (no sin entrar continuamente en conflicto). Otro caso representativo de esta participación activa de los consumidores en la construcción de un mundo ficticio lo constituye la saga de “Harry Potter”: del libro pasó a la gran pantalla, con numerosas películas que hoy exploran las historias desconocidas de distintos personajes, pero lo más remarcable es la página web “Pottermore” en la cual los usuarios pueden crear historias, especular y discutir sobre todo tipo de detalles del universo mágico que podrían habérsele escapado a la autora, J.K. Rowling. La misma autora en un principio se opuso a que los fans construyeran historias por encima del universo que ella había creado, pero finalmente terminó cediendo y creó la plataforma “Pottermore” para tener un contacto más directo con esas narraciones incontrolables que involucraban a sus personajes.

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Dónde existe luz, también existe oscuridad, y ahora me concentraré en las sombras proyectadas por ese “brillo democrático” de los “bienes comunes” que dice Joan Subirats permite la nueva era digital. El arte antes que nada es una forma de expresión, un proceso comunicativo en el que el mensaje transmitido siempre posee un grado mayor o menor de codificación, y el espectador siempre debe de poner un poco de sí para poder decodificarlo e interpretarlo. Muchas veces el espectador, ya transformado en consumidor en las manos del mercado, olvida que atrás del arte que consume (en este caso arte narrativo) existe (o existió) otro ser humano con un universo de significación diferente al suyo propio.magos_aficionados Es de esta diferencia de significados entre los universos psíquicos propios del emisor y del receptor que se da un aprendizaje en el receptor al decodificar el mensaje en cuestión. Ya cuando una historia es adaptada de un medio a otro, digamos por ejemplo cuando se adapta la historia escrita en un libro para que sea proyectada en el cine, parte del mensaje se transforma y otra parte directamente se pierde. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las veces detrás de estas adaptaciones ya no se encuentra el autor original, y que al migrar una historia de un medio a otro también se modifica el lenguaje a través del cual ésta se transmite, por ende también se modifica el código del mensaje transmitido, muchas veces éste último viéndose comprometido. harry-potter-fans6-1302528840-view-0Pero, ¿qué mal hace que la misma historia sea contada a través de otro medio y por un autor diferente? ¿Qué más da? ¿Si la historia original sigue existiendo bien conservada en su medio de origen? Sin lugar a dudas no habría lugar para la preocupación si todos los medios tuviesen la misma capacidad comunicativa, y todos sabemos que ciertos medios tienen más alcance que otros dentro de las poblaciones. A causa de la menor exigencia intelectual que exige una historia contada a través de la pantalla, ésta opaca rápidamente a su hermana alojada entre las páginas de un libro frente los ojos del público masivo. ¿Cuántas personas dicen estar enamoradas del universo de Harry Potter sin nunca haber leído los libros? Lo mismo sucede con un sinfín de relatos que han migrado de recipiente en recipiente, su mensaje original muchas veces viéndose degradado con cada migración. Esto era de lo más común entre las culturas orales, si consideramos a cada orador como un medio diferente, y la situación se estabilizó con la creación de la escritura, medio que permitió fosilizar los mensajes para las generaciones del porvenir. Fue la capacidad de mantener intactos los mensajes transmitidos por nuestros ancestros lo que nos permitió progresar como civilizaciones, y esto nunca hubiese sido posible si no existiese una responsabilidad social que trate de asegurar que ciertas historias y sus enseñanzas no sean modificadas.

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Hoy la situación de esta oralidad se vuelve a repetir con la multiplicación exponencial de medios y lenguajes diferentes en manos de una población cada vez más activa de prosumidores. Las historias se manosean, se reescriben y sus mensajes se tergiversan. Siempre es importante recordar y mantener vigente el origen de una historia por su valor y significado cultural, pero para algunas historias y para los mensajes que vehiculan es imprescindible que existan fuerzas de responsabilidad social que mantengan en la superficie los significados originales. Quizás uno de los casos de una historia transmedia más antiguos conocidos cuya correcta interpretación es de suma importancia es La Biblia.  Así como otros santos escritos, nadie conoce a ciencia cierta quién es el autor original ni cuáles eran sus intenciones al crear la obra. Por otro lado una interpretación desviada podría legitimar matanzas en gran escala. Luego se nos presentan las historias que pueden tejerse entre las noticias.

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Las nuevas tecnologías de la comunicación pueden tergiversar una noticia que luego se expandirá en segundos a todos los rincones del planeta a veces con consecuencias incalculables. A mitades del 2018 se produjo en India una ola de linchamientos a raíz de un video difundido en WhatsApp que mostraba cómo niños eran secuestrados por dos hombres en una motocicleta. La difusión del video provocó episodios de violencia que provocaron la muerte de más de veinte personas, entre ellas una anciana de 65 años. En realidad el video viralizado se trataba de una edición de un video producido dos años antes como parte de una campaña pakistaní de seguridad infantil. Como dije, a veces la manipulación de un mensaje fuera de su origen puede tener consecuencias incalculables.

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Otro lado oscuro de la misma moneda es el uso que hace el mercado de los fanatismos que generan las narrativas transmedia. Al momento de decidir qué proyecto financiar, una productora sabe que la franquicia multimedial es la gallina de los huevos de oro, y se inclinará por un proyecto oriundo de algún universo transmedia sin importar si la historia que alberga su guión tiene o no alguna huella indeleble que dejar a los espectadores. Se producen así gastos de millones y millones de dólares que afectan a toda la población mundial para producir películas que la mayoría de las veces dejan mucho que desear y poco que valga la pena recordar. Muchas veces se financia la “transmedialización” de historias que aún no conocieron una expansión extendida entre diferentes medios o de historias que serán extirpadas de la cultura original que las generaron para ser traducidas directamente a los códigos de otra cultura ajena. Es el caso de la película basada en el manga y animé japonés “Death Note” que recientemente financió Netflix y cuya historia está cerca de ser un insulto a la historia original.death-note-film.jpg Su director, Adam Wingard, director mayormente conocido por explorar el género del cine de terror, defiende su obra con uñas y dientes, pero los fans siempre tienen la última palabra y esta vez el transmedia no salió victorioso de la contienda. La mala recepción de la película estadounidense no debería de extrañar teniendo en cuenta las libertades que se tomó Wingard, transformando una historia que pertenecía al género del thriller psicológico en una historia de terror completamente desprovista de los mensajes originales. En la obra original rara vez se llegan a ver directamente muertes o manchas de sangre, mientras que en la obra de Wingard vuelan chorros de sangre por doquier y la trama se centra sobre todo en las muertes ociosas, llevando a la trama detectivesca de “Death Note” a un nuevo “Destino Final”.

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La experiencia que se tiene al verse uno inmerso en una historia es también muy relevante para la constitución del mensaje que será decodificado, y esta experiencia está muy relacionada al medio a través del cual este mensaje es transmitido. La experiencia de una poesía leída no es igual a la experiencia de la misma poesía musicalizada, y la experiencia de imaginar toda una historia no es la misma que la que tengo al ver esa historia protagonizada por actores conocidos frente a mis ojos. El caso que me parece más representativo en referencia a esto último es el caso de los videojuegos, cuya particularidad que los diferencia de otros medios es la posibilidad que tiene el jugador de participar directamente de una historia. El usuario ya no es un espectador, sino un protagonista, y esto hace que lo más importante en la historia de un videojuego sea la experiencia que tiene el usuario al jugarlo. Nace así un arte completamente diferente que tiene que tener en cuenta las sensaciones y emociones que atravesarán al jugador en todo momento en su toma de decisiones. nes-niño-jugando Por otro lado, los videojuegos siendo 100% una experiencia interactiva, es muy difícil llevar una historia nacida en un videojuego a la gran pantalla sin que la narrativa haga agua por todos lados. Lo más importante en un juego es la experiencia jugable y las emociones que ésta despierta, no la narrativa lineal. Las películas de “Resident Evil” no llegan ni por asomo a transmitir la experiencia de la historia en su medio original, y quien no jugó a los juegos se quedará con una idea totalmente errónea de lo que significa ese universo. Quizás el caso de Pokémon sea el más ejemplar dentro de estas discrepancias narrativas, ya que se trata de un juego pensado para ser competitivo. El objetivo principal del juego es armarse de un grupo de criaturas “entrenadas” para desafiar a otros jugadores, tal y como sucede con un juego de cartas. El haber llevado el concepto del juego a una historia poco cuidada en la pantalla chica podrá haber despertado el amor de los más chicos, pero tergiversó el origen de la obra original y despertó la desconfianza de un mundo adulto desconforme con las flaquezas de la narrativa de la serie animada. Hoy sólo una comunidad de entendidos sabe que Pokémon es y sigue siendo antes que nada un juego, y los prejuicios que provocó la serie construyeron un estereotipo que sigue generando ondas negativas hacia la franquicia.

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Por último me queda resaltar un último rincón oscuro de la moneda transmedia, esta vez referido a la participación activa de estos prosumidores en esta vorágine creativa intermedial. La mayoría de las veces los usuarios que se enroscan a crear nuevas historias por encima de otras historias lo hacen partiendo de las bases de un universo ficticio cuyo origen no les pertenece. Los llamados “prosumidores” de narrativas transmedia suelen ser fans que no están conformes con el final de una historia o que simplemente no pueden soportar la idea de que una historia se termine. Aquí es donde toma sentido el comienzo de este artículo. Presas de la desesperación porque culmina su expansión el mundo imaginario que les aporta oxígeno para soportar el pan duro de la realidad del día a día, saltan al teclado para transformarse ellos mismos en los dioses creadores de su droga de fantasía.

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perfect-blue-photo-1.jpg Me recuerda a la trama de la película “Perfect Blue” del director Satoshi Kon, en la cual luego de que una cantante pop decidiese abandonar el escenario, un fan crea un blog falso con el perfil de su ídola para continuar su carrera de forma virtual y mantener así viva la imagen de ella que quiere recordar. En una lucha constante en contra de la insatisfacción, los prosumidores se embarcan en una odisea que nunca llegará a puerto. Convertidos en Odiseo, buscan navegar infinitamente entre los cantos de las sirenas amarrados felices al mástil de su ficción favorita, esperando nunca jamás llegar a su Ítaca. Asfixiados por la insatisfacción, los fans no terminan de decodificar plenamente la obra  transmitida. Aquí entra en juego un problema serio para el significado de todo relato y de su mensaje asociado. El aprendizaje que se extrae de una historia proviene de la relación que esta historia guarda con la vida misma, y uno de los aprendizajes más importantes, que se extiende a todas las historias y que trasciende todas las generaciones, es la aceptación de la naturalidad de la muerte. tecnofilia-y-tecnofobia-2Más allá del modelo de narrativa aristotélico y lineal que ubica el final en el extremo de un hilo, el final siempre tiene relevancia para dotar de valor a una historia. Éste puede ser cerrado, puede ser abierto, pero es, a final de cuentas. Gran parte de lo que aporta valor a nuestra vida es que es finita. El saber que es finita es lo que nos motiva a disfrutarla y a amar lo que vivimos. Y sabemos a través de innumerables historias que los seres inmortales son oscuros y atravesados por el dolor y la apatía. ¿Cuántas veces hemos llorado al final de una película, de un libro o de un videojuego? ¿Cuántas veces hemos derramado lágrimas de sabiduría al cerrar la contratapa del libro que hace semanas leíamos o al producirse el último fundido a negro? Aceptar el final es lo más sabio que ha aprendido a hacer el ser humano.

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Hoy los engranajes del mercado se suman a la insatisfacción de los prosumidores para exprimir las historias hasta la última gota. Bah, la última no, porque ahí vienen a rellenar su esqueleto con nuevos jugos. En un ciclo sin fin veremos como nuestros personajes favoritos se deforman, se vacían y son rellenados con otras almas sedientas de lucro. Los humanos mueren, y sus historias también deberían de morir con ellos, o más bien cerrarse con su muerte, porque los autores originales seguirán vivos eternamente cada vez que ellas sean contadas. Saber aceptar la culminación de una historia que amamos también es una forma de valorar la vida del ser humano que la imaginó y que nos hizo felices. Es importante nunca perder de vista el origen de una historia, porque en el origen se encuentra el alma de un ser similar a nosotros, quién nos está transmitiendo las enseñanzas que le aportó su propia vida. Lo mismo se aplica a la historia de nuestra especie humana: perder el origen de nuestro presente equivale a perder el rastro de nuestros pasos, y olvidar cómo aprendimos a caminar es el primer paso para volver a tropezar. Es importante a su vez aprender a superar las ansiedades que se despiertan cuando quedan sólo las últimas páginas o los últimos minutos de reproducción. Al final, somos seres finitos.

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FIN

Bruno Gariazzo

Al costado de la vía

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Cuando en agosto de 1939 Louis Daguerre presentaba por primera vez el daguerrotipo en la Academia Francesa de Ciencias, el pintor francés Paul Delaroche exclamó: “Desde hoy, la pintura ha muerto”. Pero este escenario fatalista que rodeó al nacimiento de la fotografía se ha dado siempre a lo largo de la historia de la humanidad cada vez que una innovación técnica amenaza con desplazar a la mano del hombre. Hace unos veinte años, la tecnología que más asustaba al empleo estaba concentrada en las industrias agropecuarias de explotación de materias primas y preocupaba por ende sobre todo a los trabajadores rurales. Hoy hemos dado un salto inimaginable en esos tiempos que dejarían boquiabiertos y sin habla a artistas como Delaroche, y la tecnología de punta apunta a todos los sectores habidos y por haber. Las máquinas sustituyen a los humanos en la atención al cliente en ventas de bienes y servicios, los trabajos repetitivos y rutinarios de las manos son sustituidos por brazos mecánicos automatizados a través del milagro de la programación, y las tecnologías de la comunicación han transformado para siempre las relaciones entre empleados y empleadores.

Para entender mejor este fenómeno de tecnologización acelerada de las sociedades humanas, me he dirigido a los economistas Daniel Olesker y Hugo Bai, ambos integrantes del equipo de investigación del Instituto Cuesta Duarte, asociación civil uruguaya encargada de brindar apoyo en la capacitación de los trabajadores para asegurar su desempeño dentro de un entorno laboral cada vez más competitivo. Antes que nada, Olesker opina que “hay que descartar un escenario catastrófico que lleve a pensar que de repente mañana todos vamos a estar automatizados”, y considera que las redes sociales ayudan a pintar este panorama.

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 Dice el economista que estas opiniones fatalistas sólo favorecen a las tendencias conservadoras que “quieren utilizar el miedo a perder el empleo para contener los salarios”. Aun así, en mi opinión personal, cabe citar las reflexiones de Marshall McLuhan según las cuales las innovaciones tecnológicas se vuelven extensiones de uno mismo y cambian para siempre las formas de funcionamiento de un colectivo de individuos. De esta forma, quien antes haya integrado las nuevas técnicas a sí mismo tendrá una ventaja considerable sobre quienes se queden rezagados, por lo que se generan “más posibilidades sólo para los más calificados”, opina Hugo Bai.

Bai considera que más que comprometer el empleo, las nuevas técnicas generan un cambio de paradigma que obliga a los trabajadores a estar actualizados para mantenerse a flote. Los trabajos más afectados según él son los trabajos más rutinarios, mientras que los más beneficiados son los más dinámicos y sujetos a constantes cambios. “Ya no es común trabajar veinte o treinta años en una misma empresa”, dice Bai, “y hay que estar preparado para adaptarse constantemente a nuevos retos”.

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 Olesker advierte que en la economía uruguaya hay problemas que ni siquiera tienen que ver con las innovaciones tecnológicas, sino con una precarización del trabajo por falta de modernización. Aunque relativiza en principio la amenaza que podría representar la tecnología para los trabajadores, afirma que “no podemos mirar para el costado” y que “enfrentar el futuro del trabajo significa ahondar en políticas públicas”, ya que sino “en el futuro el trabajo será más desigual”. Para esto, las políticas públicas deben de tener en cuenta aspectos tanto macroeconómicos como microeconómicos para proteger al trabajador del impacto del aumento de la productividad y amortiguar así un aumento de la desigualdad social.

Daniel Olesker haya que las innovaciones tecnológicas tienen un impacto positivo sobre la productividad del trabajo, ya que se generan más ingresos con los mismos recursos, generándose así un excedente. Las políticas públicas deben de asegurar, según el economista, el reparto de este excedente no sólo entre los que la generan sino entre todos los ciudadanos que componen la sociedad. Parte de esas políticas son tributarias, es decir que una fracción de ese excedente es expropiado por el Estado y usado para financiar por ejemplo la protección social. Un ejemplo de esto es lo que en los países más desarrollados se denomina el “impuesto al robot”. artificial-intelligence-3262753_960_720Una segunda medida a emplear para amortiguar el “efecto empleo” de la tecnología es garantizar cierto crecimiento de la industria a través de subsidios a las empresas, y una tercera medida sería el esfuerzo por cubrir la brecha entre trabajadores calificados y no calificados a través de políticas de capacitación de los trabajadores. En efecto, mientras que por un lado ciertos empleos menos calificados se ven reemplazados por nuevas tecnologías, por otro los avances técnicos exigen nueva mano de obra calificada que debería de compensar los empleos perdidos… Pero de esta forma nos encontramos cada vez más frente a un creciente abismo entre los trabajadores con más nivel educativo y aquellos menos capacitados.

“Hay que pensar”, dice Olesker, “que existen sectores que por su productividad están en condiciones de reducir las jornadas laborales, y de permitir que los sectores más vulnerables frente a estos cambios puedan acceder a una renta básica universal que podría ser, en el caso uruguayo, una extensión de las asignaciones familiares del plan de equidad. Todo esto tiene claramente un costo fiscal cuyos recursos deben venir del crecimiento que generan los cambios tecnológicos”.

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“El Uruguay tuvo diez años en los que el crecimiento del empleo y el crecimiento económico fueron de la mano”, continúa Olesker, “pero a partir del 2015 ese fenómeno se revierte. Aproximadamente cincuenta mil puestos de trabajo se perdieron en tres años y medio, y yo creo que hay un componente de esa pérdida que tiene que ver con los cambios técnicos, sobretodo en el sector de comercios y servicios. Otros sectores que tienen que ver con industrias de exportación agroalimentarias como la soja, la carbe, los lácteos, o la forestación, son poco utilizadoras de mano de obra, y antes este menor dinamismo de estas industrias exportadoras se compensaba con el mercado interno de inversión pública y el comercio interno. Hoy estos sectores se encuentran muy decaídos.”

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El sector más afectado por las innovaciones tecnológicas es entonces el de los comercios y servicios, sectores que enfrentan una creciente despersonalización de sus funciones debido a la incorporación de la automatización mecánica. Según Olesker existe un límite a este fenómeno ya que “la propia gente requiere aún tener contacto humano en sus intercambios económicos”. Los sectores menos afectados serían las industrias manufactureras del mercado interno, las instituciones educativas (sector que se encuentra en crecimiento tanto a nivel público como privado), las instituciones de la salud, los servicios de turismo como los restoranes y los hoteles, y los cuidados de personas mayores o con discapacidad. En pocas palabras, los sectores menos afectados por las innovaciones tecnológicas son los especializados en rubros difíciles de automatizar.

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La magnitud del coletazo tecnológico depende, según los economistas, de las especializaciones económicas de cada país. Si un país depende mucho de la explotación de bienes primarios, “es claro que la tecnología va a pegar fuerte sobre los empleos”, dice Olesker. Si un país se especializa en rubros con mayor valor agregado (es decir con mayor componente intelectual que físico), la incorporación tecnológica trae a su vez más mano de obra calificada. En los países más industrializados, los sectores de punta son los productores de bienes informáticos. “Estos países necesitan un stock de políticas públicas para resolver sus problemas de empleo”, dice el investigador, “pero también son los más avanzados en la reducción de jornadas laborales, en la renta básica, y en el liderazgo de propuestas alternativas.” Los países a la vanguardia en investigación son por ende quienes gobiernan el mercado aportando valor agregado a su producción, pero “la matriz de trabajo uruguaya sigue estando más desarrollada en la explotación de materias primas sin valor agregado”, dice Hugo Bai.

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Al ser cuestionado sobre el rol de las nuevas tecnologías de la comunicación en esta cruzada laboral, y específicamente sobre el rol que cumplen las redes sociales, Daniel Olesker opinó que provocan en parte que los contratos de trabajo se vuelvan más impersonales.  “Algunos consideran que la flexibilidad horaria y la capacidad de trabajar de forma remota es positiva para el vínculo entre el trabajo y la familia, dice Olesker, pero también genera a mi parecer una precarización ya que el trabajo se subordina a la vida y puede pasar a ser de esta forma de tiempo completo, acercándose a la alienación total de la que hablaba Marx”. Por su parte, Hugo Bai considera que las redes sociales son una forma de “ampliar el horizonte”, ya que “la oferta se encuentra más cerca de la demanda”. Technology Science Light Trace Grid Board JustTambién opina que permiten mayores posibilidades de capacitación al ofrecer la posibilidad de acceder a cursos de calidad en línea. “Los mejores recursos humanos pueden llegar al lugar adecuado”, dice Bai, “pero a su vez hay una mayor selección, una mayor cantidad de filtros al momento de elegir a un empleado”. Asimismo, Bai cree que “hay que tratar de no promover las apariencias e intentar avanzar en el sentido inverso a las tendencias discriminadoras”. “Debemos de tratar de mitigar estas cosas inevitables de la sociedad”, dice Bai, “estos impulsos que privilegian la forma antes que el contenido, ya que van en contra de la igualdad de posibilidades”. El economista asocia estas actitudes discriminadoras con la razón de la reciente aprobación de la denominada “Ley Trans”, ya que busca proteger a las minorías de estos ataques infundados otorgando derechos a los más discriminados, y lo mismo sucede con los discapacitados. “La estética no debería de pesar, y sin embargo sabemos que pesa”, se lamenta Hugo Bai.

Olesker no cree que hayan grandes cambios en los sectores de actividad en sí mismos, sino más bien en la organización del trabajo. La mayor demanda seguirá encontrándose en el sector de comercios y servicios, aunque “sí podría cambiar el panorama”, dice el economista, “si logramos desarrollar niveles de industrialización con mayor valor agregado que los sectores primarios actuales”. Opina también que cada vez será más necesario para el trabajador poseer como mínimo educación terciaria, “al menos la mitad de la población activa debería tenerla”. Por otro lado culminar la educación secundaria “será indispensable”. En el mismo sentido, Hugo Bai considera que la educación formal conoce actualmente un cambio de paradigma, y hoy “más que aprender determinados conocimientos, se aprenden cada vez más capacidades de adaptación”. Chaplin_-_Modern_TimesEsto significa que ya no basta con estudiar durante un sólo período de la vida y es importante aprender e innovar permanentemente. Ser creativo y reinventarse con cada desafío se vuelve poco a poco una ley para subsistir en nuestras sociedades tecnificadas. “En el mundo actual el que hace siempre lo mismo la queda”, dice Bai, “y en Uruguay existen muchos problemas con esto”. Es necesario estar toda la vida perfeccionándose, “el esfuerzo educativo no se acaba en el doctorado o en el pos doctorado”. Bai haya que un ejemplo de este nuevo mundo es la instalación de la empresa UPM en nuestro país que trajo consigo nuevas tecnologías que requieren un proceso de formación de los trabajadores nacionales para potenciar sus capacidades. No existe entonces según Bai un Edén o un oasis al cual llegar a través de los estudios, eso ya es historia antigua. “No hay un nivel a alcanzar para quedarse tranquilo”, opina el economista, “No hay ningún nivel educativo trunco”.

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Hugo Bai nos dice que el mayor temor en el mercado tecnológico es la dificultad de los sectores menos calificados para insertarse en un mercado tan crecientemente dinámico. “Es importante más que nunca cuidar al trabajador y no al trabajo”, dice Bai, “y no forzar el mantenimiento de trabajos innecesariamente, lo que es absurdo en un mundo laboral en constante cambio”. Muchas veces se comete el error de utilizar como herramienta de amortiguación el subsidio de emprendimientos inviables en vez de favorecer una metamorfosis desde la capacitación del trabajador. Es necesario por ende, según el investigador, asegurar entre los trabajadores una formación sólida y abierta al cambio para subsistir en un “capitalismo en el cual se construyen y se destruyen empleos constantemente”. El Estado debe entonces acompañar los procesos de formación del trabajador para que éste “no quede al costado de la vía”.

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 El investigador Olesker no se ve preocupado por la actividad sindical en el futuro, ya que haya que “Uruguay tiene una tradición sindical muy arraigada”. Aun así, cree que los trabajos domiciliarios autónomos facilitados por las nuevas tecnologías de la comunicación generan grandes desafíos, ya que estas personas que se independizan quedan por fuera de la estructura del mercado laboral y quedan sin  acceso a la seguridad social. Para solventar este problema, en Uruguay se decidió por ejemplo considerar a los trabajadores de UBER como pequeños empresarios autónomos y se les pidió que hiciesen una unipersonal. El rol del Estado en este panorama será por un lado garantizar el acceso de este nuevo tipo de trabajadores a las protecciones sociales, y por otro el asegurarse de que todos estos trabajadores aporten a la sociedad con el beneficio de su trabajo. Hugo Bai también se mostró preocupado por la mayor rotación de empleo que existe en estos días, fenómeno que se vuelve más creciente entre la juventud. El salto continuo de un trabajo hacia otro dificulta la organización sindical ya que se vuelve difícil agremiarse en un colectivo común. Olesker no cree entonces que sea necesario un nuevo modelo de organización sindical. Eso sí, hace hincapié en la urgencia de desarrollar políticas públicas que amortigüen las brechas tecnológicas, ya que opina que si éstas se vuelven muy grandes, “estamos liquidados”.

Bruno Gariazzo

La importancia del símbolo

Bruno Gariazzo

En busca de los valores universales

En mi opinión, como en cualquier tipo de relación, frente a un conflicto, la culpa es siempre compartida. Los medios de comunicación siempre son selectivos frente a la información que expanden según los intereses en juego de quien los controla. Ningún medio ha llevado a los espectadores a cuestionarse las razones que pueden tener otras culturas para revelarse en contra del modelo occidental de vida, sino que es más conveniente que la mayoría atribuya los ataques a pura e irracional locura. El lingüista estadounidense Noam Chomsky  ya nos alertaba en su libro “Fabricando el consenso: la economía política de los medios de comunicación” (1992) sobre las formas de control mediático que operan en las democracias modernas, considerando que “la propaganda es a la democracia lo que la cachiporra al estado totalitario”. En la introducción de este libro, Chomsky pone como ejemplo cómo el presidente norteamericano Wilson logró volver a la mayoría de la población en contra de Alemania cuando el gobierno de Estados Unidos decidió formar parte de la Primera Guerra Mundial, creando para ello una comisión de propaganda gubernamental, conocida con el nombre de Comisión Creel. El mismo Walter Lippmann considera en su libro “Opinión Pública”(1921) a la propaganda como una herramienta efectiva para que una élite intelectual tome control de la opinión generando un consenso que dé libre juego a los intereses del grupo situado en el poder.

Por otro lado, Pierre Bourdieu considera en su obra “Sobre la televisión” (1996) a la pantalla hogareña como “un colosal instrumento de mantenimiento del orden simbólico” que sufre lo que él denomina una “autocensura”, es decir una censura inconsciente, un filtro subjetivo que sólo permite mostrar lo que un determinado punto de vista quiere ver.  En los tiempos que corren actualmente, la humanidad se encuentra una vez más dividida en dos grandes bloques con maneras muy diferentes (en ningún modo incompatibles) de ver la realidad que nos rodea. Lo que hace falta, a mi parecer,  es una concientización de la población occidental sobre las propias contradicciones que engrasan los valores que mueven los engranajes de nuestro sistema social.

En su discurso el presidente actual de los Estados unidos, Barack Obama, considera que  el ataque recibido por parte del pueblo francés es “un ataque hacia toda la humanidad y los valores universales que compartimos”,
pero habría que revisar a qué tipo de valores se refiere, porque las propias reacciones en contra de occidente por parte de culturas orientales demuestran justamente un conflicto de valores que aún no son universales ni compartidos.

En un artículo sobre estos atentados dichos “terroristas”, Chomsky denuncia la hipocresía del pueblo occidental. Como bien lo subraya Román Gubern en su libro “Del Bisonte a la Realidad Virtual”, el mundo conoce una presión mediática que lucha por imponer una visión hegemónica de la realidad uniformizando así la humanidad según la ideología postindustrial y levantando los valores que ésta propone como una bandera que se pretende merecidamente universal. Es necesario en esta etapa de la evolución del Hombre el concentrarse en las similitudes entre las culturas y los símbolos antes que en las diferencias. En este sentido, estoy de acuerdo con Joseph Campbell cuando considera en su libro “El héroe de las mil caras”, que el héroe contemporáneo es aquél que busca en las aparentes diferencias culturales aquellos valores compartidos desde nuestros orígenes como seres humanos. El héroe contemporáneo es aquél que se sabe perteneciente a lo que Mcluhan denomina “Aldea Global”, aquél  poseedor de la madurez necesaria como para reconocer su propio ego en la bandera que empuña. Me mantengo positivo frente a los tiempos venideros… La madurez es un proceso también social. Sólo me pregunto: ¿Cuántas generaciones faltarán para el hallazgo por parte de la sociedad humana de los valores universales?

Bruno Gariazzo

Revolución anónima

En sus principios, este arte no convencional fue exponente de la libertad de expresión en las ciudades al escapar a toda autoridad y por su característica anárquica en cuanto que no estaba regulado institucionalmente. Este arte destaca por la total libertad de sus autores y por su autonomía.  Ningún organismo regula su circulación por las calles ni prohíbe los mensajes perturbadores o las críticas sociales, y esto ha hecho que el arte urbano se transforme en los últimos años en una herramienta de expresión y presión política con cada vez mayor fuerza. Pero este carácter prohibido de este tipo de arte que por un lado fomenta a los propios artistas a llevarlo a cabo, por otro también tiñe sus obras de tonos violentos que rondan el vandalismo. Esta situación ha cambiado en los últimos años al hacerse el arte urbano más cotidiano y familiar. Los ciudadanos al mostrar su apoyo a los artistas callejeros han logrado transformar lo que antes era un mensaje de rebelión violenta contra un sistema represivo a lo que es hoy un mensaje que ayuda a los transeúntes a soportar plácidamente el día a día al saber que en sus reivindicaciones internas no están solos. Pero es esta aceptación del arte callejero como un verdadero arte por la sociedad lo que terminó logrando su mediatización masiva, su entrada al mercado y así también la pérdida de su libertad intrínseca a su concepto original. Se ve así absorbido por la publicidad y por las instituciones embebidas de la lógica mercantil.

 Aun así, el street art sigue y seguirá siendo una de las principales formas de comunicación alternativa y de contracultura que difunden a través de los senderos transitados por millones de personas desesperanzadas camino a sus respectivos trabajos los sueños y anhelos de una utopía común. Micaela Villalba, en su artículo “El arte urbano como forma de expresión“, compara al arte callejero con el movimiento dadaísta, ya que según ella ambos están en contra de todos los códigos y esquemas establecidos en el mundo del arte. Ambos movimientos veneran lo espontáneo, lo caótico, la libertad de lo aleatorio y lo irracional del sin sentido. Tanto el dadaísmo como el arte urbano utilizan la ironía para denunciar las contradicciones del orden social vigente y utilizan el arte como una herramienta de protesta y como forma de comunicación de un espíritu de indignación. Aun cuando muchos artistas callejeros denuncian con su arte los riesgos de la era digital para la humanidad en su conjunto, las nuevas tecnologías de la comunicación no sólo ayudan a desproveer de contenidos este tipo de arte al hacerlo masivo, sino que ayuda a conectar instantáneamente mensajes cargados de contenido en cuanto efectivamente los hay. Un ejemplo de esto es el proyecto uruguayo desarrollado por los diseñadores Santiago Alonso y Caro Curbelo, acompañados por el desarrollador Sebastián Borrazás, que busca a través de su sitio online StreetArt conectar todos los murales y graffitis de Montevideo. El sitio utiliza la tecnología de los mapas de Google para permitir a los usuarios asociar la imagen de una expresión de arte callejero a su ubicación en el mapa de la ciudad, permitiendo así no sólo conocer a los autores de las obras, sino también el considerar a la ciudad entera como un gran museo de artes visuales. Como dijo el profesor Ricardo Klein a los alumnos de la Licenciatura de Artes Visuales de la Universidad Católica del Uruguay refiriéndose al arte callejero: “es una expresión urbana que no es solo artística, sino que maneja relaciones simbólicas y tiene que ver con el desarrollo de la ciudad”.

One day in Dismaland

Bruno Gariazzo

Entrevist’ARTE

 

Como una forma de profundizar en la cuestión de si las nuevas tecnologías de la comunicación en la era digital potencian o no la capacidad de influencia del arte en la sociedad como herramienta de expresión de los valores democráticos, se realizó una serie de entrevistas a diferentes artistas uruguayos. Cuatro músicos (Sergio Fernández, Florencia Núñez, Carlos Sánchez y Nicolás Arnicho) y cuatro artistas plásticos (Vladimir Muhvich, Fernando Oliveri, Alejandro Pasek y Pedro Peralta) de diferentes edades dieron así su opinión y reflexión sobre la situación del arte hoy en día en su país y en el mundo dentro de la nueva sociedad de la información, comparando el contexto hiperconectado actual de la manifestación artística con el pasado. A continuación se muestran las preguntas realizadas a los entrevistados:

  • ¿Cómo definirías “El Arte”?
  • ¿Qué opinión tenés sobre el arte uruguayo hoy en día en comparación con el pasado?
  • ¿Qué alcance pensás que tiene el arte como herramienta de expresión en movilizaciones sociales y políticas? ¿Cómo pensás que las nuevas tecnologías digitales de la comunicación influyen en este alcance?
  • ¿Cómo describirías la brecha entre la era digital y la era analógica en el entorno de tu actividad artística?
  • ¿La revolución digital es una transición entre dos épocas? ¿Internet es una revolución tecnológica y social o un cambio instrumental operativo?
  • ¿Qué postura tenés sobre la nueva problemática sobre los derechos de autor en una sociedad hiperconectada dentro de la nueva era digital? ¿Se te ocurre alguna solución a esta problemática?
  • ¿Crees que las nuevas tecnologías de la comunicación facilitan el aprendizaje y la distribución de las diferentes artes? ¿En qué forma crees que esto afecta a la cultura artística de las generaciones futuras?
  • ¿Qué peso consideras que tiene el arte hoy en día como institución? ¿Crees que las Instituciones Artísticas han perdido peso en favor del arte individualizado? ¿Cómo crees que esto afecta a la profesión de artista?
  • En este contexto de nueva era digital, hay quienes consideran que la democracia se ve favorecida mientras que otros hayan que se corre el riesgo de una pérdida de soberanía. Para unos las nuevas tecnologías significan una mayor libertad y capacidad de participación social, para otros significan el peligro de volverse “técnológico dependientes”. ¿Qué opinas al respecto y cómo posicionarías al arte en este contexto? ¿Hacen las nuevas tecnologías al arte más democrático?

Los artistas dieron diferentes opiniones sobre lo que cada cual consideraba que significaba el arte y de dónde provenía su importancia social: Para Alejandro Pasek, esta importancia se debe a que el arte funciona según el momento socio-histórico en el que se produce; para Fernando Oliveri es el arte el que permite a las personas el vincularse entre sí, y, de una forma similar, Sergio Fernández considera que el arte habla de una situación que nuca es individual y Carlos Sánchez asocia al arte con la religión. Por otra parte, Pedro Peralta, Vladimir Muhvich y Nicolás Arnicho perciben al arte como una forma de acercamiento al conocimiento de la verdad histórica del mundo. Todos coinciden entonces en el vínculo existente entre el arte, los vínculos interpersonales y la historia de la sociedad humana.

Con respecto a la relación del arte inscrito en la era digital con el arte propio de la era analógica, Carlos Sánchez considera que estamos viviendo hoy en día en un mundo en el que los medios nos impulsan constantemente a expresar nuestra individualidad y hacer notoria nuestra voluntad. Las identidades se interconectan a través de las redes y se nos da la sensación de tener poder de participación en todos los asuntos. El pensador Dominique Wolton considera que esta sensación de conexión que nos dan las nuevas tecnologías no es más que una ilusión, ya que a final de cuentas cada cual está inmerso en una burbuja individualista, en un círculo de intereses que se cierra sobre sí mismo, perdiéndose así el mensaje generalista. En este sentido, Dominique Wolton considera que las nuevas tecnologías no enriquecen a la democracia, sino que la empobrecen al segmentar a las personas y hacer que en las ciudades se pierda el sentido de comunidad. Como veremos más adelante, esta pérdida del mensaje generalista que antes daban los medios masivos como la televisión y la radio, en nuestra opinión no es del todo negativa en lo que a democracia se refiere. Por su lado, Florencia Núñez, al ser entrevistada específicamente sobre las posibilidades del arte en la era digital como forma de expresión de los valores democráticos, considera que en las redes las decisiones sobre qué arte consumir se vuelven siempre estrategias de alguien más, las redes segmentando a la sociedad según los gustos y afinidades particulares de cada cuál. Se acerca entonces su opinión a la de Wolton, que sostiene que la utopía hoy es política y no técnica: las nuevas tecnologías podrán mejorar la comunicación, pero esto no asegura una mejor planificación y organización política. Nicolás Arnicho respecto a esto dice en su entrevista,  refiriéndose al sistema educativo, que las nuevas técnicas tienen la potencialidad de agilizar y enriquecer la educación, pero que la técnica no sustituye a un proyecto educativo impulsado desde las instituciones del Estado.

Wolton tampoco considera a Internet un medio de comunicación (por ende tampoco de transmisión, en términos de Régis Debray), sino de expresión, y, em este sentido, el arte en la red sería un medio de expresión artística. No necesariamente el expresar significa comunicar. El músico Carlos Sánchez es partidario de esta idea y considera que el arte en sí mismo no es comunicación a menos que se le agregue la manifestación de un sentimiento o pensamiento social. En cambio Florencia Núñez halla que la música es reflejo de la sociedad y Vladimir Muhvich considera que hoy en día utilizando herramientas digitales se puede lograr influir desde el arte, lo que nos recuerda a fenómenos como las manifestaciones de Banksy o la sinfonía coordinada a través de redes en la manifestación Nuit Débout. Para Muhvich las herramientas tradicionales del arte no logran incidir social y políticamente como antes; hoy el arte incide con el intermediario de las grandes plataformas digitales generadoras de discursos. Por su parte, Nicolás Arnicho considera que las redes tienen más fuerza que la música; son las redes las que terminan influenciando, ya no el arte por sí sólo. Esto lo sintoniza con la visión de Manuel Castells sobre el poder de las redes. Con respecto a esto, Sergio Fernández haya que las redes lo que permiten en el arte es una relación simétrica entre los artistas de países antes contrapuestos entre dominantes y dominados. Pero aunque Castells considere que la mente humana hoy se vuelve una fuerza productiva directa, el arte pudiéndose estar volviendo más que nunca un proceso colectivo de producción, éste ignora o pasa por alto la polaridad intrínseca que está en la base de la lógica capitalista: en términos de Paul Baram, las redes que el capitalismo fomenta indirectamente son las redes centralizadas. Como veremos más adelante, hoy es posible generar un contrapoder hacia esta centralización, y, en el ámbito del arte, la institución mercado que centraliza la producción y el consumo del arte podría conocer un contrapoder desde la periferia.

Los entrevistados al ser cuestionados sobre las diferencias que percibían en el arte uruguayo hoy en día en comparación con el pasado mostraron su postura al respecto coincidiendo en una pérdida de la memoria histórica así como en una fusión de las identidades a escala global. Pedro Peralta  considera que muchos artistas se han rendido a la contemporaneidad y que el arte uruguayo ha perdido consecutividad histórica, así como Fernando Oliveri que haya que en Uruguay ya no hay una política seria en cuanto a la historia del arte. Nicolás Arnicho haya que los jóvenes hoy pierden la noción de los orígenes del arte que consumen. Por otro lado, Sergio Fernández considera que la identidad de cada uno está muy relacionada con la dimensión del arte de un territorio y que lo que sucede hoy es una mezcla de las identidades a través de la red de territorios muy ajenos entre sí mediante la expresión artística. Agrega que esta identidad producto de la fusión de culturas diferentes ya forma parte de la memoria emocional de los más jóvenes. En concordancia con esto, Vladimir Muhvich halla que la noción de arte uruguayo se está perdiendo  ya que no existe hoy en día un arte conocido por países. Esta fusión de identidades y de la expresión de éstas a través del arte sería impensable sin la existencia de las nuevas tecnologías de la comunicación.

Según Atilio Boron, en movimientos sociales como el mayo del 68 francés, se activa una memoria colectiva presente en todos los individuos de una población y que trasciende al tiempo. Es esta memoria emocional colectiva que forma cada identidad de la que habla Sergio Fernández. Pero según Borón, estas manifestaciones no pueden morir en la red; necesitan salir a la calle y hacerse un espacio en ella para lograr así la cristalización de un ideal. Como dice Nicolás Arnicho en su entrevista: “La vida está en la calle”. En contraste con el pensamiento de Domique Wolton sobre las redes sociales como enemigas de la democracia y sus valores, se nos presenta entonces una visión alternativa donde las redes digitales serían las redes neuronales que vincularían ideologías entre sí con el poder de lograr movimientos como los de “Marea Granate“. Las nuevas tecnologías que por un lado generan el encierro de las individualidades en grupos aislados unos de otros según sus intereses, por otro lado permiten la puesta en común de identidades frente a un interés compartido como nunca antes fue posible. Y mientras que las redes digitales poseen hoy la hegemonía como medio de vínculo cuando la masa humana está segmentada, las calles y la expresión de esos intereses compartidos le siguen perteneciendo al arte cuando la masa se manifiesta fuera de la Internet. Según Pedro Peralta, el arte es el medio que sensibiliza a la sociedad humana, y quién es sensible no puede soportar que sometan su libertad.

Según el politólogo Joan Subirats, Internet permite reducir costos y aumentar la extensión, cambiando así el orden social al horizontalizarlo. En el ámbito del arte, Florencia Núñez percibe que es mucho más fácil hoy en día que antes el distribuir la producción artística para un artista ya que hoy se acercan más que nunca el artista y el consumidor. La cadena de producción se ve así invertida. Subirats sostiene que en la nueva era digital hay que repensar el sistema democrático buscando implicar más directamente a la ciudadanía. La información, según este pensador, debe de fluir de abajo hacia arriba en la jerarquía de poder. Se generan hoy comunidades con intereses comunes que tienen la capacidad de generar presión por fuera de lo institucional. El conocimiento ya no es de élite y se rompe con la sectorización del poder en el ámbito educativo. Respecto a esto, Pedro Peralta considera que la autoridad del conocimiento que antes pertenecía a una élite de sabios mayores de edad, hoy está en migración hacia los jóvenes internautas nacidos dentro de la sociedad de la información, y considera que la voz de estos jóvenes de la nueva generación digital será de peso en el futuro próximo. Un ejemplo de esto es el movimiento “Marea Granate” de jóvenes estudiantes españoles obligados a emigrar fuera de España.

Subirats, como lo hizo Sergio Fernández en su entrevista, subraya la desterritorialización de la que es testigo el mundo, al comenzar a romperse el nacionalismo institucionalizado y a formarse redes alternativas que se contraponen a los antiguos núcleos institucionales. Considera el politólogo que es tarea del Estado el articular las relaciones entre las instituciones y estos nuevos grupos interconectados de acción independiente. Se rompe así la intermediación en el acceso al arte gracias al código abierto existente en Internet, y como plantea Florencia Núñez, las instituciones que antes mediaban el acceso al consumo y al aprendizaje de las diferentes artes hoy deben modificar sus estrategias de supervivencia. Según Pedro Peralta, estas estrategias de supervivencia hacen que las instituciones cambien con respecto al pasado y estén hoy más confundidas con el mercado, funcionando así según sus leyes. Vladimir Muhvich considera que las instituciones del arte como ser institutos de formación, galerías de arte, discografías o museos, son un registro de lo que pasa en la sociedad y de los filtros que esta misma impone a lo que considera arte. Por su lado, Sergio Fernández considera las instituciones educativas como cristalizadoras de la búsqueda del estudiante de su identidad como ser humano y como artista. Igualmente, Carlos también considera importantes a las instituciones como formadoras de los individuos, pero también considera importante el saber desvincularse de ellas.

La politóloga Elinor Ostrom hace incapié en la importancia de un compromiso comunal en la administración de los bienes comunes, considerando que si perjudicamos los recursos que son compartidos, nos perjudicamos a nosotros mismos. Lo mismo opina el artista Fernando Oliveri al pensar en los derechos de autor como un derecho de bien común que busca la protección del derecho personal a través de la protección del derecho del otro sobre la propiedad intelectual. La hiperconectividad en la era digital ha traido a la luz este debate sobre los derechos de autor, la legislación analógica no logrando alcanzar a un mundo digital donde, inevitablemente, todo se comparte. Con respecto a esta cuestión, la mayoría de artistas considera que tiene que haber remuneración o por lo menos reconocimiento sobre la producción artística de cada artista, ya que la propiedad intelectual no deja de ser propiedad (Florencia Núñez). Por otro lado, Vladimir Muhvich considera que el producir información genera más información, por lo que considera el colectivizar el conocimiento como un aspecto positivo de la nueva sociedad de la información, siempre y cuando cada cual tenga derecho a ser reconocido por la información que produce. Pedro Peralta por su parte considera que el derecho de autor pende de la lógica del sistema capitalista. En un mundo cada vez más interconectado comienzan así a hacerse latentes las contradicciones de un sistema que parece ser necesario repensar.

 Según Derrick De Kerckhove, las nuevas tecnologías se integran a las antiguas generando la virtualización del pensamiento y la digitalización de la identidad. Hoy todos los medios convergen en los nuevos celulares smartphone, cristalizando lo que Harold Innis consideraba la disolución de la ruptura entre el espacio y el tiempo. Los artistas entrevistados manifiestaron al ser cuestionados sus inquietudes respecto a los riesgos que consideran conllevan las nuevas tecnologías de la comunicación y la era digital. Vladimir Muhvich considera que con la reproducción a gran escala que permite la era digital, se comienza a perder el oficio de hacer una acción, poniendo como ejemplo la fotografía digital que hace perder a quién busca tomar una foto el tiempo de contemplación previo a hacer la toma. Sergio Fernández por su lado ve con positivismo la fidelidad de registro de sonido que poseen los aparatos digitales, ya que esta fidelidad impulsa a los artistas a perfeccionarse y ser más exigente con ellos mismos, pero por otro lado considera que se corre un riesgo al tercerizar las capacidades sensitivas del ser humano; el depender de aparatos digitales para afinar un instrumento impide el desarrollo del propio sentido de la escucha. Considera así mismo que las nuevas facilidades de producción artística generan una superproducción que muchas veces vulgariza las ideas. Esto nos envía al pensamiento de Eric Sadin sobre el “Internet de las cosas”, corriéndose hoy el riesgo de que los algoritmos tomen el poder sobre las decisiones propias de los seres humanos.  Florencia Núñez se muestra partidaria del pensamiento de Marshall McLuhan al considerar que la revolución digital es una revolución que se produce también en la gente, ya que los seres humanos evolucionamos en conjunto con nuestras herramientas. Gracias a las nuevas tecnologías, los más jóvenes hoy piensan hipertextualmente, ya no de forma lineal. Pero las redes dan la sensación de una realidad inmediatizada, cuando en realidad esta ilusión está mediatizada según el punto de vista de quién sostiene el medio.

Según Carlos Sánchez, Internet fomenta un consumo pasivo del arte, medio de transmisión de valores universalmente válidos desde los orígenes de la cultura, y el arte es algo a ser interpretado activamente. Tanto Florencia Núñez, como Sergio Fernández y Nicolás Arnicho consideran de importancia el desarrollar consciencia crítica en los más jóvenes y disciplinar la utilización de los medios tecnológicos, para no volverse un mismo cuerpo con la técnica. El contacto humano es visto por estos artistas como algo esencial en toda formación. El espacio vivencial por fuera de la red digital es considerado fundamental para la generación de individuos responsables con la comunidad humana del futuro. Según Sergio Fernández, un proceso de aprendizaje precisa de un tiempo de aprendizaje, y la inmediatez en la que nos instauran los nuevos medios perjudica la formación artística. Por su parte, Pedro Peralta considera que la sensibilidad de la especie humana se encuentra en riesgo en un mundo que se vive a distancia y de forma abstracta. Así como Nicolás Arnicho considera importante la conciencia sobre los orígenes del arte que consumimos, podríamos preguntarnos si la retribalización de la sociedad humana en la que considera McLuhan que hoy estamos significa también una vuelta hacia la importancia de los símbolos como medios de transmisión de valores democráticos, así como de la importancia de su memorización colectiva; o si más bien en la inmediatez de la era digital corremos el riesgo de diluir la memoria colectiva así como los símbolos históricamente a ella asociados.

Pedro Peralta considera que la democracia unida a las nuevas tecnologías de la comunicación permiten sí una mayor participación social y un mayor acceso al consumo y a la producción de arte, pero también considera, como Sergio Fernández, que los contenidos sensibles y realmente informativos se diluyen en una superproducción que termina siendo controlada por las leyes del mercado. La democracia de la era digital, según Peralta, también daría cabida a la libre difusión de ideas completamente contrarias a los valores democráticos. Teniendo en cuenta al arte como principal vehículo transmisor de la historia de nuestra humanidad y de los valores éticos y morales que están en los cimientos de la misma, cabría preguntarse entonces también si la era digital hace necesaria en el futuro próximo una implementación de políticas de responsabilidad sobre el arte difundido que se encuentren alejadas de la lógica del mercado y se acerquen lo más posible a un interés de patrimonio colectivo.

Bruno Gariazzo

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Bruno Gariazzo