Primates en cautiverio

Frente a la emergencia sanitaria disparada por la llegada del coronavirus, las personas en cuarentena se vieron obligadas a ensayar diferentes estrategias para hacer frente a la ansiedad fruto del encierro

Los animales en cautiverio presentan patrones de comportamiento que, en muchos casos, son similares entre sí. Frente a las amenazas combinadas del encierro y del tedio, ciertos animales pierden la motivación de realizar actividades físicas, otros pueden perder el interés sexual o derivar este interés en masturbaciones obsesivas, algunos pueden dejar de alimentarse o caer en adicciones, pero los movimientos repetitivos sin sentido (como el pasearse en círculos infinitos) constituyen el comportamiento más común en estas situaciones. El ser humano también es un animal que desarrolla estas patologías en situaciones de encierro, y gusta de referirse a las mismas como “trastornos obsesivos compulsivos”, “estrés”, “anorexia” y, claro está, el fantasma de todo confinamiento: “la ansiedad”. Estar confinado en un mismo espacio y aislado de sus semejantes puede hacer que cualquier ser pierda el sentido de su propia existencia. Los objetivos se hacen difusos y las motivaciones por alcanzarlos se esfuman, la mirada permanece clavada en el techo y el cuerpo poco a poco se acomoda en un eterno lecho. Estos patrones comportamentales seguro se han manifestado en muchos hogares humanos durante estos últimos tiempos de cuarentena desencadenados por la llegada del virus SARS-CoV-2. Pero quizás estos tiempos sean una buena oportunidad para recordar que muchos seres humanos padecen del confinamiento por fuera de toda medida de emergencia sanitaria.

Esto mismo es lo que señala Cecilia Baroni, psicóloga social fundadora del colectivo Radio Vilardevoz, una radio comunitaria que funciona hace 22 años en el Hospital Vilardebó de forma autogestionada, y quien está especializada en estudiar el impacto que tiene el encierro en personas institucionalizadas, particularmente, encerradas en instituciones psiquiátricas. “Hay que diferenciar el aislamiento social de esto que se llama “interrupción de la vida cotidiana”, recalca Baroni. En el caso de las cuarentenas impulsadas desde los gobiernos a nivel mundial para hacer frente a una pandemia, el aislamiento es acordado comunitariamente en pos del bien común, mientras que en caso de encarcelamiento penitenciario o de ingreso en hospitales psiquiátricos este bien común muchas veces se busca en detrimento del bien de otros. En estos últimos casos el confinamiento funciona a modo de castigo o de terapia, funciones que no se aplican a la situación que se vive actualmente con este coronavirus. Sin embargo, la noción de castigo se comienza a entremezclar cuando algunos ciudadanos no cumplen con lo acordado, como lo muestran los agravios desatados hacia la diseñadora Carmela Hontou por no cumplir con su cuarentena aun estando infectada. Ante una situación de crisis, el temor al otro asoma y puede llevar a reacciones de violencia irracional hacia la diferencia del otro, reacciones que Baroni denomina “microfascismos”. El miedo se suma al proteccionismo impulsado por la emergencia, fomenta el sentimiento de identidad nacional, multiplica las metáforas de guerra y alimenta el concepto de “Estado Nación” en detrimento del de “Aldea Global”.

Pero esta posibilidad de desarrollar comportamientos violentos o irracionales tiene sus raíces en los mismos síntomas que aquejan a otros animales en cautiverio  prolongado. “El encierro es una situación que muchas veces nos lleva a estados límites de nuestra personalidad – explica Baroni – Muchas veces se actualizan cosas que no están resueltas y se ponen en juego sentimientos encontrados”. Según la psicóloga Mariana Pereira, especialista en emergencias y desastres, gestión de riesgos, medio ambiente y primeros auxilios psicológicos, las reacciones de las personas frente al estrés de una situación de crisis son variadas: incluyen reacciones de ira y angustia, dificultad  para realizar tareas rutinarias, silencios prolongados, falta de concentración, dolores de cabeza, sudores excesivos, y hasta presión alta y entumecimiento de las extremidades. “Esta situación que estamos atravesando a nivel mundial genera una gran incertidumbre ya que  no sabemos qué sucederá el día de mañana, y eso justamente impide que las personas se proyecten a largo plazo y genera una gran inseguridad”, apunta la psicóloga. Esta incertidumbre pone en cuestión las ideas que brindan fundamento a las personas acerca del funcionamiento de su propio mundo, es decir, en palabras de Pereira, “las creencias básicas que permiten que nos manejemos con una cierta predictibilidad, orden y control sobre nuestras vidas”, por lo que no es extraño que un aluvión repentino de dudas represente una fuente de ansiedad.

Cecilia Baroni considera que las personas que más sufren la cuarentena son aquellas que estaban acostumbradas a llevar una vida más rutinaria repleta de actividades y aquellas que solían llevar adelante una vida social activa. Por su lado, las personas más solitarias ya acostumbran a estar en soledad consigo mismas y poseen sus propias estrategias para hacer frente a situaciones de aislamiento. Dentro de estas sociedades atiborradas de actividades, a las que Baroni llama “del éxito y el cansancio”, la psicóloga cree que en aislamiento “seguramente los que más estén sufriendo son aquellos que tuvieron que cortar con una vida en que otras actividades les llenaban el tiempo y que se encontraron de repente con un vacío o con tener que llenarlo con otras actividades que no son las que habitualmente hacían”. Sin embargo, tanto Baroni como Pereira resaltan que ningún sufrimiento se compara en momentos como estos al padecido por aquellas personas en situación de calle que ven restringido su acceso a los servicios públicos y la satisfacción de sus necesidades básicas como la alimentación o la higiene. Por ello Baroni llama la atención sobre la importancia de valorar antes que nada lo que se tiene más allá de una cuarentena, por ejemplo, un hogar y una familia. “Cuando estamos frente a sociedades altamente capitalistas, dentro de una competencia exacerbada, yendo siempre detrás del dinero y tratando de elevar el estatus, nos olvidamos de otras importantes – subraya la psicóloga social – Esta situación nos tiene que ayudar a pensar, a volver a jerarquizar qué cosas tenemos y qué cosas hacen falta tanto hoy como en el futuro”.

Respecto a este punto Mariana Pereira considera que la llegada de la enfermedad COVID-19 demostró que el país no se encuentra preparado para hacer frente a una situación de crisis y que es necesario reestructurar todo el funcionamiento social para poder recibir con mayor firmeza un posible próximo golpe. “Creo que lo más visible es la escasa cultura preventiva que tenemos en Uruguay – opina Pereira – Estamos acostumbrados a que “nunca sucede nada” porque tenemos la fortuna de vivir en un país donde no existen amenazas de volcanes, tsunamis, terremotos, entre otros. Sin embargo, cuando sucede algo como esto o como el tornado de Dolores, se va viendo sobre la marcha cómo se responde ante la crisis. El comportamiento colectivo ante una situación de peligro se encuentra altamente vinculado a las características culturales de la población.” Pero no sólo Uruguay se encuentra en una situación similar, el mundo entero se encuentra entrando en pánico ante la incapacidad de respuesta de los gobiernos. El psicólogo clínico especializado en Gestalt Álvaro Curi, quien tiene su espacio habitualmente en «La Mañana en Camino” en diamante FM y en «Arriba Gente» en Canal 10, cree por su lado que la condición actual de la sociedad es un efecto secundario del esquema de vida que dirige a la humanidad hace más de un siglo. El psicólogo cita la obra “La era del vacío” de Gilles Lipovetsky y el concepto de “modernidad líquida” de Zygmunt Bauman y dice: “Los adultos modernos multi ocupados generan hogares vacíos. El mundo desde los 80 ha ido virando hacia un individualismo cada vez más extremo. La revolución digital no ha hecho otra cosa que agudizar un proceso de crisis vincular que ya venía de la mano de otras revoluciones culturales y que ha impulsado a las personas a vivir cada vez más solas queriéndolo o no.”

Pero Curi también recuerda que dentro de su disciplina siempre se opta por ver las crisis (incluso las más graves) como nuevas oportunidades. En este caso, estas oportunidades consisten en tener más tiempo libre para resolver conflictos con seres queridos y sacar a la luz los sentimientos que habitualmente son reprimidos y ahogados en la rutina diaria. Para calmar la ansiedad que puede llevar a un ser humano a dar vueltas en círculos dentro de su jaula, tanto Cecilia Baroni como Mariana Pereira instan a las personas a interactuar con otros semejantes para que éstos les presenten una perspectiva diferente de su propia realidad. “Es importante tener en cuenta que hay muchas personas que están atravesando la misma situación, por lo tanto los ansiosos no están solos. Mantener el contacto con los  afectos, compartir con otros las emociones, permite también reconocer que otras  personas  sienten lo mismo”, recomienda Pereira. Y agrega: “El reprimir el miedo puede dar lugar a pensamientos o ideas  intrusivas. Poder manifestar que sentimos miedo o que necesitamos ayuda es fundamental y también es una respuesta sana para enfrentar una crisis”. La psicóloga también aconseja que en caso de ser atacadas por estos pensamientos negativos las personas busquen realizar tareas sencillas que requieran un menor esfuerzo mental, que generen satisfacción personal y que desaceleren el tren del pensamiento. Por suerte la comunicación con los seres amados se ve sumamente facilitada en esta época por las nuevas tecnologías, pero Pereira advierte sobre el peligro que puede significar para la ansiedad el estar expuesto constantemente a un gran caudal de sobreinformación.

Otra oportunidad que según Baroni surge en una situación de cuarentena es la de explorar la creatividad como principal arma frente al tedio. “Muchas veces es sobre lo que insistimos con los niños cuando se aburren, ya que el aburrimiento también es una oportunidad para crear y generar otro tipo de procesos, lo que ayuda a calmar la ansiedad y también a encontrarnos con la medida justa de las cosas”, plantea la especialista. El nacimiento de la ansiedad y la angustia cuando uno es sacado de la rutina es una muestra del poco desarrollo que existe habitualmente de los recursos que distinguen al ser humano de otras especies. “Si vivimos en sociedades en las que muchas veces somos muy dóciles y obedientes, todo esa creatividad se va matando con o sin cuarentena – explica Baroni – Capaz  que la cuarentena lo que evidenció es que estamos muy dependientes de horarios y del cumplimiento de tareas pero no pendientes del desarrollo individual en relación a lo que nos gusta y de disfrutar del tiempo que tenemos.” De esta forma, la idea de que se está perdiendo el tiempo cuando se disfruta del mismo de pronto aparece como una de las fuentes principales de todas las patologías que pueden desarrollarse durante una instancia de confinamiento. Por otro lado, el buscar desarrollar diferentes capacidades puede proteger a las personas de la posibilidad de caer presas del pánico frente a una adversidad que pueda modificar abruptamente su modo de vida. “Cuanto más desarrollo tengamos, más estímulos y flexibilidad, mejor la vamos a pasar que si sólo tenemos una capacidad, una sola opción”, aconseja Cecilia Beroni. Finalmente, frente a cualquier calamidad, lo primero que siempre debe recordar el ser humano es la importancia prioritaria que deben tener los lazos afectivos generados a lo largo de su vida. Como dice Álvaro Curi frente a esta emergencia sanitaria: “Esa es la chance que ahora tenemos: la revalorización de los vínculos en la emergencia de perderlos”.

Bruno Gariazzo

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