Según el sentido etimológico de la palabra “revolución”, toda revolución implica un cambio o transformación radical en un orden establecido de cosas, dejando tras de sí consecuencias que permanecerán modificando por siempre el curso que llevaban estas cosas hasta el momento de producirse la revolución. En este sentido, el advenimiento de la era digital es sin lugar a dudas una transición entre dos épocas. La llegada de Internet primero y de la tecnología smartphone después, es tanto o incluso más revolucionaria que la llegada de la electricidad o de la primera máquina de vapor. Pero no sólo el salto en la conectividad modifica los imaginarios: los videojuegos han transformado el idear un juego y el jugar en un arte, la tecnología se pone al servicio de una creatividad masiva nunca antes vista, y las capacidades cognitivas de los más jóvenes se ponen continuamente a prueba desafiando la autoridad de los adultos. Modificando la forma en que los individuos se comunican e interactúan entre sí, esta revolución es definitivamente social y no sólo tecnológica. Las distancias y los tiempos se licúan. La privacidad que existía en nuestra mente desde los primeros desarrollos de nuestro lenguaje como motor de nuestra organización social comienza a transparentarse. La mentira, tan característica de nuestras culturas occidentales, tiembla desnuda ante los nuevos medios que iluminan su escondite.
¿Cómo un cambio tecnológico que modifica la forma en la que nos comportamos, en la que nos transportamos, incluso la forma en la que pensamos y nuestras propias motivaciones; cómo un cambio de estas características puede no ser social? Y estamos aún en el amanecer de esta revolución. Estando Internet ya instalado hace una decena de años tanto a nivel doméstico como administrativo, aún así era necesario esperar a llegar a una computadora conectada a la red para comunicarse a larga distancia o informarse sobre un tema en particular. Hoy con un smartphone el mundo virtual entero está siempre en el bolsillo. También está allí la vía de acceso a todo aquél que quiera saber nuestra ubicación. Cada día más aplicaciones entran en esta caja de herramientas digital tan similar a una varita mágica del mundo de Harry Potter. Las consecuencias dejadas por la revolución están constantemente a nuestro alrededor y día a día se hacen evidentes nuevas consecuencias. Las contradicciones de las lógicas que gestionaron nuestra sociedad durante más de dos siglos laten cada día más fuerte. La brecha generacional entre los jóvenes que nacieron entre estas tecnologías y aquellas personas ancladas a la era analógica es infinitamente más profunda que la existente entre las generaciones que se confrontaban en la época de la liberación hippie y del mayo del 68 francés.
Los jóvenes ahora son flexibles y ágiles, pero a su vez en su mayoría indiferentes por los orígenes de la historia que se encuentran escribiendo. Las instituciones políticas, educativas y de mercado conocen por primera vez la contrapartida de los emprendimientos impulsados individualmente y sin intermediación alguna. Las manifestaciones sociales nacen en las redes sociales, salen a la calle y vuelven a las redes, éstas representando cada vez más el refugio donde la voz es libre. Por otro lado, las fuerzas que se encuentran (y siempre se encontraron) moviendo los hilos de la sociedad desde la cumbre del poder, pertenecientes en su mayoría a la era analógica previa a la digital, se apresuran a dominar las nuevas técnicas para seguir ocultando y manipulando información que puede ser clave para toda fuerza que quisiese ofrecerle resistencia.
En síntesis, la revolución digital y la conexión masiva de mentes a través de Internet es sin lugar a dudas una revolución social que marca claramente una transición entre dos épocas. Las distancias paradigmáticas entre aquellos que se desarrollaron como individuos dentro de una sociedad que hace uso de estas nuevas técnicas de comunicación y aquellos que conocieron su madurez fuera de este ecosistema tecnológico son tan grandes que es difícil el prever qué consecuencias traerá en el futuro próximo la nueva era digital.