Creados originalmente por la compañía japonesa Denso Wave en 1994, los códigos QR (Quick Response code) pasaron de estar reservados a un uso pragmático administrativo en las industrias a popularizarse en todo el mundo como una herramienta a ser empleada a gusto del consumidor. Se trata de un sistema de almacenamiento de información a través de un código de barras en dos dimensiones distribuido en una matriz de puntos. Equipado de tres grandes cuadrados ubicados en las esquinas de un cuadrado más grande, cualquier dispositivo móvil que tenga descargada la aplicación necesaria podrá detectar la posición del código QR y así leer a gran velocidad el contenido informativo del mismo. Los usuarios ya no deben introducir manualmente las informaciones de sus búsquedas en sus celulares smartphone ya que con sólo apuntar la cámara de su dispositivo hacia el código, éste le envía directamente a los enlaces deseados. Estos códigos comienzan a ser usados en muchos ámbitos como una forma de agilizar la obtención de información sobre diversos aspectos. Son utilizados en revistas y anuncios de publicidad para brindar más información sobre los productos promocionados, pero también son usados con fines no comerciales como es el caso de los artistas pop que comienzan a utilizarlos como herramientas de trabajo o como propio lenguaje artístico.

Existen artistas que parten del concepto del QR para realizar remeras, posa vasos y hasta incluso en sellos postales como es el caso del sello de correo de Granada al cual se le agregó un código QR que enviaba a un video sobre el monumento de La Alhambra. En 2011 se expusieron en el Palacio de las Artes de Vannes (Francia) una serie de obras de artistas que optaron por la modificación de estos códigos para su confección. Artistas callejeros como Banksy utilizaron en ocasiones también estos códigos para complementar y amplificar sus mensajes de protesta. Asimismo, galerías y ferias de arte como la feria ARCOMadrid (Feria Internacional de Arte Contemporáneo), una de las principales ferias de arte contemporáneo a nivel mundial, decidieron emplear en 2013 los códigos QR para facilitar el acceso a la información sobre los autores seleccionados de las obras presentadas, asi como para atraer a visitantes inclinados hacia la tecnología. El QR se muestra así rápidamente como una herramienta con diversas aplicaciones en el Arte Contemporáneo.
Volviendo al arte urbano o callejero, artistas como el francés Space Invader con sus “invasiones” alrededor del mundo y el colectivo español La Pluma Eléctri*k hacen uso del arte en pixeles como lenguaje principal. El colectivo La Pluma Eléctri*k ha utilizado inteligentemente en sus obras a partir del 2008 códigos QR que envían a un mensaje que reza: “No entiendo nada”, básicamente lo que los primeros espectadores pensaron sobre su trabajo al contemplarlo. Los artistas madrileños buscan con este mensaje fomentar el arte por el arte, fuera de toda intención publicitaria que busca el beneficio económico: “no hay nada que entender, no estamos vendiendo nada”.
El artista japonés Takashi Murakami realizó por su parte un código QR inusual, colorido y a su estilo, que resultó impresionantemente completamente funcional. El proyecto llamado Street Art Dealer intenta facilitar el acceso de los artistas callejeros al mercado a través de la incorporación en sus obras de códigos QR para que los interes
ados puedan conocer más sobre la obra de los autores y su adquisición, así como informarse sobre su trayectoria. Se facilita así la retribución a los artistas por su trabajo ayudándolos a comercializarlo o simplemente a difundir su arte callejero. Esto podría significar un cambio considerable en la forma en la que funciona la Industria del Arte, permitiendo a los artistas el independizarse de las galerías de arte y de los museos. Sin intermediario entre el comprador y el artista, éste puede controlar a sus anchas las funciones administrativas antes relegadas a las instituciones artísticas. El invento de los códigos QR podría significar así mismo una revolución a nivel de la crítica de arte, los críticos pudiendo adjudicar a las obras sus opiniones e información sobre sus investigaciones en un simple y pequeño cuadro pixelado. También el arte de la danza hace uso de esta tecnología: una red internacional de danza contemporánea llamada “Ciudades que danzan” desarrolla un proyecto denominado DcCode que consiste en ubicar códigos QR en diferentes sitios de importancia cultural en las ciudades que nos envían a videos mostrando intervenciones de danza contemporánea realizados en los espacios en cuestión.
El fotógrafo Sergio Castiglione realizó una muestra fotográfica a la cual denominó “Espejos Urbanos” que consistía en una serie de fotografías de reflejos de edificios de Buenos Aires de importancia cultural en acumulaciones de agua como ser lagunas, charcos o fuentes. El artista adjuntó un archivo en formato PDF en su página a cada una de las obras presentadas, y en los museos o galerías colocó códigos QR en los marcos de las fotografías que enviaban a los archivos PDF de su página web conteniendo éstos descripciones de las obras, información sobre los edificios fotografiados y las comunidades a las que están vinculados. Pero esta tecnología aparece empleada también en la rama artística de la literatura. En las librerías muchos libros poseen en su interior códigos QR que envían a sitios con información sobre el autor así como sobre otros libros recomendados por la misma editorial. Estos códigos desperdigados en los medios de transporte público por las editoriales permiten leer los primeros capítulos de una novela y luego informan a los interesados sobre la librería donde pueden conseguir la obra en cuestión. Austria presenta uno de los ejemplos más interesantes de utilización de esta herramienta tecnológica a favor de la difusión literaria: en Klagenfurt, una ciudad que carece de biblioteca pública, un proyecto denominado Proyecto Ingeborg, distribuyó por las calles códigos QR que permitían el acceso a gran variedad de ebooks. Por otro lado, estudiantes del Magisterio en Educación Primaria de la Universidad de Alicante utilizó códigos QR para impartir las clases de historia del Arte a niños de primaria. Este innovador sistema de enseñanza utilizaba así diferentes recursos didácticos como ser material audiovisual como imágenes, películas, representaciones teatrales y musicales, que ayudaban a compensar las diferencias de aprendizaje del alumnado, mostrando así como esta tecnología puede ser muy útil en el aula.
Con millones de celulares smartphones repartidos en todas las comunidades y en una situación constante de aumento en eficiencia y rapidez de esta tecnología novedosa, las aplicaciones de lectura de códigos QR se nos presentan como una oportunidad brillante para enriquecer el contenido artístico en todas sus expresiones. La tecnología aparece así una vez más como una herramienta prometedora para favorecer la creciente democratización del arte.







A través de videos y fotos de sus murales compartidos por millones de personas, Banksy se volvió un acontecimiento global que legitimó su nombre en el universo de renombre artístico. Impresiona a su vez que a pesar de lo difícil que resulta en la nueva Sociedad de la Información mantener la privacidad, este/a artista logra mantener el anonimato burlando todos los esfuerzos de los medios masivos por desenmascararlo. El fenómeno recuerda a un justiciero vigilante salido de un cómic. Su trabajo ha sido constante desde los años 90 y, siempre sin ser visto, un “Banksy” puede aparecer perfectamente en el muro de la casa de un vecino o en el edificio de su trabajo. Sin embargo, su propaganda antisistémica no tardó en ser absorbida por aquello contra lo que se enfrenta: el mercado de lógica capitalista. A pesar de las protestas y denuncias, las 

En efecto, en enero del 2016 apareció un graffiti enfrente a la embajada de Francia en Londres mostrando a la protagonista de Los Miserables llorando a causa de una lata de gas lacrimógeno abierta en el suelo y a su lado un código QR. Si se escaneaba el código impreso en el muro con un smartphone, éste nos enviaba a un vídeo denunciando la violencia de una operación policial llevada a cabo el 5 de enero por el gobierno francés en la zona fronteriza de Calais. La operación buscaba desalojar a un millar de inmigrantes establecidos en el campo de refugiados La Jungla haciendo uso de gases lacrimógenos. Con el mismo espíritu de denuncia, Banksy también había pintado unas semanas antes en la pared de un túnel del campo de refugiados un graffiti mostrando irónicamente a Steve Jobbs, ícono del éxito empresarial e intelectual de occidente, y también hijo de inmigrantes sirios. El arte aparece así aliado con la era digital en la lucha por el respeto y la promoción de los valores que son pilares de la democracia; valores que hoy se ven amenazados por una inundación de información que corre el riesgo de asfixiarlos.


Se reunieron así hacia las nueve de la noche de ese jueves más de trecientos músicos que, habiéndose descargado la partitura de la obra por Internet y con su instrumento a cuestas, estaban prontos para fusionar melodías con completos desconocidos con los que compartían sin embargo lo más importante: un mismo sentimiento. Ensayando tan sólo un par de horas en un ambiente humano carente de esa rigurosidad y rigidez típicas de una sala de conciertos de música clásica, se lanzaron al encuentro de la música todos estos aventureros frente a un público de miles de personas congregadas alrededor de la estatua de Marianne. Las lágrimas corrieron por las mejillas de una masa conectada por un ideal. La música se transformó en símbolo de una revolución ideológica que tuvo sus cimientos en la conexión que hace posible la red tecnológica. Para quién haya experimentado este fenómeno de dimensiones épicas podrá decir con completa convicción que se trató verdaderamente de la 


Por más reservado que un artista sea, su obra terminará fluyendo hacia este “pool cretivo” como un alma que asciende a los cielos.

“, en honor a la obra del pensador alemán 









Durante un día entero, amantes de las plumas de todos los países recorren diferentes territorios armando listas con las especies encontradas. Estos datos serán subidos al sitio de eBird, el cual se irá actualizando constantemente a lo largo de la jornada. Los datos pueden subirse a la plataforma incluso desde una aplicación descargable en cualquier Smartphone. Desde el primero de estos eventos hace ya tres años, la idea se ha ido transformando en un juego de competencia comparable a una “olimpiada científica”. En 2017 el Global Big Day reunió a veinte mil participantes de ciento sesenta países y generó un registro de más de seis mil seiscientas especies. En esa ocasión Colombia se llevó el primer premio y se mantiene en su puesto con un registro de mil quinientas cuarenta y seis especies. En segundo lugar se encuentra Perú y luego Ecuador, países en los cuales gran parte de su turismo es atraído por lo exótico de sus aves. Este año el evento tuvo lugar el sábado 5 de mayo y ganó especial importancia debido a que el 2018 fue considerado por varias organizaciones conservacionistas como “El año de las aves”.





Dice Pablo que esta es una especie invasora que se introdujo desde Argentina, “que es muy agresiva y desplaza a otras especies”. Nos cuenta también que nuestros “hot spots”, además del de Paso Centurión, se encuentran en la desembocadura del arroyo Maldonado, en la Quebrada de Laureles entre Rivera y Tacuarembó, en el Valle del Lunarejo, en Rincón de Franquía en Bella Unión, en los Esteros de Farrapo y en los humedales de Santa Lucía. Nos comenta también Pablo que es muy fácil para Argentina y Brasil superar las mil especies diferentes de aves en su territorio, teniendo en cuenta que estos países son mucho más grandes y con una mayor cantidad de latitudes diferentes. En comparación, Uruguay es un país muy rico teniendo en cuenta su pequeño tamaño y su rango escaso latitudinal. “Eso es lo que pasa cuando mezclás política y biodiversidad”, dice Pablo.
Los pájaros más susceptibles de ver su propia existencia amenazada son aquellos que son más dependientes de su hábitat. El “Gaviotín Real” se reproduce sólo en la Isla Verde de Rocha, y la “Tijereta de las Pajas” es “un bicho de pastizal”. La “Loica Pampeana” por ejemplo ya se extinguió en Brasil y sólo quedan algunos representantes de su especie en pastizales del Uruguay. Pablo Fernández nos informa de que la mayoría de las especies que están en peligro en nuestro país están asociadas a los pastizales y a la forma que tiene el ser humano de hacer uso de los mismos. Pablo se muestra preocupado por el hecho de que ninguna de las áreas protegidas se concentre en los pastizales, y cree que esto se debe a que “nuestra cultura europea nos lleva a privilegiar los bosques”. Aparte, “comprar hectáreas de bosque es más barato ya que están protegidos y no se puede producir ahí”. “Los potreros que tienen Loica Pampeana pertenecen a estancieros que dan importancia a los pastizales”, agrega Pablo.
